Eli Rodríguez, coreógrafa e investigadora en artes escénicas: Lo coral es mi resistencia #quevuelvanlascoreos

Paulina Barrenechea Vergara / resumen.cl Desde la unidad más simple y sensible de lo coreográfico, y en disputa de los espacios consagrados a la dictadura de la palabra, nace la pieza de danza “4/ver.pensar.actuar.sentir”. Un proceso creativo que emerge del cruce del camino recorrido de la creadora en danza Elizabeth Rodríguez, su resistente mirada en torno al y la performer, y las subjetividades de quince jóvenes bailarines del programa de formación en danza contemporánea EM:FOCO, del Centro Cultural Escénica en Movimiento. La coreógrafa estuvo cuatro meses trabajando con los/as bailarines del programa, en el marco del seminario Taller Coreográfico, última instancia académica de sus dos años formativos. El trabajo de co creación, que enfrentó en su desarrollo el estallido social, derivó en un montaje potente, con una dimensión política y afectiva que, por un lado, suma a los relatos de la danza regional; y, por otro, dota de contenido y cuerpo a la pregunta permanente en torno a lo que la danza tiene que decir, hoy, como práctica artística en la trama social. Conversar con ella es desmontar, desaprender y poner en riesgo la práctica escénica. Quizás sea esa pulsión la que ha marcado su trayectoria y accionar como intérprete, creadora e investigadora en danza y teatro contemporáneo. Me gusta y emociona que sea Ingeniera en Informática y que su trabajo creativo, desde ese locus, se haya ramificado hacia la danza. Eli, durante los años ochentas, forma parte del Centro de Danza Espiral, espacio dirigido por Joan Jara y Patricio Bunster, y donde se relaciona con distintas prácticas de la danza. En los años noventas, y desde una mirada profundamente transdisciplinaria, comienza a dirigir procesos creativos como “Sin Respiro” (2000-Premio Altazor), “Cuando Bailo, Bailo; Cuando Duermo, Duermo” (2007- Premio Circulo de críticos de Arte y Premio Altazor), “Radicales Libres” (2014) y “Violeta, Jardín Humano” (2017), entre otras. También es docente, intérprete y ha sumado sus experiencias en lo coreográfico a películas como “Neruda” y “Una mujer fantástica”. Durante su estadía en Concepción nos reunimos en dos ocasiones, una antes del estallido social y otra después. Lo que se conversó en ambos momentos se entraman y cruzan de manera sorprendente, en una lectura precisa sobre las derivas políticas de la práctica de la danza, sobre todo, desde y para el presente. Eli, tienes una relación larga con la ciudad ¿Cómo se articula tu venida a trabajar con este grupo de bailarines en formación? “Viene de mi relación con Escénica en Movimiento. Esto fue a través de un programa del año 2010. Ni siquiera se llamaban Escénica en Movimiento en ese tiempo. Me invitaron a participar de unos laboratorios de composición, organizados por el área de danza, en regiones. Era una especie de residencia y me tocó en Concepción. Iba a ser el primer semestre del 2010, pero ocurrió el terremoto y el programa se puso en pausa. Fue súper interesante, porque yo llegué en agosto a hacer la residencia y apareció ahí esa sensación de que todo había acabado. Ya no habían salas de danza, se habían caído y todo fue un reconstruir un colectivo afectado en todo sentido. Había cerrado el Calaucán también, entonces, todo agarró una potencia que terminó con estos cabros conectándose. Se cohesionó mucha gente. Y ahora me invitaron a ser coreógrafa de este grupo que está egresando de una formación y donde mi aporte es hacer una coreografía colectiva”. ¿Cómo observas los procesos formativos en danza a nivel local y nacional? “Eso va más allá de lo dancístico y tiene que ver con lo educativo. Nos afecta la forma en que están siendo educadas las personas. La mala educación genera problemas y hace que los seres humanos, inicialmente, no estén conectando con cosas fundamentales, como las relaciones humanas. Todo lo que tiene que ver con el humanismo en acción está ausente, por el sistema en que estamos viviendo. A partir de eso, el arte es una buena manera de traspasar información a las generaciones jóvenes, con contenido sensible, belleza y colaboración. Me gusta pensar eso que preguntas desde el ahora. Desde el contexto del ahora, ¿Con qué hay que polinizar y expandir lo que una sabe desde la experiencia y práctica del ejercicio de la danza? En ese sentido, yo estoy volviendo a un lugar, no a un lugar pretérito, sino que se me da vuelta la vida, o sea, no es solamente avanzar, sino que entrar a lugares que ya he visitado y reconocido. En danza, estoy porque vuelvan las coreos” [#quevuelvanlascoreos]. Precisamente, en este momento, lidiando con un entramado neoliberal cada día más arduo, más insistente, más frío, ¿Qué tiene que decir la danza? “La danza tiene que volcarse a la acción. No necesitamos pensar más. El planeta se va a acabar, esto no existirá más, estamos en una catástrofe ecológica, y, entonces, ¿cuál es la acción asociada a eso? Estos dispositivos son de acción colaborativa, estas digitalizaciones son acciones, y es probado que han caído gobiernos cuando la masa se conecta. Nosotros somos mucho más amplios y este sistema nos restringe. Por eso la danza es muy fuerte en los jóvenes, están necesitando mover la cuerpa. Por ejemplo, yo estoy haciendo cuartetos y estoy trabajando en una forma modular de crear, donde la dificultad del tiempo es relevante, porque juntarse es todo un tema. ¿Cómo hacer para generar espacios de encuentro donde la gente se conecte y esté co creando? Yo voy por las coreos y estoy trabajando con la unidad mínima coral que es 4. Y eso lo estoy haciendo aquí en Conce y en todos lados, transmitiendo lo colaborativo, el compartir, y la acción colectiva. Las coreografías tienen que ver con eso. La danza contemporánea se ha vuelto mucho hacia la palabra, como el sistema entero, entonces voy por el trabajo colectivo y no a la individualidad. Trabajar ahora con este colectivo de EMFOCO me motiva. Eso es lo coral y ahí estoy yo. Lo coral es mi resistencia, enseñar la organización, la organicidad de lo humano y autoorganizarse con el ver, sentir, pensar y actuar”. [caption id="attachment_69719" align="aligncenter" width="1000"] Por Marco Altamirano.[/caption] “4/ver.pensar.actuar.sentir”, la obra que se estrenará este miércoles 4, tiene mucho que ver con tus modos de hacer como coreógrafa y creadora. ¿Cómo fue el acto de nombrar este ejercicio coreográfico? “Yo estoy por la distribución de lo sensible y mi metodología se basa en micropolíticas de acción desde el núcleo de 4. Todo es 4, estamos hechos de cuartetos y creo que es la unidad básica de lo coral. Y propuse 4, con número, para salir del lenguaje, porque siento que hay un exceso de lenguaje y una ausencia de mirada sensible. Vivimos en una dictadura de la palabra. A mí siempre me cuestionan porque no me entienden, me dicen que tengo que explicar todo, y resulta que yo no le puedo decir a otra persona, oye, yo no entiendo tu movilidad física, ¿me explicas? Hablar desde los números me parece interesante, pues la subjetividad personal desaparece y aparecen otras lógicas como, por ejemplo, organizarse colectivamente. Y, además, la obra se constituye así, porque la obra se da en esa unidad más simple que es el cuarteto. Fue nuestro inicio. Mi deseo con ello es volver a la danza, pues esta se ha volcado al pensamiento y yo quiero que el cuerpo exprese y que la gente empiece a leer el cuerpo. Los cuerpos de los espectadores están insensibilizados, sentados, viendo la pantalla, pero cuando yo veo en ese formato algo que no tiene palabras, entonces se apela a que esa fisicalidad empiece a permear. Cuando las personas dicen, no entiendo la danza contemporánea porque es muy hermética, es la hora de soltar la cabeza. Comenzar a ver las leyes físicas, la energía, el peso y eso lo hemos perdido. Los antiguos sabían de distribución de peso y las leyes físicas en nuestro cuerpo. Esas son las cosas que uno tiene que comprender, no una intelectualidad. Hay una necesidad de reafirmar el espacio escénico, es lo que me gusta”. ¿Cómo se enfrenta un proceso creativo inmersos/as en el estallido social? “Para mí la revolución es eso, no dejar el arte y cuestionar qué estamos haciendo. Igual ha sido todo muy intenso, esto nos convida a pensar formas de resistencia, como hacer coreografías. Parte del sistema es que todo el mundo está haciendo por goteo, a nosotros nos robaron el tiempo y está todo parcelado, y el concepto de obra también se ve afectado. Es empezar, en concreto, a trabajar en ese tipo de relaciones que en danza es tiempo, espacio y energía, tanto en el hacer como en el adentro y el afuera. Estas generaciones están todas atrapadas en el adentro, en la cabeza, en la soledad, aún estando conectadas y ahora, con el estallido, el afuera aparece de forma potente y los chicos lo vieron. La invitación es a salir, pero ahora no en forma literal, de irse a la calle, sino que referido a un despertar y qué significa eso. Entender lo que está sucediendo afuera y para esa comprensión hay que distribuir esa variable sensible. La contingencia entra directamente con el proceso creativo y mi sintomatología como artista ya venía por ahí. Recuperar el colectivo, no para igualarnos, sino para recuperar el unísono. En mi generación, yo era súper crítica a eso de hacer todos lo mismo, pero ahora, toma un sentido otro. Hay un gran unísono en el sentido colectivo”. Volviendo al montaje, al parecer, en el proceso creativo, no habría una dramaturgia específica, sino que más una poética que le atraviesa “Sí, hay un pensamiento. Pero el pensar no es solo reflexionar en términos teóricos, sino que pensar es cuando hay organización y hay un algoritmo. Es un acto cerebral donde se unen una lógica, un tiempo y un espacio. No una reflexión literal de algo. Es organizar un tiempo y un espacio, como en las marchas, por ejemplo. En el grupo hay una motivación de llevar al arte lo que se está haciendo y sucediendo en las calles, pero no se puede hacer en el mismo formato. Esto tiene que tener otras luces y yo quisiera llevarlos a lugares más luminosos”. En el fondo, porque hay resistencia es que hay arte. “Sí, claramente, porque además nosotros no tenemos el arte y la cultura como parte de nuestra vida, como en Argentina, por ejemplo. Pero todo está aflorando, como los feminismos. En ese sentido, la danza es un medio muy machista, cuando una dice que es bailarina, te dicen, qué lindo, o que eres puta. Yo viví siempre eso. Había que tener una resistencia muy potente porque es ahí cuando el feminismo emerge y las generaciones jóvenes lo tienen más claro. Esos lugares en los/as chicos/as de EMFOCO ya están, por la diversidad del grupo de bailarines y esos cuerpos no hegemonizados”. “4/ver. pensar. sentir. actuar” tendrá su estreno este 4 de diciembre, a las 18:00, en la sala de espectáculos de Artistas del Acero. La entrada tiene un costo general de $2.000 pesos, con posibilidad de activar un 2x1 en boletería. La obra de danza es para todo público. Si deseas conocer algo más del proceso creativo y el estreno, puedes ingresar a las plataformas digitales del Programa EM:FOCO y de Escénica en Movimiento. Facebook EMFOCO: www.facebook.com/emfoco.escenicaenmovimiento/ Facebook Escénica en Movimiento: www.escenicaenmovimiento.cl Página Web: https://www.facebook.com/escenica.enmovimiento/
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