1. En la última cadena nacional de radio y televisión de la Presidenta Cristina Fernández emitida el 4 de febrero, buena parte del kirchnerismo de base esperaba anuncios pro-populares. Sin embargo, concretamente la mandataria se limitó a comunicar el reajuste semestral legal a las pensiones de un 11,3 % para una porción de los jubilados. El mínimo mensual que percibirá la mayoría de los trabajadores pasivos desde marzo de 2014 quedó en U$D344. De acuerdo a los funcionarios del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) y a centrales sindicales, una canasta básica de alimentos se encuentra en alrededor de U$D1000. En este sentido, el aumento nominal de pensiones ya fue pulverizado por la inflación incluso antes de su proclamación.
Sectores del peronismo progresivo, de abajo, que confunden de buena fe a Evita con Ernesto Guevara, aguardaban medidas conforme a los frecuentes relatos nacional-populares y antiimperialistas provenientes de la Casa Rosada. La fotografía de Cristina Fernández con Fidel Castro en Cuba en el marco de la CELAC, también fue profusamente distribuida por medios oficialistas y redes sociales. En ningún lugar se informó que en la ocasión Fidel se reunió con varios presidentes y que ello es una costumbre histórica del líder de la Revolución Cubana. No una excepción.
En su alocución, la jefa del Ejecutivo realizó un emplazamiento a la denominada burguesía nacional para que invierta en el país y no coloque sus capitales fuera de Argentina. El problema nuclear del discurso es que no existe una suerte de burguesía nacional, patriótica, obligada a ‘devolver la mano’ después de extraer sus ganancias de la explotación de trabajadores y recursos en Argentina. Ni los capitales ni los pueblos tienen patria –un fetiche recursivo sobreviviente del modernismo romántico-. Tienen intereses antagónicos. La denominada melancólicamente burguesía nacional (cuya propia existencia resulta discutible y, de subsistir como rémora histórica, carece de hegemonía en todas la economías dependientes en la época del capitalismo mundializado y uniformador como nunca antes en el devenir de este modo de producción) buscará siempre, debido a la ley interna de su movimiento, la mayor utilidad. Aunque ello comporte, como está ocurriendo, destrucción de fuerzas productivas, en particular de trabajo y salario, y multiplicación del subcontratismo, empleo informal sin seguridad social ni previsión y hasta trabajo semi-esclavo femenino, migrante e infantil en talleres que fabrican piezas textiles y en la explanada sojera y frutícola.
El empresariado ‘nativo’ opta por colocar sus utilidades en la bolsa, el casino financiero, bancos transnacionales, el negocio inmobiliario, mientras espera mejores condiciones para sus metas privadas. ¿Qué observar del gran capital de Chevrón, Monsanto, Barrick Gold, Shell, el retailer y su alianza sanguínea, concentrada y de sentido con la banca del Citi, Francés y HSBC? Bajo el capitalismo en forma y en crisis argentino, la presión gubernamental sobre el capital resulta moral, emotiva, televisiva y tiene la eficiencia de un garabato contra un caza de armas láser de última generación.
2. ¿Cuál es la combinación interdependiente que explica en gran medida la crisis en Argentina? El paquete sincrónico del pago de la deuda externa infinita (la actual administración intenta renegociarla con el Club de París mientras Alemania amenaza con acudir al Fondo Monetario Internacional), la reciente devaluación o paulatino sinceramiento monetario, la estanflación y la especulación en todos los pisos del edificio social. La corrupción merece una enciclopedia aparte.
3. La condición vacilante del gobierno nacional hasta hace no tanto, finalmente ya ‘eligió’ por fuerza y ausencia de voluntad soberanista el recetario ultra liberal, apenas morigerado por programas sociales y subsidios a las empresas privatizadas de los servicios básicos con compromiso de tarifas bajas para gran parte de la población. Programas sociales cada vez más focalizados y subsidios en plan de pronto desfinanciamiento estatal. La deuda externa, la importación de energía y hasta de productos alimenticios de primera necesidad drenan los ahorros públicos.
4. Un costado del peronismo histórico ligado a los intereses populares, esperaba pegado a la radio iniciativas ofensivas. Se hablaba de la necesidad de la nacionalización de una fracción de la banca, del comercio exterior y de sectores estratégicos de la economía. Serían medidas que no tienen que ver con el socialismo revolucionario ni del siglo XXI ni del XX. Por el contrario, podrían funcionar como contención política a la oportunidad de estrategias del poder popular e ingobernabilidad frente al capitalismo en crisis. No obstante, ese giro fue clausurado por la componenda en el Ejecutivo.
En una iniciativa de timbre nacionalista más efectista que efectiva, la militancia oficialista convocó a la ciudadanía mediante las redes sociales y pegatinas, a una suerte de boicot contra la especulación de las grandes cadenas de hipermercados de capitales no argentinos (a primera vista). El objetivo es que el viernes 7 de febrero (mientras se redacta este borrador) los consumidores opten por otras empresas o ventas al menudeo de modo que los grandes hipermercados ‘recapaciten’ respecto de los sobreprecios.
Sin embargo, la especulación en el momento del intercambio a boca de consumidor final se reproduce en todo el comercio. No se trata de un fenómeno privativo de los hipermercados. Los supermercados orientales, las cadenas de maxi-kioscos y hasta el boliche del barrio son presa de la especulación y los sobreprecios. Es la totalidad del comercio minorista el que especula, produce más inflación, remarca los precios u oculta las pocas mercancías de precios fijos y más baratos.
Lo que se ha propuesto al respecto en otros artículos (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=178058) tiene que ver con que la propia comunidad, democrática y colectivamente, sea facultada para destacar delegaciones de vecin@s que supervisen los precios. En fin.
5. El gobierno nacional ha intentando publicitar que todo disenso organizado, no importando su origen, es un atentado a la democracia. Como si la contradicción esencial del período fuera dictadura versus democracia representativa.
Si bien efectivamente existen sectores del capital, grupos de interés y propietarios de importantes medios de comunicación que atacan rabiosa y corporativamente al Ejecutivo de turno por ultraderecha (muchas veces miembros del propio peronismo), mintiendo sin temblores, desinformando y omitiendo, la crisis en Argentina es genuina. Y ninguno de los precandidatos a las elecciones presidenciales de 2015, Scioli, Massa, Macri o Binner, harían otra cosa que aplicar un ajuste antipopular en la actual coyuntura. A estas alturas, las variantes del ultraliberalismo, si es posible, podrían acelerar el recetario imperialista contra los trabajadores y el pueblo.
En tanto, las fuerzas sociales mantienen sus luchas dispersas, puramente economicistas y sectoriales, y la izquierda –mayoritariamente tradicional y parlamentarista-, no terminan de desbaratar la disociación ficticia entre la militancia, su agenda y sus direcciones, y el movimiento social concreto. Mientras continúen conduciéndose en mundos paralelos, unos sobreidelogizados, obreristas, disputando fotografías y diputaciones, y otros recelando de su necesaria politización, se aleja la creación de un polo de inspiración y vocación pos capitalista.