En el nombre de la Locura # 2

altMi nombre es Guillermina, y tengo razones para estar preocupada por mi hijo, doctor. Es decir, él no anda nada bien desde hace algún tiempo, y la verdad es que a una como madre y jefa de hogar la cosa se le pone difícil, sobre todo si no hay, cómo le dijera yo… mucha comunicación.

¿Sabe? el Manolito es un buen hijo, no es de esos que se han quedado pegados en la pasta, o de esos otros tontorrones que se lo pasan todo el día viendo la tele. No. Él de chiquitito fue bien aplicado en sus estudios. Pero hace algunos meses atrás empezó a llegar a la casa con unos libros raros, y el otro día me presentó a una chiquilla un poco mayor que él, bien buenamoza, pero ¿sabe? algo tenía esa joven, era media rara, yo la capté al tiro. Me dio la impresión de que estaba media loca, no le miento doctor.

Mire, ya que me lo pregunta, le diré que el Manuel desde que entró a la U ya no volvió a ser el mismo. Se me puso medio rebelde. Me decía que las cosas podían ser distintas, que no estaba bien que yo trabajara todo el día en ese motelucho, y que él, al igual que sus compañeros, debería estudiar gratis. Un día le paré el carro, le dije que él solo no podía cambiar el mundo. Me respondió que no estaba solo y ahí yo me asusté. Para serle honesta, doctor, yo sabía que este niñito andaba metido en leseras, pero nunca lo vi más allá de una simple chifladura de juventud. Casi me muero cuando una vez apareció en televisión subiéndose a un guanaco con una tijera y cortándole un cable, que parece que es de la cámara por donde los pacos vigilan a los que andan protestando. Y sé que era él, porque a mí no me engaña, yo lo reconozco hasta con capucha.

No doctor, de eso no le puedo echar la culpa a la chiquilla esa… Rita creo que se llama. No, ella apareció después. Manolito siempre llegaba a la casa con unos amigos barbones y medios ojerosos ¡Tenían los labios morados de tanto vino que tomaban! Y si bien nunca lo he visto borracho, varias veces sale de noche sin decirme adónde va. Se ha puesto tan misterioso… Lo que sí, es que desde que anda con la tal Rita está más alegre. Antes siempre andaba malhumorado, como peleado con todo el mundo. Parece que esta jovencita le está dando una poción de felicidad. El problema es que así como feliz, se me está poniendo medio loco también. Empieza a recitarme unas cosas medias raras como:

Vimos girar los fantasmales bailarines 
al ritmo de violines y de cuernos 
cual hojas negras llevadas por el viento

Ay doctor, si a mí lo que me puso mal de los nervios fue el haber descubierto el cuerpo de ese caballero. Mire, yo había terminado ya con mi turno, pero mi jefa me pidió que me encargara de la habitación 23. Lo único que sabía era que la había ocupado un anciano con una señorita mucho menor que él. Pero nunca imaginé que me lo encontraría allí, tendido, con esa expresión tan plácida para tratarse de un muerto. Lógico que murió en el acto mismo, pues doctor. Adónde ha visto usted a un muerto tan sonriente como ése. No, nunca supimos de la chiquilla. Se arrancó a tiempo la tonta no más… Ya, está bien, me tomo dos de esas pastillas antes de dormirme y una de estas otras por la mañana. Gracias doctor, y disculpe por darle la lata, que tenga un buen día.

En cuanto doña Guillermina cerró la puerta, el doctor telefoneó:

— ¿Detective López? Le tengo información sobre Rita. Se nos cayó a la subversión, al parecer…

— A las una en el Cantabria.

— Allí estaré —le contestó el doctor. Cortó y luego volvió a su partida de solitario.

Oscar Sanzana Silva

Ilustración: Felipe Suanes

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