Tras las elecciones del pasado domingo 07 de mayo, la consejera republicana electa en la región de Magallanes, Claudia Mac-Lean, declaró: “La verdad es que sí hemos avanzado. Antes los niños no tenían zapatos. Hoy, todos los niños en Chile tienen zapatos. Hemos avanzado mucho durante las últimas décadas y eso hay que cuidarlo y es en parte por la Constitución que tenemos“. Sus dichos han suscitado un debate que me parece interesante recoger desde la perspectiva histórica.Por Karen Alfaro Monsalve. Historiadora UACh-Valdivia
Reconocemos que los dichos de la consejera se fundan en un imaginario que instaló la dictadura en torno a la infancia, donde mientras se instauraba el terrorismo de Estado y las sistemáticas violaciones a los DDHH, se utilizaron las políticas de intervención sobre la infancia como limpieza de imagen del régimen, apostando a una lógica de carácter “salvacionista”. De ese modo el régimen construyó, por ejemplo, el relato de la superación de la desnutrición infantil, a través de un modelo que no atendía a los problemas estructurales de la pobreza. Modelo que fue denunciado por organismos internacionales en la década del setenta y ochenta, por desarrollar prácticas que separaban a las y los recién nacidos de sus madres en el momento del parto, para internarlos por 180 días y someterles a planes suplementarios de alimentación, sin considerar que ello constituye una grave violación a los derechos humanos. A estas alturas, también conocemos que el carácter de estas prácticas biomédicas sobre la infancia popular, fue acompañado de políticas de adopciones forzadas de niñas y niños hacia el extranjero.
El conjunto de la institucionalidad de la infancia bajo dictadura se instauró bajo una línea de mando, directamente relacionada con la Junta Militar, siendo directoras de las principales instituciones a cargo de la protección y cuidados de la infancia, las esposas de los generales. De este modo, asumió la dirección de la Corporación de Ayuda al Menor (CORDAM) la Sra. Margarita Riofrío, esposa del almirante José Toribio Merino; la Corporación de Ayuda al Niño Limitado (COANIL) estuvo a cargo de la Sra. Alicia Godoy, esposa del general César Mendoza, y Lucía Hiriart de Pinochet asumió como presidenta de CEMA Chile y un conjunto de fundaciones. Esto le permitió a Hiriart articular el trabajo del voluntariado femenino.
La campaña de CEMA Chile de distribución de zapatos a través de los jardines infantiles y centros abiertos, fue liderada por la propia Lucía Hiriart de Pinochet, en alianza con el empresariado cómplice de la dictadura. Efectivamente, así como llegaron zapatos, se distribuyeron diversos objetos de consumo a lo largo de todo el país: electrodomésticos, entrega de juguetes, golosinas, etc. Lo que estaba en el centro de esta política, era instalar el consumo en los sectores populares, transformando a la infancia en un sujeto clave del mercado y del giro neoliberal. Los costos de este proceso y del acceso a bienes mediante el sobrendeudamiento, lo padecemos como una de las herencias del régimen.
Esta política de intervención mediante el control de los cuerpos y las vidas de las infancias -en especial la popular-, se logra también a través de los operativos cívicos-militares, desarrollados en las poblaciones y colegios. Se buscó, además, controlar el peso, la talla, despiojar y “limpiar”, bajo lógicas eugenésicas a las niñas y niños pobres. Se busca con ello, exhibir una “mejor” población, según lo estipulado en la geopolítica de Pinochet, pero a pesar de ello, el hambre se extendió en todas las poblaciones bajo el régimen. En paralelo, de la mano de la comida chatarra, el consumo de alimentación industrial, la población chilena continua hasta la fecha exhibiendo los problemas de obesidad infantil y enfermedades asociadas al cambio de dieta.
La trama de fondo de la intervención de la dictadura sobre la infancia fue acompañada del traspaso patrimonial del fisco a manos de la familia Pinochet Hiriart. Lo anterior, se desarrolló a partir del control sobre hogares e instituciones de infancia, el posterior traspaso a Cema-Chile, Corporación de Ayuda a la Comunidad, u otra fundación liderada por Lucía Hiriart. Dicho lo anterior, frente a la pérdida patrimonial, el Estado subsidiario con la creación del SENAME, establece el modelo de privatización del cuidado de la infancia. La crisis de dicha institución ha dado cuenta de que el modelo que transforma a cada niño y niña en una subvención promueve en la práctica la institucionalización de la infancia y la precarización de sus condiciones de vida.
Las generaciones que vivimos la infancia en la dictadura, tenemos memoria de lo que aquí hemos expuesto y junto con ello, nos embarga un sentimiento compartido: el miedo. Esa sensación de que en cualquier momento algo nos pueda pasar, ese temor a dejar de ver a nuestros seres queridos, ese miedo vuelve cada noche, vuelve en las imágenes, retorna en cada violencia del presente. Estar en los zapatos de la infancia en dictadura, de las infancias que siguen siendo cruzadas por el legado dictatorial, nos enfrenta a los horrores y a las violencias menos discutidas del régimen.
El miedo ha sido inducido a generaciones. Es ese nervio que nos constituye como sociedad, el que hoy se ha capitalizado políticamente por los sectores que buscan la restauración pinochetista del orden. Pero los procesos históricos son dinámicos y las transformaciones sociales siempre han sido lideradas por las fuerzas democráticas, sabremos superar como en el pasado este gris momento y luchar contra todo tipo de tiranías.