Entrevista a la escritora nicaraguense Gioconda Belli

En una casa de madera sobre una colina, con una hermosa vista hacia un horizonte verde, vive, cuando está en el país, la escritora Gioconda Belli. Ella está aquí esta mañana, guapa con su abundante cabellera suelta, con un vaso de gaseosa en la mano, supervisando las obras que unos hombres realizan en la casa de madera.

 

Es apacible esta casa, con esa luz que entra rebelde por las ventanas, con sus adornos, sus pinturas, artesanías y sus fotos familiares como ésta a blanco y negro, en la que una joven y bellísima Belli chinea a una niña. Y también están los libros, tomos con palabras indescifrables, en los que ella aparece posando con la vista fija en la cámara. Son las ediciones extranjeras de sus obras, verdaderos éxitos editoriales en Alemania, en Holanda, en los países nórdicos. Es, dicen, la escritora nicaragüense más leída en el extranjero.

 


Y esta casita de madera en esta colina, frente a ese horizonte verde, es el refugio tropical de esa escritora exitosa. Porque Belli pasa la mayoría de su tiempo entre Los Ángeles y Managua, cuando no anda de gira promocionando un libro. En la ciudad gringa escribe hasta diez horas diarias cuando está preparando una de sus obras; aquí, en la ciudad tropical, descansa, tiene vida social, como dice ella. Aunque también trabaja. Esta vez en el Festival de Poesía de Granada, que este año celebró su quinta edición y que según los medios, los participantes y los organizadores, fue todo un éxito.


Ahí estuvo su amigo Ernesto Cardenal –perseguido por la justicia orteguista–, a quien quiere “muchísimo” porque “es un ser muy lindo y lo pasamos lindo en el festival”. De trago en trago de gaseosa habló de Daniel Ortega, de la esposa de éste, Rosario Murillo, de su pasado en la “épica de la revolución”, de sus primeros poemas eróticos que asustaron a su familia y de su familiaridad con la tecnología, porque Belli tiene un blog y su cara es una más en ese libro virtual de caras que es el Facebook, algo que a la escritora simplemente le “encanta”. Ahí se encuentran poemas, notas, comentarios y la relación que la autora del ya laureado “El infinito en la palma de la mano” mantiene con sus lectores y seguidores.


Y también sus opiniones, la mayoría sobre la situación actual de Nicaragua, muy críticas con la gestión del presidente Ortega y la “extremadamente paranoica” Rosario Murillo. Dos personajes que la escritora tilda de inescrupulosos. “Nosotros construimos a Ortega y cargamos con esa culpa”, afirma la protagonista de aquella revolución que convirtió en mito a Nicaragua.


 


En un poema reciente usted calificó el presente del país como “descarnado y fofo, un presente sin presencia”. ¿Por qué esa afirmación?


Pasamos de una historia épica, heroica, de un pueblo que se unió para derrocar una dictadura, a ser otra vez una república bananera. O sea, un presente que nos avergüenza otra vez. De alguna manera yo siento que en Nicaragua hemos vuelto a un tiempo donde a uno le avergüenza de cierta forma la nicaraguanidad, porque hemos vuelto a tener unos representantes frente al mundo que realmente no cumplen con su función de una manera proba, honrada; y que parecen más bien enamorados del poder, buscando cómo permanecer en el poder cueste lo que cueste. Un gobierno inescrupuloso.


¿Cómo se puede entender a un personaje como Daniel Ortega, que viene de un pasado épico, como usted lo llama, a una situación como la que vemos ahora, arreglado con un político como Arnoldo Alemán?


Yo lo entiendo muy bien porque lo conozco desde hace mucho tiempo. Cuando en el Frente Sandinista estábamos divididos en tres tendencias a finales de los setenta, yo milité en la tendencia de los Ortega (Daniel y Humberto), que era la tercerista, y me di cuenta que eran gente muy inescrupulosa, incluso llegó un momento en que me salí por esa falta de escrúpulos que yo sentía en el actuar de los Ortega en particular.


¿Qué pasaba?


No les importaba violentar cualquier cosa con tal de lograr lo que querían. Ellos son producto de una filosofía que dice el fin justifica los medios.


¿Cómo permitieron ustedes, autores de esa revolución, el hecho de que una persona como ésta formara parte tan importante de ese proyecto?


Porque en la revolución no todo mundo es santo y habían cosas buenas que (ellos) hacían. Vos te tenés que dar cuenta que una revolución no sólo la hacen los héroes. No. Hay gente que opera, que maneja, que hace cosas que no siempre son las que idealmente deberían hacerse. Nosotros veíamos eso y había discusiones internas, pero pensamos que era más importante la derrota de la dictadura, que teníamos que hacer de tripas corazón.A mi juicio Daniel Ortega llega a ser jefe de la Junta de Gobierno porque era el que menos amenazaba los egos de los otros que tenían una figura más destacada a nivel internacional como Tomás Borge, Modesto (Henry Ruiz), Jaime Wheelock, que eran como más estrella. Para que no hubiera celos entre ellos agarraron a Daniel, que era una figura más bien apagada, tímida, para que ocupara ese puesto en la junta de Gobierno, con el entendido de que la dirección del proceso iba a descansar en la Dirección Nacional del Frente Sandinista, como realmente fue.


Ahora vemos a un Daniel Ortega que parece haberse apoderado del Frente Sandinista. ¿Cómo se dio ese proceso?


Se dio en base a usar informaciones tergiversadas contra las personas que querían cambiar las cosas dentro del Frente Sandinista. Daniel Ortega aprovechó la confianza de la gente para desprestigiar y acusar a todo el que venía surgiendo dentro del partido y que quería plantear algo nuevo. Fue así que se echó contra Sergio Ramírez, contra el comandante (Henry) Ruiz, contra todos los que fuimos alzando la voz. O sea que de un día para otro a una persona que estaba al lado de él, la convierte en un enemigo y comienza a endilgarle todos los adjetivos que pueden tener eco en las bases: derechista, capitalista, imperialista, que está arreglándose con la Embajada norteamericana.


Ésos son reflejos pavlovianos dentro de la base sandinista. Nosotros construimos a Daniel Ortega y ésa es una culpa que tenemos dentro del sandinismo, porque él era una persona bien corta, los primeros discursos eran lamentables, nunca fue un gran estadista; pero necesitábamos esa figura para concentrar en una persona esa lealtad a la revolución, el heroísmo. Él se convirtió en el símbolo de la revolución.


¿Cuál fue el papel de Daniel Ortega durante la insurrección?


Daniel estuvo preso, después entró a Nicaragua un rato, pero él pasó casi todo el tiempo en Costa Rica. Entró al final, cuando estaba tomado León.


¿No combatió?


Él no estuvo en combate en ningún momento de la insurrección, como no estuvo mucha otra gente. Bayardo Arce estuvo en combate, Carlos Núñez, Luis Carrión. Fueron jefes de las columnas guerrilleras. Pero Daniel y Humberto Ortega estuvieron en Costa Rica.


¿Ese 30 por ciento del electorado que se dice apoya a Ortega lo hace por la figura de él como líder o lo hace por la idea de revolución y la nostalgia de la lucha que se libró?


Hay una profunda nostalgia por el heroísmo y la entrega y el idealismo que significó el sandinismo. Yo siento eso y me llama también la atención porque es como que a Daniel Ortega le aguantan todo mientras puedan cantar las canciones y puedan ir a la plaza y puedan sentir que conservan ese legado de lucha. Siento que la gente todavía no se ha dado cuenta que están siendo cómplices de un sandinismo malversado, porque siguen creyendo que Daniel Ortega es todavía el depositario de ese legado. Y eso ellos lo manipulan muy bien con la forma que usan los símbolos del Frente, de la música, de Sandino. Ellos viven de la nostalgia del pasado que tiene mucha gente que vivió o que hubiera querido vivir ese período. Porque los jóvenes ven todo este asco de corrupción, malversación, y les hablan de cómo fue la revolución, de cómo la gente estaba dispuesta a morir por este país, y el joven es idealista y quisiera haber vivido eso.


Pero los jóvenes también se preguntan si en este país de verdad hubo una revolución. ¿Cómo se le puede hablar a una nueva generación de esa lucha si el país que miran da la impresión de que no pasó nada?


Yo no estaría de acuerdo con decir que no pasó nada. Vos no viviste la dictadura somocista. Todos los que vivimos la dictadura nos damos cuenta de que sí pasaron cosas y que a pesar de todo este triste estado de cosas, no estamos en el somocismo. El somocismo era un nivel de terror, aquí te mataban. Ésta es una democracia aspirando a dictadura, pero todavía no la califico como una dictadura. Están trabajando hacia una dictadura, hacia una situación en la que no nos vamos a poder mover.


Es sofisticado lo que están haciendo, están tratando de guardar las apariencias democráticas hasta donde puedan. Ésa, por lo menos, es una ganancia para nosotros, porque el día que aquí suelten al ejército, el día que Daniel Ortega controle el ejército, la policía y que te lleguen a sacar de tu casa en la noche, ésa es otra cosa. Eso es lo que pasaba con el somocismo.


Pero está el temor a manifestarse y el hecho de que le quitaron al pueblo la capacidad de poder decidir a través del voto.


¡Claro! Y eso es gravísimo, porque si vos te quedás sin la posibilidad de votar, ahí es donde entramos al terreno del somocismo. Aquí tuvimos que llegar a las armas porque no podíamos votar. Nadie iba a votar porque sabía que era una farsa. Ésa es una conquista importantísima que habíamos tenido gracias al Frente Sandinista, y que el mismo Frente Sandinista la malverse, la destruya, eso es bien triste.


¿Qué opción le queda a la gente?


A mí me parece que todos tenemos que hacer la mayor presión posible: salir a las calles, desobediencia civil, unirnos en diferentes formas, los jóvenes, los estudiantes. Yo tengo gran fe en que los estudiantes retomen la universidad, porque ha sido el bastión de las luchas en este país. No hay que permitir que vayamos a otras elecciones con estas reglas del juego. Tenemos dos años para poner al Gobierno contra la pared, cuesto lo que cueste.


El Presidente ha dividido a la sociedad entre oligarcas y pobres, entre culitos rosados y el pueblo. ¿Cómo se puede entender eso? ¿A qué cree que aspira el Presidente?


Creo que no tiene una visión clara de país, tiene una visión obsoleta. Pensé que él había crecido un poco más, leído un poco más, que se había enterado de que hubo una crisis en la izquierda, de que cayó el Muro de Berlín, la izquierda mundial ha estado tratando de encontrar un modelo distinto. A pesar de que él ha respetado a la empresa privada, su mente a nivel de discurso todavía está en los años setenta, se quiere sentir como el apóstol del socialismo, sin entender de qué tipo de socialismo podemos estar hablando ahora, porque ya no podemos hablar en los mismo términos de cuando se hizo la revolución cubana; el mundo es diferente. Yo creo que es un tremendo manipulador y sabe usar ese discurso y lo usa a conciencia para manipular la mentalidad de la gente y hacerles creer que están en una revolución, mientras que por el otro lado está afianzando un proyecto familiar que le va a permitir quedarse en el poder, ya sea directamente o desde abajo.


Una nueva dinastía.


No me extrañaría que pusiera a Rosario Murillo de candidata a presidenta. El hecho de que haya puesto a Rosario Murillo de copresidenta es un abuso sin nombre, porque a esa persona no la eligió nadie. Eso te da una idea de que es capaz de hacer cualquier cosa. ¡Lleva a los hijos a los viajes! Estamos hablando de una familia dinástica, que tiene la potencialidad de ser una dinastía. Por eso nos aflige a todos.


¿Rosario Murillo tuvo en los ochenta un papel tan fuerte como el que tiene ahora?


No. Rosario Murillo era poeta y colaboró con el Frente en los setenta igual que colaboré yo. Ahí fue cuando la conocí, tuvimos que hacer un trabajo juntas. Después se fue para Costa Rica y se iba a salir del Frente, se iba a ir para París a estudiar cine, ya no quería nada, porque había una situación difícil y se estaba dividiendo el Frente. De repente se encontró con Daniel Ortega y se enamoraron y se quedaron juntos. Durante los ochenta ella fue directora de la Asociación Sandinista de Trabajadores de la Cultura y también estuvo desaparecida por mucho tiempo, no se le veía por ningún lado. Durante un congreso sandinista la gente votó contra ella para que no fuera parte de la asamblea sandinista.


Nunca fue un personaje muy querido.


No. Y además Rosario jamás hubiera podido tener ese papel destacado en la Dirección Nacional porque no la hubieran aceptado. Ella es una persona inteligente, que es organizada...


¿Culta?


Sí... ha leído... no sé qué tan culta... Sí, yo diría que es culta en términos de este país. El problema de ella es que es extremadamente voluntariosa, extremadamente paranoica, inescrupulosa porque no tiene escrúpulos para lograr lo que quiere. En el camino de lo que quiere se pasa llevando a quien sea. Es inmisericorde con la gente que ella siente que no está con lo que ella dice. Poco a poco la gente se va a ir dando cuenta de eso, porque ella puede ser muy encantadora al principio, pero de repente, cuando has entrado en ese creer en ella, creer que se pueden hacer cosas con ella, de repente todo cambia: ella se convierte en un ser que te va a perseguir.


¿Eso fue lo que pasó en los ochenta con la Unión de Escritores?


Exactamente. Nos persiguieron tremendamente. Nos paramos, fuimos una fuerza crítica. A mí Daniel Ortega llegó un momento en que me dijo: “Entregame tu carné; o hacés lo que yo digo o te expulsamos del Frente”.


¿Y qué hizo?


Hice lo que él dijo (ríe)... Una de las pocas cosas de las que me arrepiento. Dije que no le iba dar el gusto a Rosario Murillo de que me expulsen del Frente por ella. Pero fue un error.


Entonces bajaban la cabeza ante Daniel Ortega.


Así es. Para nosotros no era Daniel Ortega, era la dirección del Frente. Te ponían contra la pared.


¿Cómo se puede explicar que Rosario Murillo ahora es la mujer más poderosa de este país?


Porque es la esposa de Daniel Ortega, porque él le ha cedido ese poder.


¿Y a qué cree que se deba que le haya cedido ese poder?


Porque él la necesita, porque la vio útil, que ella es hábil con la cuestión del manejo, de la propaganda, de los símbolos y es inescrupulosa totalmente. A mí me parece que eso de que hayan puesto esos letreros que dicen cumplirle al pueblo es cumplirle a Dios, los rezadores, esos árboles de Navidad... Usar el símbolo del Árbol de Navidad para el aniversario de la revolución es una manipulación de primer orden, es un símbolo religioso, igual que las vírgenes...


Y está la figura de Sandino, que pusieron donde estuvo la de Somoza.


¡Eso es tristísimo! Estaba viendo eso y me dije que es una barbaridad. ¡Cómo se les ocurrió! Ese lugar que es tan emblemático, que debió haber quedado sin nada.


 


¿Y cree que el Frente Sandinista permita un mayor ascenso de Murillo?


El Frente permite todo. El problema del Frente es que no sólo es un partido que responde a una disciplina, sino que hay plata, esta gente está comprometida económicamente con el Frente, hay intereses. Las personas que rodean a Daniel Ortega tienen intereses económicos fuertes y ahí es otro tipo de dinámica la que opera, la de la supervivencia económica, el enriquecimiento. Ahí ya se acabó la ética, la mística.


¿Y hacia dónde va el Frente Sandinista?


Creo que tiene la tendencia a convertirse en una especie de PRI (el mexicano Partido Revolucionario Institucional), un partido corrupto, de clanes, de lados, de quién está con la Rosario, quién está con Daniel, quién está con Bayardo.

Etiquetas
Estas leyendo

Entrevista a la escritora nicaraguense Gioconda Belli