Entrevista a Néstor Kohan: La filosofía de la praxis hoy

* ¿Cómo ves el mundo contemporáneo? ¿Existe una alternativa actual al capitalismo?

En nuestra opinión, hoy en día el mercado capitalista y el “american way of life” (modo de vida norteamericano) se han impuesto y generalizado de manera brutal a escala planetaria. A pesar de la crisis aguda (todavía peor que la de 1929) que hiere al capitalismo en sus entrañas, sus propagandistas lo presentan en los medios de comunicación como el único modo de vida posible. En ese contexto, se torna más necesario que nunca repensar una alternativa para los pueblos oprimidos, para la juventud rebelde, para la clase trabajadora que resiste, en todo el mundo, pero en particular en Nuestra América. La mejor alternativa, la más viable, la más posible, la más deseable, la más potente y además la más abarcadora de todas —porque no deja a ningún movimiento social afuera e integra todas las rebeldías en un mismo arco iris anticapitalista— es la teoría del marxismo y el proyecto político socialista-comunista. No es la única alternativa, hay otras, pero en su gran mayoría, las demás son rebeldías de corto alcance, de mirada miope, de radio restringido (porque por lo general suelen dar cuenta únicamente de un tipo específico de dominación, sin mirar ni abarcar al conjunto del sistema capitalista como una totalidad). Esas otras alternativas, aunque justas y necesarias, sin embargo suelen carecer de la capacidad teórica y del proyecto político de largo alcance, estratégico, para aglutinar al conjunto de clases, capas, segmentos y movimientos sociales de los oprimidos contra la totalidad del sistema capitalista. El marxismo, en cambio, sin desconocerlas ni darles la espalda, las integra, incorpora sus reclamos, permite articularlas dentro de un horizonte mucho más radical, más ambicioso, más profundo y con un grado de solidez teórica que las demás no tienen. Por eso, en nuestra opinión, todavía no ha nacido una teoría del mismo nivel de comprensión y de la misma capacidad crítica y política del marxismo —entendido como filosofía de la praxis— que pueda llegar, quizás, a reemplazarlo o a superarlo.


* ¿A qué nos referimos cuando hablamos de filosofía de la praxis?

El marxismo entendido como filosofía de la praxis hace referencia a una visión política e histórica de su filosofía, es decir, una concepción del mundo y de la vida que no se restringe a un conjunto de textos para consumo universitario o un simple recetario de índole “doctrinario” con su paquete cerrado y clausurado de preguntas y respuestas, de citas permitidas y autoridades consagradas (por lo general europeas).

La filosofía marxista de la praxis ha aspirado históricamente a descentrar la filosofía, a hacerla girar sobre sus propios pies, a sacarla de su cómodo lugar (en el cual discute consigo misma sin “contaminarse” con las luchas y conflictos sociales) invitándola a buscar un sujeto social y político colectivo que pueda realizar sus sueños, proyectos y programas de emancipación. Esa aspiración le ha valido el desprecio, la sorna o la ironía de los profesores de filosofía y de toda la Academia en general ya que el marxismo resulta siempre incómodo, políticamente incorrecto y sumamente molesto. Para decirlo con una expresión sencilla y popular: el marxismo jode. No se deja encasillar en los moldes del saber universitario, en las “carreras” y en sus parcelas. El marxismo entendido como filosofía de la praxis no es “filosofía” en sentido estricto, como tampoco es “economía”, “sociología”, “historia”, “ciencia política” ni “antropología”. No es nada de eso en particular y es todo eso al mismo tiempo, superando cada uno de esos saberes cristalizados, segmentados y parcelados, convertidos en “disciplinas” supuestamente autónomas.

Al no aceptar la parcelación universitaria del saber en “factores” inconexos y aislados, el marxismo entendido como filosofía de la praxis provoca y molesta a las distintas corporaciones académicas. Le “falta el respeto” a lo ya consagrado y se vuelve un insecto molesto para todos los que pretenden monopolizar el saber según las normas y rituales del sistema de dominación.

Al emprender esa tarea, la filosofía de la praxis realiza una terrenalización de la filosofía marxista, desanudando cualquier posible lazo con las metafísicas tradicionales que tan bien calzaban en las parcelas universitarias (el “materialismo dialéctico” como saber para la disciplina filosófica, el “materialismo histórico” como teoría sociológica, la “economía marxista” como conjunto de leyes apropiadas para la disciplina económica y así de seguido…).

En realidad, el marxismo entendido como proyecto político de hegemonía socialista, concepción materialista de la historia, filosofía de la praxis y teoría crítica de la sociedad capitalista no se adapta a los saberes parcelados ni intenta acoplarse a supuestas disciplinas autónomas, separadas entre sí, despolitizadas y deshistorizadas, falsamente universales (en realidad totalmente impregnadas de eurocentrismo por sus categorías, por su objeto de estudio, por las únicas “autoridades” que se suelen usar como referencia, etc).

En ese sentido esta concepción de la filosofía de la praxis se desmarca de una manera tradicional de comprender el marxismo como “doctrina” universalizante, sin raíces propias, sin referencias concretas a nuestra historia, a nuestra tradición y a nuestra identidad colectiva como pueblos en lucha contra el colonialismo, el imperialismo y la dominación capitalista.


* ¿Qué vínculo establecería la filosofía de la praxis entre la teoría y la práctica?

Mucho se ha debatido sobre esta pregunta. Cientos de libros se han escrito al respecto. Me animaría a trazar dos analogías para responderla de manera no trillada ni repetir lugares comunes.

(a) ¿Qué vínculo hay entre “la gran teología” que manejaron siempre los intelectuales del Vaticano y el catecismo de un cura de un barrio de un país periférico?

(b) ¿Qué relación se podría establecer entre “la filosofía seria” que se enseña en la alta Academia y los libros populares de autoayuda que circulan en los shoppings?

En ambos casos, (a) y (b), se produce un proceso de terrenalización y mundanización de los planteos teóricos. Con el cura del barrio, en un plano, y con los manuales de autoayuda, en el otro, los grandes planteos metafísicos “bajan a la Tierra”, adoptan un lenguaje comprensible y popular, dejan de ser simples relatos teóricos para convertirse en normas de conducta práctica a seguir en la vida cotidiana. La metafísica (laica o religiosa) se transforma de este modo secular en ética y política orientando a las personas en el día a día.

Con el marxismo sucede algo similar. La filosofía de la praxis descentra la concepción materialista dialéctica tradicional (que generalmente discute sobre cosmología, dejando a un lado los problemas de la vida humana como si fueran secundarios bajo la errónea acusación de “subjetivismo” o incluso de “idealismo”) para terrenalizarla, desplazándola del ámbito de la especulación ahistórica, trayéndola al mundo de la vida social y de la praxis histórica revolucionaria de los pueblos oprimidos y las clases explotadas en lucha. La filosofía de la praxis de algún modo integra “la gran teoría” con las normas prácticas de vida en la cotidianeidad. En esa analogía, sería la síntesis entre la teología más refinada y abstracta del Vaticano y las normas de conducta práctica que un cura de barrio promueve entre la juventud de una parroquia de un país periférico.

Siguiendo con esa analogía, aunque comparte la terrenalización del pensamiento, una de las principales diferencias entre la filosofía marxista de la praxis, por un lado, y las concepciones del catecismo que maneja un cura de un barrio y los manuales de autoayuda, por el otro, reside en que la filosofía de la praxis no sólo cuestiona la vulgarización de las grandes concepciones del mundo que realizan los catecismos y los manuales de autoayuda. Además, la filosofía marxista de la praxis apunta a romper con las jerarquías entre la filosofía para la elite y la filosofía para las masas, tan característica de la teología por un lado y el catecismo por el otro, o entre las metafísicas universitarias, por un lado, y la autoayuda popular, por el otro. La filosofía de la praxis apunta sus cañones contra las jerarquías que separan a “los que saben” de “los que no saben”. En lugar de reforzar esa asimetría (tan característica de la Iglesia oficial del Vaticano o de la Academia universitaria) tiende a disolverla, socializando el saber y terminando con el reinado elitista de los “médicos brujos”, es decir, con el repugnante monopolio del saber en pocas manos y cerebros que presupone una escisión entre la teoría y la práctica, entre el cerebro y la mano, entre el alma y el cuerpo.

Otra diferencia importante se encuentra en que, a diferencia del catecismo y la autoayuda, la filosofía marxista de la praxis aspira a cambiar de raíz el mundo con un trabajo paciente, militante y a largo plazo. De este modo elude el tramposo atajo de las soluciones mágicas que proporcionan la falsa promesa de una felicidad inmediata, tan típica de la autoayuda, y tan característica de la obediencia a las instituciones (eclesiásticas, pero no sólo ellas) en las que el catecismo popular educa a los chicos y jóvenes.


* ¿Cuáles son las principales polémicas con otras concepciones del marxismo, como la del DIAMAT?

La filosofía marxista de la praxis no sólo polemiza y discute al interior del marxismo. Sus principales polémicas se desarrollan contra las visiones apologéticas del capitalismo, es decir, contra la derecha. Esta corriente de pensamiento critica y cuestiona desde las versiones universitarias más refinadas del posmodernismo, posestructuralismo, posmarxismo, positivismo, etc, hasta las versiones más rudimentarias de la autoayuda o el catecismo, como anteriormente te comentaba.

En nuestra opinión, la polémica con la derecha es el principal ámbito de combate teórico de la filosofía marxista de la praxis. Pero sus discusiones también tienen efecto al interior de la teoría revolucionaria y el campo popular.

La filosofía marxista de la praxis nace, precisamente, durante el siglo 19, en polémica con el materialismo ilustrado heredero de la revolución francesa de 1789 y con el idealismo de los filósofos alemanes simpatizantes de la revolución burguesa. Esas son sus primeras polémicas históricas. También polemizó con la visión metafísica de los economistas burgueses (tanto de los economistas científicos, que buscaban la verdad aunque no la podían encontrar por sus límites de clase, como de los economistas chantas, que Marx denominaba vulgares, ajenos a la búsqueda de la verdad y de la ciencia). Y al mismo tiempo polemizó con el socialismo “autogestionario” y “cooperativo” que creía ingenuamente que se podían construir islas socialistas dentro del océano capitalista, es decir, cooperativas autónomas comunistas sin trastocar el conjunto de las relaciones sociales de producción capitalistas. Por otra parte, polemizó con la vertiente gradualista y reformista que creía llegar al socialismo con créditos del Estado y con el apoyo de los gobiernos. ¡Muchas polémicas al mismo tiempo! Así nació el socialismo y el comunismo contemporáneo, en medio de debates y polémicas. Con el correr del tiempo, ya cerca del siglo 20, el marxismo desarrolló muchas otras polémicas (con la variada familia del positivismo, con el neokantismo, con distintas variantes del irracionalismo, etc). Es recién con el advenimiento del stalinismo (alrededor de 1930) cuando la filosofía marxista de la praxis discute al interior del marxismo con la versión filosófica oficial que se intentó elaborar en la Unión Soviética durante la época de Stalin (corriente bautizada, por sus inspiradores soviéticos, con el término DIAMAT que resumía el materialismo dialéctico). Recién entonces la filosofía marxista de la praxis arremete en toda la línea contra el evolucionismo, el etapismo, el economicismo y su principal fundamento filosófico, el llamado DIAMAT. Tampoco se detuvo ahí. Creemos que hoy, en el año 2012, la principal polémica teórica de la filosofía marxista de la praxis no es contra el DIAMAT en el cual ya casi nadie cree y expresa escasa circulación entre las organizaciones de izquierda. Hoy la principal tarea, ya no frente a la derecha sino al interior del propio campo popular, consiste en discutir con los derivados políticos del posmodernismo y el posestructuralismo (ambos de origen estrictamente europeo, principalmente francés) que en Argentina suelen adoptar el nombre más simpático y el envoltorio menos chocante de “autonomismo”.


* ¿Quiénes han sido los principales exponentes de la filosofía marxista de la praxis?

La lista es demasiado larga… En primer lugar, obviamente, los fundadores de esta tradición: Marx y Engels. Luego de ellos el italiano Antonio Labriola, Lenin, Trotsky, Rubin y Lunacharsky en Rusia, la judía polaca Rosa Luxemburg, Mehring en Alemania, Lukács en Hungría, Gramsci en Italia, Mariátegui en Perú, el Che Guevara en toda América Latina, Sánchez Vázquez en México, Henri Lefebvre en Francia, Karel Kosik y Jindřich Zelený en Checoslovaquia, Löwy, Konder y Coutinho en Brasil, entre muchísimas otras y otros pensadores (imposible nombrarlos a todos y recorrer todos los países). Pero si partimos de la hipótesis de que esta concepción no es sólo teórica, sino también práctica, me animaría a incluir en esa enumeración de ningún modo exhaustiva a todos y todas las militantes del marxismo revolucionario de Nuestra América y del mundo, hayan escrito o no grandes obras marxistas. ¿O nuestro Mario Roberto Santucho —sin una obra escrita comparable a Historia y conciencia de clase de Lukács o a los Cuadernos de la cárcel de Gramsci—, por su concepción política y por como la llevó a cabo, no perteneció acaso a esta tradición del marxismo revolucionario?


* ¿Cómo se desarrolló esta concepción en América Latina?

De manera desigual, accidentada y siempre sometida a un continente explosivo, marcado a fuego por los genocidios, las dictaduras militares y numerosas revoluciones, desde la mexicana y la boliviana hasta la cubana y la nicaragüense, ente muchas otras, triunfantes o fallidas. De todos nuestros pensadores marxistas sin duda el peruano Mariátegui fue el más original, acompañado por el combativo joven Julio Antonio Mella en Cuba, el salvadoreño Farabundo Martí y el erudito argentino Aníbal Ponce o el gran dirigente cordobés de la Reforma Universitaria Deodoro Roca. Años más tarde, esta concepción creadora del marxismo alcanzó su cenit con la obra, el pensamiento y la práctica política del Che Guevara y toda la corriente que en él se inspira. Corriente que no quedó sepultada en los años ’60. La insurgencia continúa hoy, en pleno siglo 21, batallando en Colombia con las FARC-EP y en varios otros países, desafiando dogmas y modas universitarias, grandes “analistas” mediáticos e inclusive pretendidos marxólogos que de manera triste, gris y mediocre citan palabritas sueltas de Marx… para oponerse a las rebeliones populares y a las insurgencias contemporáneas. Creo que esta concepción del marxismo ha sido tan rica y productiva que generó diversas creaciones originales de Nuestra América, desde la teoría marxista de la dependencia con Ruy Mauro Marini hasta la teología de la liberación, pasando por la pedagogía del oprimido de Paulo Freire entre muchos otros y otras.


* ¿Qué lecturas sugerís para iniciarse en el estudio de esta concepción?

En primer lugar leer al Che: “¿Qué debe ser un joven comunista?”, texto formidable… “El socialismo y el hombre en Cuba” y el “Mensaje a los pueblos del mundo a través de la Tricontinental”, también del Che. Los 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana de Mariátegui; Humanismo burgués y humanismo proletario de Ponce, Poder burgués y poder revolucionario de Santucho, el Cuaderno Nº 11 de los Cuadernos de la cárcel de Gramsci, las Tesis sobre Feuerbach de Marx, el ¿Qué hacer? de Lenin; “La cosificación y la conciencia el proletariado” de Lukács… Pero también sugeriría leer a Mariano Moreno y a Simón Bolívar, conocer la historia de San Martín, Artigas y Toussaint-Louverture, conseguir la novela El recurso del método de Alejo Carpentier, mirar y discutir películas como Queimada, Los traidores, entre muchas otras…


* ¿Cuáles son las tareas que desde la izquierda deberíamos encarar para reactualizar y darle vida a esta tradición?

No tengo la bola de cristal ni me siento un profeta. Sólo tengo opiniones y ni siquiera sé si son válidas. Hay que acabar con la ingenuidad de creer que la gente que escribió o leyó libros “tiene la precisa”, aferró la verdad con sus dedos y tuvo acceso al futuro. No es así. Basta de “médicos brujos”. Simplemente pienso y siento que debemos darles la espalda a quienes nos quieren convencer que el guevarismo es algo “viejo” y “pasado de moda”, que la estrategia para la toma del poder es “autoritaria” y “vanguardista”, que para defender las luchas sociales y los movimientos de la base hay que abandonar la construcción de organizaciones que vayan más allá de las reivindicaciones del día a día. No tenemos la receta infalible (el que dice que la tiene sencillamente miente) pero sabemos que debemos mirar más a América Latina, como nos enseñó Mariátegui. Pero no sólo a las experiencias institucionales (Cuba, Venezuela, Ecuador, Bolivia) o a los movimientos sociales (Sin Tierra de Brasil, comunidades indígenas de Chiapas, etc.). Hay que mirar Nuestra América, sí, pero en forma completa…, sin olvidarnos tampoco de la insurgencia comunista que en Colombia hoy obliga a los yanquis a desplegar 7 nuevas bases militares para aplastar el sueño de la Patria Grande de Simón Bolívar y San Martín.

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