Eufemismo: m. Palabra o expresión con que se sustituye a otra más grosera, impertinente, violenta o que se considera tabú.
Examinemos tres casos en que el personaje central, en vez decir “maten”, elabora un eufemismo para decir lo mismo. Partamos con La tragedia del Rey Ricardo II de William Shakespeare.
Helios Murialdo / Trazas Negras
El drama se desarrolla durante los últimos días del reinado de Ricardo II, vale decir, en 1399. El Rey había tomado varias medidas despóticas que lo hicieron tremendamente impopular entre la nobleza, hasta el punto que esta lo consideró un tirano. Con el apoyo de varios nobles poderosos, el primo del Rey, Henry Bolinbroke, a quien el monarca había despojado de su ducado y enviado al destierro, regresa de Francia y en un golpe de estado destrona a Ricardo II, asumiendo el reinado con el nombre de Enrique IV. Ricardo II es puesto en prisión desde donde, en complicidad con algunos nobles adeptos, trata infructuosamente de organizar un contragolpe. Enrique IV se da cuenta de que ha llegado el momento de hacer desaparecer a su primo. Rodeados de sus adláteres, en palacio, exclama “¿Que no tengo amigos que me liberen de esta amenaza viviente?” Ante esto, Sir Pierce of Exton, para ganarse la gracia del nuevo Rey, organiza y lleva a cabo el asesinato de Ricardo II.
Lo curioso es que Shakespeare puso en boca de Enrique IV una frase que se atribuye a Enrique II, quien, de acuerdo a la historia, durante la pugna de poder entre el estado y la iglesia, en 1170, frente a un grupo de sus caballeros exclamó interrogativamente “¿Que no hay nadie capaz de librarme de este cura fastidioso?” refiriéndose al arzobispo de Canterbury, Thomas Becket. Cuatro caballeros, ansiosos de ganarse el favor del rey, salieron cabalgando hacia la residencia del arzobispo y el 29 de diciembre de 1170 asesinaron a Becket en la propia catedral.
Entre paréntesis, en este episodio histórico se basó T.S. Eliot (Thomas Stearns) para escribir su célebre Asesinato en la catedral, drama en verso, estrenado en 1935.
Ambos incidentes traen a la memoria una película sobre Benito Mussolini. En la escena pertinente, el Jefe de Policía entra a la oficina del Duce y le informa que dos de sus enconados adversarios políticos habían finalmente sido aprehendidos. El Duce, visiblemente aliviado y con una sonrisa de satisfacción congratula con entusiasmo al jefe por el excelente trabajo y luego vuelve la mirada a los documentos esparcidos sobre su escritorio. Entonces el jefe, excusándose por la nueva interrupción, le comunica que los prisioneros están en custodia en un regimiento y que espera sus órdenes acerca de qué hacer con ellos. En ese instante el Duce devolviéndole la mirada le contesta “Usted verá qué hacer con los prisioneros, para eso lo nombré a usted Jefe de Policía” al mismo tiempo que se pasa la mano derecha por el cuello, estirada y con los dedos juntos, de tal forma que con el dedo índice se roza el cuello y con el dorso de la mano el mentón. Luego, sin más explicaciones, vuelca de nuevo su atención sobre los papeles que tiene enfrente. A pesar de ser un gesto, no cabe duda de que ha ordenado ejecutar a los prisioneros. Es por esto que deberíamos agregar a la definición de eufemismo la palabra “gesto”. “Eufemismo: palabra, expresión o gesto que sustituye... “. Claro, fue un gesto ambiguo. Siempre se podría argumentar de que se trataba de una simple caricia.
En ninguno de estos dos casos se podría haber acusado a los gobernantes de haber dado la orden de ejecución. Aún más, Shakespeare torció el argumento al límite cuando, al comunicarle Exton la muerte de Ricardo II, Enrique IV lo reprende severamente, como si jamás se le hubiese pasado por la mente la idea de asesinarlo (aunque reconoce que lo deseaba muerto).
El tercer caso tuvo lugar en Washington DC, pero está ligado a nuestra historia reciente. A pesar de la interferencia norteamericana, el 4 de septiembre de 1970 Salvador Allende fue elegido presidente de Chile. El hecho de que un candidato marxista hubiese sido elegido en elecciones libres y democráticas no tenía precedente en la historia.
Durante meses antes de la elección, el presidente norteamericano, Richard Nixon y el entonces Consejero de Seguridad Nacional, Henry Kissinger, habían estado tramando, coludidos con la Agencia Central de Inteligencia (CIA), contra la candidatura de Allende.
Como Allende no obtuvo la mayoría absoluta, de acuerdo a la constitución, le correspondía al Congreso elegir entre los dos primeros candidatos: Allende y Alessandri. El Congreso, debido a su mayoría demócrata-cristiana, habría preferido elegir a Alessandri. La tradición, forjada a lo largo de muchas elecciones presidenciales, dictaba, sin embargo, que el Congreso debía elegir al candidato que había obtenido más votos. Debido a este precedente histórico y presionado por la opinión pública, el Congreso se vio forzado a “ratificar” la voluntad del pueblo.
Ante estas realidades, la estrategia de la Casa Blanca consistió en desestabilizar la estructura democrática a fin de precipitar un golpe de estado por parte de las fuerzas armadas. La CIA entonces, decidió deshacerse del General René Schneider, comandante en jefe de las Fuerzas Armadas y un ardiente constitucionalista, que en ninguna circunstancia se prestaría a atentados golpistas. El plan concebido por la CIA, consistía en que los generales Camilo Valenzuela y Roberto Viaux lo raptaran y lo sacaran en avión a Argentina. El plan original falló y el rapto degeneró en el asesinato del Comandante en Jefe.
Nixon quería eliminar a Allende. Por supuesto que él, al igual que los reyes ingleses y Mussolini, no dio la orden de asesinato. El 15 de septiembre de 1970, en la oficina Oval de la Casa Blanca, Nixon le dijo a Richard Helms, director de la CIA, “no me importa qué riesgos haya que tomar; quiero que éste sea un trabajo completo; no se fije en gastos; no me importa cómo se haga; hay que deshacerse de Allende”. Después de todo, como Cord Meyer, uno de los oficiales más cercanos a Richard Helms, escribió en su autobiografía Facing Reality, “el orgullo de haber sido escogido por el presidente para llevar a cabo una misión secreta importante balancearía con creces cualquier duda que uno tuviese sobre lo sabio de la decisión”.
Aquí se usó la palabra “deshacerse” (get rid of: deshacerse, librarse, sacarse de encima, quitarse de encima ). De los tres ejemplos es, tal vez, el menos eufemístico.
Allende no fue asesinado por la CIA en 1970. Las condiciones existentes hicieron imposible llevar a cabo la orden. El derrocamiento del gobierno y la muerte Allende no ocurriría hasta tres años más tarde.
Este artículo ha sido publicado en el décimo número de la revista que puede ser adquirida a través de su sitio web trazasnegras.cl
Imagen principal extraída de salon.com
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