Así cubría una noticia el diario Crónica, de Concepción, el jueves 16 de noviembre de 1995: Titular: “Nadie entiende. Condiciones climáticas eran óptimas”. Texto: “El domingo a las 10 horas salieron de Coronel con rumbo a la isla Santa María, donde siempre acuden a mariscar. Ellos eran Esteban y Cristian Riquelme, Jorge Carrasco y Héctor Muñoz, puros jovencitos cuyos padres y familias no han vuelto a verlos desde entonces. En tanto, una gran parte de los pescadores artesanales de Lo Rojas comenzaron de inmediato la búsqueda. Todos los antecedentes al respecto son muy misteriosos, puesto que una embarcación que salió después de una hora y 45 minutos del zarpe del Don Esteban no vio absolutamente nada… ni siquiera restos de algún bote. Según el capitán de puerto, teniente primero Jorge Valenzuela, las condiciones favorables del tiempo hacen más extraño el desaparecimiento (…) Lo extraño es que el bote Doña Andrea, que salió casi dos horas después, no encontró nada sospechoso. Los colegas artesanales y los marinos han rastreado el sector, sin éxito, desde el mismo lunes en que se perdieron de vista en la isla. El martes y ayer los rastreos continuaron, con la diferencia de que ayer se incorporó un helicóptero naval que tampoco consiguió algún resultado”.
Como es sabido, las embarcaciones contienen bidones, botellas, remos, aceite, cholguanes, plumavit, maderas, etc. Por otro lado, el mar de las zonas centrales tiene diferentes corrientes, flujos, movimiento impreciso de masas de agua según cambios de temperaturas, etc. que podrían ocultar los restos de un naufragio. Pero los pescadores –generaciones de personas dedicadas al mar- saben cuándo es raro y cuándo no que desaparezca un bote. Por ejemplo, como dice don Pedro Vega, pescador de Puerto Norte en isla Santa María: “Con los años uno ve tantos naufragios que ya ni los toma en cuenta. Uno se va acostumbrando y sabe… [Solo después de temporal] es difícil encontrar las embarcaciones y rescatar cuerpos; los que salen a buscar casi nunca las encuentran. Si no sale a flote la embarcación ¿cuándo van a encontrarlos?...es muy difícil. Acá en la isla el único que encontraba las embarcaciones era don Enrique Arriagada. Cuando pasan los días se sabe que no se van a encontrar, entonces se espera unos diez a veinte días y la familia hace el velatorio de la ropita en su casa por una o dos noches, y luego la meten en un cajoncito como de angelito, es como si el finao estuviera adentro”. “Pero una vez en cada tantitos años pasa lo que no puede pasar –nos afirmó Alejandro Jerez, de San Antonio, que desafortunadamente iba a desaparecer en el mar la semana siguiente- que haya buen tiempo y todo alegre y contento y que de aquí allá tres amigos se han perdido como si nunca hubieran existido siquiera, como si se hicieran vapor con bote y todo. Eso no puede ser, eso no puede pasar,! cómo puede ser eso! Y pasa”:
¿Qué ocurre cuando sucede lo que no puede suceder? Más que entrar en ese misterio queremos salir de otros, pues en distintos puntos del litoral se generan distintas explicaciones ante la realidad del desaparecimiento…
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En 1986 el comandante en jefe de la Armada daba una charla en el Club Naval de Valparaíso. Al comenzar las preguntas y respuestas, una señora se salió bruscamente del tema e interpeló al Almirante pidiéndole que se continuara la búsqueda del grupo de pescadores perdido en San Antonio. Explicó que su marido había desaparecido en esa lancha, que él era un excelente navegante y que la embarcación estaba en las mejores condiciones. Agregó que en los naufragios siempre aparecían restos de las embarcaciones y esta vez –pese a que se agotó el protocolo de búsqueda de la Armada y a los afanosos rastreos hechos por los propios pescadores- no había aparecido nada. Concluyó diciendo que sin duda estaban en esa misteriosa isla que a veces se encuentra y a veces no. El periodista Carlos Paredes, de La Estrella, recuerda: “Junto a ella habían otros familiares de pescadores desaparecidos insistiendo en que se podría dar el caso que estuvieran allí. Codina (el comandante) dijo que se iba a investigar, pero que no le parecía que se pudiera dar una isla que apareciera y desapareciera. A propósito de este tema, un tiempo después en fuentes de la Armada se comentó extraoficialmente que el rumor había hecho que se hiciera una investigación, pero que no se encontró nada. Se hablaba de un bajo, un islote que por la poca altura aparecía o no, de acuerdo a las condiciones de la mar… pero no hubo información oficial al respecto”.
Entre las creencias costeras de la zona central se encuentra arraigada la convicción de que existe un islote donde pueden ir los náufragos. En 1986 apareció una nota en el diario El Mercurio de Valparaíso, tipologando esa narración como legendaria; a la redacción llegaron algunas cartas en que diversas personas (veleristas, pescadores, un marino mercante) aducían que ellos mismos habían avistado la isla y que al acercarse- se les perdió. En 2002, al aparecer el libro “Valparaíso, el Mito y sus Leyendas”, que reproducía el artículo, sucedió algo similar: llegaron mails con noticia sobre avistamientos desde el aire, una invitación a buscar esa isla e historias increíbles de náufragos que de algún modo extraño (en sueños, mensajes en botellas o transmisiones telepáticas) avisaban que habían logrado llegar a sus costas para quedarse allí para siempre. Algunos hasta la conocían por un nombre: la isla Podestá, el islote Salvación, la Isla Que No Es, isla La Piedra.
Históricamente ha existido –y se da- otra “explicación” cuando se trata de desapariciones: el barco extraño. “Para mí que mi hijo se lo ha llevado un barco que los recogió y que los tiene raptados en otra parte” (señora Sonia, de Punta Lavapié); “Mi hermano era bueno para nadar, y habrá soportado hasta que lo tomó un barco” (señora Juana Labraña); “Decían que se lo había llevado un barco, que los encontró y después no iba a devolverse a devolverlos, así que se los llevó nomás, y están lejos ahora porque ya empezaron a trabajar(…) pero en cualquier momento podían volverse” (Susana Melo, de Valparaíso)
La leyenda de ese barco tiene sustento histórico, sustratos de narraciones que cuentan lo acontecido a decenas de pescadores, en dos frentes:
Hubo una época en que los navíos de guerra, a falta de tripulación, obligaban a subir a cualquier mozo que les pareciera apropiado, so pena de fusilamiento. ¡Y vaya si los pescadores de vela no tuvieron más de cien veces que subir a esas naves! Por otro lado, los barcos extranjeros o españoles, a falta de mapas –en siglos pasados- recurrían a raptar a posibles conocedores de las costas ¡Cuántas veces tuvieron los pescadores ese problema! Y ni hablar de los piratas,que necesitaban saber dónde estaban los puertos seguros, los aprovisionamientos de agua y las cavernas.
Hay noticia de extrañas naves en la costa que han hecho naufragar goletas. Generalmente, en las ciudades, corren a nivel de rumor historias de submarinos extranjeros surtos en la costa, pero entre la gente de mar los relatos narran detalles, fechas y nombres. Por ejemplo, el ex buzo y ballenero Waldo Soto recuerda que una nave extraña rompió un bote en pedazos al emerger debajo, cerca de caleta Chome, en los años sesenta, ante varios testigos. Al comprobar el daño, simplemente se sumergió de nuevo. Otro ejemplo: el diario El Magallanes, de inicios de 1946, tituló así su primera página: “Adolfo Hitler vive a 150 kilómetros de Punta Arenas”. Las noticias de patrulleros alemanes eran tantas que se contaban decenas de casos de raptos “para práctico”, y una historia de submarino nazi que emergió, rompió una goleta lobera, pagó todos los daños con generosidad y continuó su viaje.
Cualquier madre, cualquier esposa de pescador desaparecido, sueña y ensueña con que su deudo haya sido subido a bordo de un barco, tras un accidente, por ejemplo, que le haya impedido recordar o decir quién era. Y aquello nos lleva a lo otro.
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“¿Cómo desaparecieron tres personas si apareció todo lo demás en la orilla? Es posible que la misma marea que encalló el puente en la playa haya llevado abajo a tres “lobos de mar”?” A don Fermín Geno, de Tumbes, el maremoto le llevó todo lo conseguido en años de trabajo. Antes de eso su hermano había desaparecido en una lancha. Y él todo lo acepta con resignación. Pero la desaparición de su hijo, eso no! Una y otra vez revisa en su mente las circunstancias y no entiende. ¡Pero si apareció todo! En las costas de Laraquete. Y los pescadores agotaron, como siempre, cada centímetro de orilla rastreando. Encontraron la tarjeta de pesca de uno de los tripulantes. ¿Pudo llegar sola a la costa, si siempre está en una billetera? ¿No es cierto que los muchachos habían vendido una carga y andaban todos con plata? ¿Por qué cuando ya despegándose de la costa, fue a preguntar casa por casa en los cerros una señora se condolió y parecía que algo iba a decirle cuando fue bruscamente interrumpida por un hombre que escuchaba en las sombras?
Don Fermín mira el mar y no se resigna. Como él ha habido cientos de personas en las costas del entero Chile que piensan que no fueron las aguas quienes acabaron con sus seres amados.
Crónica extraída del Libro "Cementerios Simbólicos". Se puede adquirir en:
Librería Estudio. O'Higgins 465 Locales 38 y 40 Galería Italia
Librería Paz. Galería Alessandri s/n Loc. A Concepción
Librería Lar, 2° piso, artistas del acero. O'Higgins 1255. Concepción
[FOTOS] Cementerios Simbólicos de Pescadores: "Dónde hay vida, hay muerte"