Extractivismo académico

Patricio Fonseca Cuando los intelectuales norteamericanos, Slaughter y Rhoades, describieron el Capitalismo Académico, intentaron mostrar cómo el interés capitalista se infiltra en la Universidad por sus intersticios. La metáfora intentaba destacar que el interés privado solo puede atravesar escondido las barreras institucionales de un sistema coherente de relaciones colaborativas. O al menos idealmente coherente y colaborativo. Ellos alertaron del daño a la autonomía universitaria y la libertad académica que se produciría si, en un ejemplo ridículo, llegara el Mercado, caracterizado como un emprendedor del negocio de mascotas, y le ofreciera a un laboratorio de ingeniería genética participar en un super proyecto de venta de perros clonados. “Ustedes los clonan y yo los oferto. Demanda hay de sobra”. Hay que imaginar al emprendedor con un aura misteriosa, cuidando de no dejarse ver por el resto de la comunidad académica, y a los investigadoras nerviosos, siendo tentados por la posibilidad de ser enormemente ricos. Los investigadoras aceptan, renuncian a sus antiguos proyectos y subordinan su trabajo al Mercado. Lo cierto es que a estas alturas el interés capitalista derribó completamente las barreras que le imponía la idea original de Universidad. El sistema universitario mundial está completamente subordinado a las lógicas del Mercado y su trabajo y productos responden principalmente a la demanda de investigación e innovación que se les hace desde el mundo empresarial, ya sea farmacéutico, alimentario, tecnológico o simplemente editorial. Probablemente las mejores universidades de EE.UU. y Europa nunca puedan superar esta subordinación y estemos ante el fin de las universidades tal como las conocíamos, es decir, como instituciones fundadas sobre supuestos principios de la autonomía y la libertad. Seguramente esta derrota cultural fue prevista por el pensamiento crítico en el primer mundo, pero lo que difícilmente pudo haber sido sospechado es lo que ocurriría fuera de las economías centrales, en la periferia. En las universidades que no conviven con un empresariado creativo ni innovador, sino con uno extractivista y rentista. En países donde el empresariado nunca tuvo que entrar por los intersticios a ninguna parte porque siempre estuvo arriba de todo. Donde las oligarquías no buscan socios en la Universidad porque su negocio es la extracción de valor directamente desde los recursos naturlaes y la explotación del trabajo humano (con o sin doctorado). Era imposible prever desde EE.UU. el Extractivismo Académico que se desarrollaría en Latinoamérica durante estos últimos 20 años. Incluso hoy cuesta creer que sea verdad que el sistema universitario de los paises latinoamericanos esté subordinado al poder del empresariado extractivista, tratando de satisfacer su demanda de complejización productiva con investigación y desarrollo tecnológico financiado con recursos públicos. Se suponía que los intelectuales latinoamericanos tenían la clave para conducir la emancipación de nuestros pueblos -y que por eso la sociedad los financiaba-, pero se subordinaron al extractivismo y hoy usan su conocimiento básicamente para tratar de aumentar las tasas de acumulación privada. Mucho menos podían imaginar lo que pasaría en los neoliberalismos experimentales como el chileno, en que se arguye que todo producto de la investigación es un bien público, incluso aquel que emerge directamente del extractivismo académico. Probablemente pensaban que el Mercado permeaba inconscientemente a la universidad y no alcanzaban a sospechar que habían agentes planificando y ejecutando esta transformación: durante la dictadura de Pinochet y los Chicago Boys, el Estado Chileno creó, en alianza con ITT Corporation, la Fundación Chile, centro ideológico del extractivismo académico. Hoy “nuestro” socio ya no es ITT, sino BHP Billiton (Minera Escondida), pero Fundación Chile sigue siendo el centro ideológico de nuestra desgracia económica y académica. Fue Fundación Chile quien planificó el establecimiento de la industria del salmón en los canales australes y la implementación de todos los centros de investigación, carreras universitarias y programas de postgrado en salmonicultura que apoyaron su instalación. Ellos son los ideólogos del desastre social y ambiental asociado al salmón. Sumado a su relación con la gran minería transnacional y la salmonicultura, Fundación Chile apoya sistemáticamente también la expansión de la Industria Forestal y el desarrollo de la oferta académica que esta demanda. Por ejemplo, desde el Consorcio Genómica Forestal, que integra en sociedad con Celulosa Arauco, Mininco y la Universidad de Concepción, entre otras instituciones, se realiza investigación en el Centro de Biotecnología-UdeC, desde donde se absorben recursos públicos para ofertar esta investigación e innovación a los Matte y los Angelini. La UdeC es un lamentable ejemplo, pero en ningún caso el único, de cómo los grandes grupos propietarios subordinan el trabajo de una universidad pública y regional.   [caption id="attachment_41333" align="aligncenter" width="680"] Manifestantes rayan el Centro de Biotecnología UdeC en protesta contra el Congreso de Biotecnología de Árboles 2017 de IUFRO [Unión Internacional de Organizaciones de Investigación Forestal, por sus siglas en inglés] que se realizó en Concepción durante la semana del 4 al 9 de junio de 2017[/caption]  Slaughter y Rhoades no podrían haber imaginado que en la periferia del mundo y a plena luz del día los investigadores e investigadoras llegarían a defender su explotación y a exigir recursos para mantenerla, disfrazando su desgracia como un aporte a la sociedad. Es de esperar que las nuevas generaciones de intelectuales educados con gratuidad y especializados con becas públicas sepan encontrar las vías para sacar a las universidades del continente de esta situación, recuperar el rumbo y dirigir su trabajo a la construcción de de una sociedad sin clases sociales. Por ahora hay que partir por sacar al gran empresariado y a Fundación Chile de las universidades públicas.  
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