El falso discurso de las plantaciones forestales, el cambio climático y la restauración de ecosistemas

[resumen.cl] Según las empresas que generan utilidades con la plantación de monocultivos forestales como el pino y el eucalipto, éstos servirían para mitigar los efectos del cambio climático al capturar carbono de la atmósfera. Sin embargo, durante este 2019 se han publicado diversos estudios que desmienten la utilidad de las plantaciones forestales de monocultivos para esta mitigación. El engañoso discurso empresarial guarda relación con la mantención de su negocio mientras el consenso científico y diversas comunidades han postulado que los bosques naturales y no los monocultivos, están entre los principales ecosistemas capaces de secuestrar el carbono atmosférico, contribuyendo a aumentar el potencial hídrico de las cuencas y ayudando a disminuir la concentración de gases invernadero en la atmósfera.    A nivel global durante este 21 de Septiembre se realizó el día mundial de la lucha contra los monocultivos de arboles, este tipo de campañas han surgido por los diversos impactos negativos de este tipo de plantaciones. Lo que las empresas forestales que procesan madera y celulosa como Forestal Arauco y CMPC no dicen en su discurso es que sus plantaciones no son bosques, sino monocultivos. Esto quiere decir que son plantaciones de una sola especie que no tienen la diversidad biológica del bosque, que le permite brindar una serie de beneficios como mantener y fijar el carbono en el suelo y la masa vegetal, albergar una alta biodiversidad, y contribuir a un más robusto aprovisionamiento hídrico en los cursos de agua, entre muchas otras funciones. De hecho, los monocultivos se caracterizan por estar conformados con especies de rápido crecimiento y consumo de agua y recursos, además de requerir una serie de agroquímicos para su desarrollo. Una nota publicada en abril en la revista Nature señala que en vez de las plantaciones, la mejor manera de remover carbono de la atmósfera es restaurar los bosques naturales. Esto porque las plantaciones son mucho más pobres en almacenamiento de carbono que los bosques naturales, los cuales se desarrollan con poca o nula perturbación humana. Las cosechas regulares y la tala de plantaciones liberan el CO2 almacenado de vuelta a la atmósfera cada 10 a 20 años. En contraste, los bosques continúan almacenando el carbono por muchas décadas. Los autores concluyen que además de detener la deforestación, se deben instaurar programas de reforestación que restauren las tierras degradadas a bosques naturales, y las protejan. Otro estudio recientemente publicado en la revista Forests, indicaron que la escorrentía anual decreció consistentemente con los incrementos de plantaciones forestales. Una relación de área de plantaciones forestales a bosque nativo de 10%, 50% y 90% podría llevar a cambios de un 3%, -18% y -40% en la escorrentía anual promedio, respectivamente. A continuación reproducimos un texto crítico al discurso que las grandes empresas forestales están intentando instalar. El escrito es de Carlos Zamorano Elgueta, Doctor en Ecología, conservación y Restauración de Ecosistemas, investigador adjunto Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR2), Académico y Jefe Carrera Ingeniería Forestal Universidad de Aysén. [caption id="attachment_65718" align="aligncenter" width="760"] Monocultivos forestales plantados hasta el horizonte en la comuna de Tirúa, Provincia de Arauco, Región del Biobío. Territorio Ancestral Mapuche-Lavkenche.[/caption]   Plantaciones forestales, cambio climático y la restauración de ecosistemas: el falso discurso   Por: Carlos Zamorano Elgueta A propósito de la pronta realización en Chile de la cumbre medioambiental COP25, se ha generado un interesante debate sobre la política forestal de nuestro país, en especial en relación con su rol en la mitigación del cambio climático. Esta diversidad de opiniones puede agruparse en dos claras líneas: por un lado, están quienes defienden la idea de que las plantaciones de monocultivos industriales representan la mejor opción y, por otro, quienes plantean que es la restauración de bosques naturales la alternativa más adecuada. Si para tomar una posición en este debate consideramos netamente la literatura científica, ésta documenta y demuestra ampliamente los impactos negativos que la homogeneidad tiene en todos los aspectos de nuestra realidad: sociales, económicos y ambientales. Por ejemplo, sabemos que un ecosistema diverso no solamente es más productivo, sino que también es más resiliente (es decir, que se puede recuperar) a muchos eventos extremos. Se han publicado más de 10 mil trabajos sobre la importancia de la diversidad como método productivo sustentable, que se basa en los conocimientos y prácticas que han permitido la subsistencia de la humanidad por miles de años (lo que se conoce como agroecología). [caption id="attachment_65216" align="aligncenter" width="760"] Bosque nativo en la Precordillera de la comuna de Yungay, Región del Ñuble.[/caption] Más aún, creciente evidencia científica demuestra que la diversidad se relaciona directamente con la capacidad de un paisaje de proveer bienes y servicios ecosistémicos como agua en cantidad y calidad, control de la erosión, recreación y espiritualidad, y ciertamente la captura de carbono, entre muchos otros. Es decir, no se limitan a un único producto como lo es la madera. Resulta curioso cuando, en una de estas opiniones, el actual director del Instituto de Investigación Forestal del Estado (Infor) y exdirector de la Corma – organización que reúne a las principales empresas forestales del país-, asegura justamente lo contrario, señalando que la homogeneidad productiva (y del paisaje) representa la alternativa para asegurar un sistema productivo sustentable, defendiendo las plantaciones industriales como el método que permitiría proteger la diversidad. Esta visión “binaria” del paisaje, es decir, por un lado, áreas de producción intensiva, y por otro, áreas de preservación, obedecen a un planteamiento obsoleto desde hace mucho. A ello se suma lo señalado por el presidente de la CPC, Alfonso Swett, quien afirma que las plantaciones “nos convierten (como país) en un capturador neto de gases de efecto invernadero, o sea, nuestra actividad forestal nos ayuda a combatir el cambio climático al ser un sumidero de CO2” El paisaje es un continuo de usos, necesidades, características y significados. El paisaje como tal presenta diversas potencialidades y limitaciones, en el cual muchos usos tienen por cierto cabida. Para ello es fundamental reconocer de igual modo a quienes habitan esos paisajes, lo que en definitiva deriva en el sentido de pertenencia e identidad. Los impactos negativos sociales, ambientales y económicos de los monocultivos forestales en la Cordillera de la Costa del centro y centro-sur de nuestro país se han demostrado ampliamente. Cabe destacar que estas opiniones se alinean con la reciente propuesta de Ley de Restauración Forestal-Ambiental, la cual considera los monocultivos de plantaciones industriales como “restauración”. Sin ir más lejos, el Director de CONAF de la Región del Ñuble, hace unos meses atrás, defendió una licitación pública para reforestar con Pinus radiata un área quemada en los incendios del año 2017, llamándole “restauración”. La restauración de ecosistemas forestales va mucho más allá del mero acto de plantar, ya que su principal objetivo es recuperar la funcionalidad ecológica de un ecosistema. Dicha funcionalidad genera bienes y servicios que se relacionan directa e indirectamente con el bienestar de nuestra sociedad. Los bosques naturales (nativos) tienen un rol fundamental en la captura de carbono. Se ha demostrado que los bosques naturales podrían capturar hasta 42 veces el volumen de este gas de efecto invernadero, en comparación con plantaciones forestales industriales de rápido crecimiento compuestas por una única especie. A ello es necesario agregar el real peligro que implica un paisaje homogéneo frente a eventos extremos como una mega-sequía, o incendios forestales como los que arrasaron en tan solo dos semanas 468 mil ha en febrero del año 2017 en Chile, de las cuales 300 mil correspondieron a plantaciones de empresas forestales. En tal contexto, nuestra institucionalidad forestal no puede obedecer a intereses económicos mezquinos, más aún cuando apuntan al sentido contrario de la sustentabilidad y del bienestar. Para ello es básico diseñar e implementar una nueva ley de fomento forestal que de manera clara y decidida se centre en el manejo productivo, en la conservación y en la restauración de los bosques nativos, y que reconozca la diversidad tan propia de nuestro país, comenzando por integrar sus necesidades, demandas, potencialidades y limitaciones. Ello permitiría no sólo mitigar los impactos del cambio climático, sino que también contribuir a la calidad de vida de quienes habitamos los territorios.   Fuente original: Diario Aysen  
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