Decenas de millones de franceses habrán visto este domingo 6 de mayo por la noche una inmensa esperanza al fin al alcance de la mano. Tras diez y siete años de presidencia de derechas, tras cinco años de sarkozysmo destructor, un hombre de izquierdas llega al Elíseo. Que se vayan preparando a la decepción. La socialdemocracia no es de izquierda. Lo sabemos en América donde hemos tenido varios presidentes “socialistas” como Alan García pero sobre todo en Chile que ha tenido dos décadas de Concertación.
François Hollande es pues el segundo presidente socialdemócrata bajo la V República, tras François Mitterrand, elegido en 1981. Este resultado solo, la derrota de Nicolas Sarkozy y sobre todo, a través de él, la derrota del sistema político y de las políticas puestas en pie, basta para constatar un giro del electorado. Las inmensas multitudes reunidas el domingo por la noche en la plaza de la Bastilla, en París, así como en otras ciudades de provincias, han testimoniado esta urgencia y estas ganas de cambiar. Y la demanda de igualdad y de justicia estuvo ampliamente afirmada en las concentraciones del domingo por la noche.
Y sin embargo, a treinta años de distancia, todos hemos podido constatar en qué medida 2012 no se parecía a 1981. Esta simple evidencia no tranquiliza. Pues la victoria de François Hollande está marcada por numerosas ambigüedades, por evidentes puntos frágiles. En este sentido, ha comenzado una historia nueva este domingo 6 de mayo. Y es incierta.
La primera de las ambigüedades se refiere a la amplitud de esta victoria. El 51,7% (51,62% y 48,38% para Sarkozy según el ministro del interior) de los votos para el candidato socialista, según resultados casi definitivos. La primera vuelta dicta la segunda vuelta. Y la corta ventaja de François Hollande en la primera vuelta… se vuelve a encontrar con ocasión de esta segunda vuelta. Nicolas Sarkozy ha sido derrotado pero no ha sido aplastado. El candidato de la UMP (Unión por un Movimiento Popular) podrá por tanto poner fácilmente su derrota en la cuenta de las crisis europeas y de la sanción general que golpea a los gobiernos en este período. Pero la derrota de lo que representa específicamente el sarkozysmo, y la UMP se dedicaba a ello ya el domingo por la noche, sigue siendo discutible. En los Alpes Marítimos, Nicolas Sarkozy ha logrado el 65% de los votos, en el Var el 63%....
Y ahí comienzan las preguntas. ¿Quién ha perdido? ¿El Sarkozy que desarrolla una política de la derecha clásica de gobierno? ¿El Sarkozy que se había instalado como candidato que toma las tesis del Frente Nacional? Un análisis fino del escrutinio permitirá aclarar este paisaje. Pero, desgraciadamente, nada prohíbe pensar en estos momentos que no es seguro que esta derecha extrema sea la que ha sido sancionada este domingo por la noche, pues François Hollande sale ganador en esta situación tan particular: un Frente Nacional con el 18% en la primera vuelta, una campaña de segunda vuelta completamente centrada en temáticas xenófobas. Y el nuevo presidente no ha presentado un rechazo claro y masivo de esta orientación. Ni tampoco ha rechazado la austeridad que el FMI está imponiendo en Europa con disminución de derechos sociales. De modo que parece que se ha cambiado de ropa pero el baile seguirá siendo el mismo.
La segunda pregunta se refiere a los resortes de la victoria de François Hollande. ¿Voto de adhesión o referéndum antiSarkozy? El resultado parece excluir una adhesión masiva al programa del candidato socialista y a su persona. La dinámica de la victoria es en primer lugar la del rechazo al candidato saliente, a su persona, a su estilo. E incluso midiéndolo por este rasero, Nicolas Sarkozy al que los institutos de sondeo daban por derrotado totalmente hace seis meses (Hollande llegó a tener el 60% de las intenciones de voto!), logra al cabo de una violenta campaña corregir esta detestable imagen.
La tercera pregunta es así quién ha elegido a François Hollande. ¿Una Francia que rechaza a Nicolas Sarkozy, una país que se desplaza hacia la izquierda –como ha sido tan raro en la historia? Lo cierto es que han votado por él desde empresarios como François Bayrou hasta la extrema izquierda. Y Hollande quiere estar bien con todos. Desde Tulle, prefectura de la Corrèze, el nuevo presidente ha tomado mucho cuidado en no evocar un país fracturado por cinco años de sarkozysmo y que parece hoy profundamente fracturado. “El cambio comienza ahora, seré el presidente de todos los franceses”, ha atemperado, recordando al menos el corazón de su proyecto: la igualdad, la justicia.
“El sueño francés” anunciado este domingo por la noche por el nuevo presidente permanece por completo por emprenderse. Será lo que esté en juego estas cinco semanas que vienen y que llevan a las elecciones legislativas. Para ello, y para transformar el ensayo marcado este domingo, para permitir a la esperanza desplegarse, el nuevo presidente deberá resolver varias ecuaciones y hacer algunas opciones destacables. ¿Qué hacer, por ejemplo, de François Bayrou, que ha declarado haber votado por él, y de una parte de los electores centristas? ¿Qué hacer del Frente de Izquierdas y de las demandas de Jean Luc Mélenchon? ¿Cómo transformar el acuerdo político entre el PS y los Verdes, acuerdo que no ha mantenido en su programa?
¿Centro, izquierda radical, ecologistas? François Hollande candidato ha tomado siempre cuidado de no pronunciarse precisamente sobre estas cuestiones y esos electorados. El presidente va a tener que hacerlo en adelante para asegurarse en la Asamblea Nacional una mayoría parlamentaria. Así todo comienza. En la dinámica de una victoria. Pero de una victoria que hace también posibles todos los reveses.