Si tuvo en sus manos el diario El Sur entre 1997 y el 2008, lo más probable es que haya reído de buena gana al encontrarse con sus viñetas políticas. Licenciado en Artes Plásticas de la Universidad de Concepción, Técnico en Publicidad, y hoy estudiante de Derecho, Francisco Zambrano Serraino, más conocido como Frangles, es uno de los humoristas gráficos más destacados del país. Su fama como defensor de las causas sociales y crítico de la clase política, lo llevó a pensar en postularse como candidato independiente a alcalde por San Pedro de la Paz, comuna donde reside desde 1967.
Nacido en Coronel en 1955, sus inicios en el humor se remontan a su adolescencia. Con tan solo 14 años comienza a militar en el Partido Socialista, y de inmediato es asignado a labores de propaganda. “Me crié en Coronel, donde había mucha conciencia política. Era lo más normal del mundo que los cabros chicos anduviéramos con propaganda política en nuestras manos”, cuenta Frangles.
De la propaganda pasó rápidamente al humor, donde después de varios años de monopolio mediático de la derecha, comenzaron a abrirse paso publicaciones vinculadas al pensamiento de izquierda. “Lo primero que se conoce como humor político de izquierda, corresponde a la revista La Chiva, fundada en 1968 por el colectivo que integraban Hervi, Alberto Vivanco, Pepe Palomo y Pepe Huinca. La viñeta política hasta entonces siempre fue de derecha. Los diarios pertenecían a la derecha; sus dibujantes, también”, señala.
El humor gráfico como trinchera
Durante el gobierno de la Unidad Popular, el periodismo y, particularmente el humor, jugó un papel trascendental en la exacerbación de las pasiones de uno y otro bando, lo que entre otros factores, desembocó en una profunda polarización social. “En el tiempo de Allende, el humor gráfico se transformó en una trinchera. Se trataba de poner en ridículo al enemigo y, al mismo tiempo, expresar un mensaje propio”, relata.
Frangles sostiene que tanto durante la UP como en los años que siguieron al golpe, la resistencia siempre se las arregló para tener pequeñas tribunas, desde donde se cuestionaba el orden imperante y se informaba lo que realmente acontecía en el país. “A partir de los años setenta, nosotros hicimos nuestros espacios propios, nuestras revistas y publicaciones que creábamos dentro de los partidos para distribuirlas a la población. Después del golpe militar, hicimos un periódico en Concepción que se llamaba ‘La voz del trabajador’. Ahí dibujaba mis chistes, y como no podía firmarlos con mi nombre, dibujaba con los personajes de otros, por ejemplo, usando el ‘Enano Maldito’, un personaje del diario Puro Chile que se convirtió en un símbolo durante el gobierno de la Unidad Popular” sostiene.
Precisamente en esos años de dictadura, Francisco Zambrano ingresó a estudiar Publicidad en la Universidad Técnica de Santiago, hoy Usach. Siguió vinculado a las labores propias del Partido, como parte de una de sus células, desde donde continuó su labor como dibujante, a lo que se añadieron algunas actividades propias de la militancia política de aquella época. “Las tareas de aquel tiempo eran bien divertidas, además de heroicas. Dibujar e imprimir en un mimeógrafo que teníamos guardado en la trastienda de algunos locales, tratándole de dar más calidad a la publicación; recopilar información, buscar personas, rescatar a alguien que estuviese perseguido para trasladarlo a otro lugar y ponerlo a salvo. Todo muy compartimentado, sin preguntas, para pasar piola”, añade.
Justamente, “pasando piola” consiguió su primer trabajo como dibujante editorial; fue en el diario El Cronista de Santiago, labor en la que se desempeñó desde octubre de 1977 a abril de 1978. Algunos años más tarde desempeñaría esta misma función el diario El Sur, entre febrero de 2002 y agosto de 2008.
Humor político y demandas sociales
Para Frangles, el escenario político actual está divertido. ”En este momento hay muchos temas para hacer chistes. Uno de mis personajes preferidos es Lavín. Piñera es otro que da para mucho. A la Bachelet le hice varios chistes cuando fue presidenta. A los alcaldes de la zona les he hecho unos chistes terribles. Para hacer buen humor se necesitan buenos personajes. Una vez me enteré de alguien que estaba furioso conmigo por lo que había salido de él en el diario, entonces lo que uno hace cuando recibe ese tipo de información, es molestarlo más. Si a alguien le apretaba el zapato, lo molestaba más”, comenta el dibujante.
“Uno toma el papel de ciudadano y responde a la clase política y económica, riéndose de ellos, en el fondo, haciendo lo mismo que ellos hacen contigo. El humorista gráfico debe ser capaz de poner el dedo en la llaga, ser portavoz de las demandas de la gente. Por ejemplo, decir que aquí nos gobiernan los gerentes. La derecha no tiene personas políticamente preparadas, los grandes capitalistas no participan de la administración. Lo que hay son militantes fanáticos y fundamentalistas, tanto en lo religioso como en lo económico, es decir, la misma clase de pendencieros que actuaron en Patria y Libertad y después como agentes de la dictadura. Por eso, el descontento ciudadano que existe tiene que ser capaz de expresarse en términos políticos”, sentencia el dibujante.
“Lo más importante es el mensaje”
Para quienes se inician en la viñeta política, Frangles les recomienda desarrollar al máximo su capacidad humorística, por sobre los aspectos más técnicos, como la calidad de la ilustración. “Lo primero que hay que entender es que el humor gráfico no necesariamente tiene que hacerlo un buen dibujante; lo más importante es el mensaje. Que el mono sea bueno o malo va a depender de las cualidades de cada uno como artista. Lo importante es que lo que se publica, haga reír. Eso no significa que cualquiera pueda llegar, hacer un monigote y pretender ser humorista. Cada uno tiene sus métodos, yo, por ejemplo, me apoyo en lo que dijo o quiso decir el personaje”, señala.
Actualmente, Frangles se encuentra en la edición de un libro que publicará próximamente, con el apoyo del Fondo de Cultura, llamado “Siniestrados”. En su nueva obra, presentará lo que él denomina “humor al otro lado”, es decir, la capacidad que tenemos para reírnos de nuestras propias desgracias, como por ejemplo, el terremoto, la cesantía y los incendios.