En octubre de 2012 Roei Elkabetz, brigadier general del ejército Israelí (FDI), explicó las estrategias de control de las fronteras de su país. En su presentación en PowerPoint, apareció en la pantalla una foto del muro de encierro que aísla la Franja de Gaza de Israel. “Hemos aprendido mucho de Gaza”, dijo al público. “Es un gran laboratorio”.
Elkabetz estaba hablando en una conferencia y feria de tecnología fronteriza rodeada de una deslumbrante exhibición tecnológica, los componentes de su laboratorio de construcción de fronteras. Había globos de vigilancia con cámaras de alta potencia flotando sobre un vehículo camuflado para el desierto hecho por Lockheed Martin. Sistemas de sensor sísmico utilizados para detectar el movimiento de personas y otras maravillas del mundo del control moderno de fronteras. Alrededor de Elkabetz se podían ver ejemplos vívidos de hacia dónde se orienta el futuro de semejante control, tal como los imaginan no un escritor distópico de ciencia ficción sino algunos de los máximos innovadores técnicos de las corporaciones del planeta.
Nadando en un mar de seguridad fronteriza, el brigadier general, sin embargo, no estaba rodeado por el Mediterráneo sino por un paisaje árido del oeste de Texas. Estaba en El Paso, a 10 minutos del muro que separa EE.UU. de México.
A solo unos minutos más a pie, Elkabetz podría haber visto vehículos con franjas verdes de la Patrulla Fronteriza de EE.UU. desplazándose a lo largo del Rio Grande frente a Ciudad Juárez, una de las mayores ciudades de México, repleta de fábricas estadounidenses y de los muertos de las narcoguerras de ese país. Los agentes de la Patrulla Fronteriza que el general podría haber vislumbrado estaban siendo blindados mediante una combinación letal de tecnologías de vigilancia, armamento militar, rifles de asalto, helicópteros y drones. El sitio, otrora pacífico, se estaba transformando en lo que Timothy Dunn, en su libro The Militarization of the U.S. Mexico Border, llama un estado de “guerra de baja intensidad”.
La ofensiva en la frontera
El 20 de noviembre de 2014, el presidente Obama anunció una serie de acciones ejecutivas respecto a la reforma de la inmigración. Dirigiéndose al pueblo de EE.UU., se refirió a legislación bipartidista aprobada por el Senado en junio de 2013 que, junto a otras cosas, blindaría el mismo paisaje en lo que se ha denominado –en lenguaje adoptado de recientes zonas de guerra de EE.UU.– una “oleada fronteriza”. El presidente deploró el hecho de que la ley había quedado atascada en la Cámara de Representantes, saludándola como un “compromiso” que “reflejaba sentido común”. Señaló que “duplicaría la cantidad de agentes de la Patrulla Fronteriza, mientras ofrecía a los inmigrantes indocumentados un camino hacia la ciudadanía”.
Después de su anuncio, incluyendo acciones ejecutivas que protegerían a entre cinco y seis millones de esos inmigrantes contra la futura deportación, el debate nacional fue rápidamente enmarcado en un conflicto entre republicanos y demócratas. En esa guerra de palabras bipartidista se perdió una cosa: la acción ejecutiva inicial anunciada por Obama involucró una militarización de la frontera apoyada por ambos partidos.
“Primero”, dijo el presidente, “nos basaremos en nuestro progreso en la frontera con recursos adicionales para nuestro personal de mantenimiento del orden para que pueda limitar el flujo de cruces ilegales y aceleren el retorno de los que cruzan”. Sin entrar en más detalles, pasó a hablar de otros temas.
Sin embargo, si EE.UU. sigue el “sentido común” de la ley de la oleada en la frontera, el resultado podría agregar más de 40.000 millones de dólares en agentes, tecnologías avanzadas, muros y otras barreras a un aparato de control fronterizo que ya es incomparable. Y se enviaría una señal crucial al sector privado que, como señala la revista especializada Homeland Security Today, de que otro “tesoro” de beneficios ya está en camino para un mercado de control fronterizo, según las últimas predicciones, en un “período de auge sin precedentes”.
Como la Franja de Gaza para los israelíes, las zonas fronterizas de EE.UU., denominadas “zona libre de constitución” por la ACLU [Unión Americana para las Libertades Civiles], se están convirtiendo en un vasto laboratorio al aire libre de las compañías técnicas. Allí se puede desarrollar, probar y exhibir casi cualquier forma de vigilancia y “seguridad”, como si en un centro comercial militarizado, podría ser considerado para otras naciones en todo el planeta. De esta manera, la seguridad fronteriza se está convirtiendo en una industria global y pocos complejos corporativos pueden estar más satisfechos por este hecho que el que se ha desarrollado en el Israel de Elkabetz.
La frontera Palestina-México
Se podría considerar un augurio la presencia del brigadier general del ejército israelí en El Paso hace dos años. Después de todo, en febrero de 2014, la Protección de Aduanas y Fronteras (CBP), la agencia del Departamento de Seguridad Nacional (DHS) a cargo de controlar nuestras fronteras, contrató con Elbit Systems, el gigantesco fabricante militar privado de Israel, la construcción de un “muro virtual”, una barrera tecnológica cerca de la actual división internacional en el desierto de Arizona. La compañía, cuyas acciones negociadas en EE.UU. aumentaron un 6% durante la masiva operación militar de Israel contra Gaza en el verano de 2014, llevará el mismo banco de datos de tecnología utilizado en las fronteras de Israel –Gaza y Cisjordania– al sur de Arizona a través de su subsidiaria Elbit Systems of America.
Con unos 12.000 empleados y, como alardea, “más de 10 años asegurando las fronteras más problemáticas del mundo”, Elbit produce un arsenal de “sistemas de seguridad del interior”. Estos incluyen vehículos de vigilancia terrestre, minisistemas aéreos sin tripulación y “cercas inteligentes”, barreras de acero altamente fortificado que tienen la capacidad de sentir el contacto o movimiento de una persona. En su papel como principal integrador de sistemas para el plan de tecnología fronteriza de Israel, la compañía ya ha instalados cercas inteligentes en Cisjordania y en los Altos del Golán.
En Arizona, con un potencial de hasta 1.000 millones de dólares a su disposición, CBP ha encargado a Elbit que cree un “muro” de “torres fijas integradas” conteniendo lo último en cámaras, radar, sensores de movimiento y salas de control. La construcción comenzará en los accidentados y desiertos cañones alrededor de Nogales. Una vez que una evaluación del DHS considere que esa parte del proyecto es efectiva, el resto será construido para monitorear toda la extensión de las tierras fronterizas del Estado con México. Hay que recordar, sin embargo, que esas torres solo forman parte de una operación más amplia, el Plan de tecnología de la vigilancia de la frontera de Arizona. En esta etapa, es esencialmente un proyecto para una infraestructura sin precedentes de fortificaciones de alta tecnología de la frontera que ha atraído la atención de numerosas compañías.
No es la primera vez que las compañías israelíes han estado involucradas en un refuerzo de la frontera de EE.UU. De hecho en 2004 los drones Hermes de Elbit fueron los primeros vehículos aéreos sin tripulación que volaron para patrullar la frontera sur. En 2007, según La doctrina del shock de Naomi Klein, el Grupo Golan, una compañía consultora israelí formada por exoficiales de las Fuerzas Especiales de las FDI, suministraron un intensivo curso de ocho días a agentes especiales de inmigración del DHS cubriendo “todo, desde combate cara a cara a prácticas de tiro para ‘ser proactivos con sus vehículos todo terreno’” La compañía israelí NICE Systems incluso suministró a Joe Arpaio, “el alguacil más duro de EE.UU.”, de Arizona, un sistema de vigilancia para observar una de sus cárceles.
A medida que se intensificaba semejante cooperación fronteriza, el periodista Jimmy Johnson acuñó la adecuada frase “frontera Palestina-México” para reflejar lo que estaba sucediendo. En 2012 los legisladores estatales de Arizona, percibiendo el potencial del beneficio económico de esa creciente colaboración, declararon que su desértico Estado e Israel son “socios comerciales” naturales, agregando que es “una relación que deseamos reforzar”.
De esta manera, las puertas se abrieron para un nuevo orden mundial en el cual EE.UU. e Israel se convertirán en socios en el “laboratorio” es decir en las tierras fronterizas entre EE.UU. y México. Sus campos de ensayo estarán en Arizona. Allí, en gran parte a través de un programa conocido como Global Advantage, el conocimiento académico y corporativo estadounidense y la manufactura de bajo coste mexicana se fundirán con las compañías israelíes de seguridad de la frontera y del territorio nacional.
La frontera: abierta a los negocios
Nadie puede enmarcar el creciente romance entre las compañías de alta tecnología de Israel y Arizona mejor que el alcalde de Tucson Jonathan Rothschild. “Si va a Israel, viene al sur de Arizona, cierra los ojos y da unas vueltas”, dice, “es posible que no note la diferencia”.
Global Advantage es un proyecto de negocios basado en una cooperación entre los Parques Tecnológicos Arizona de la Universidad de Arizona y el Grupo Offshore, una firma de consultoría empresarial y de construcción que ofrece “soluciones fronterizas a fabricantes de todo tamaño”, al otro lado de la frontera en México. Parques Tecnológicos Arizona tiene los abogados, contadores y eruditos, así como el conocimiento técnico, para ayudar a cualquier compañía extranjera a que tenga un aterrizaje suave y se establezca en el Estado. Ayudará a esa compañía a encarar aspectos legales, conseguir el cumplimiento de las regulaciones e incluso conseguir empleados cualificados. Y mediante un programa que llama Iniciativa Empresarial Israel, Global Advantage ha identificado su objetivo.
Hay que verlo como el ejemplo perfecto del mundo post Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA-TLC) en el cual compañías dedicadas a detener a los que cruzan ilegalmente la frontera, gozan cada vez de más libertad para cruzar las mismas fronteras. En el espíritu de libre comercio que creó el tratado NAFTA-TLC, los últimos programas de fortificación de la frontera han sido diseñados para eliminar fronteras cuando se trata de permitir que compañías de alta tecnología de ultramar establecidas en EE.UU. utilicen la base manufacturera de México para crear sus productos. Aunque Israel y Arizona están separados por miles de kilómetros, Rothschild aseguró a TomDispatch que “en la economía, no hay fronteras”.
Por cierto, lo que aprecia sobre todo el alcalde, es cómo la nueva tecnología fronteriza puede llevar dinero y puestos de trabajo a un área con casi un 23% de pobreza. Le importa mucho menos cómo serán creados esos empleos. Según Molly Gilbert, director de participación comunitaria para Tech Parks Arizona: “Se trata realmente de desarrollo y queremos crear puestos de trabajo tecnológicos en nuestras áreas fronterizas”.
Por lo tanto hay que considerar algo que no sea una ironía que, en este conjunto de desarrollo global de cooperaciones más allá de las fronteras, las fábricas que producirán las fortalezas fronterizas diseñadas por Elbit y otras firmas israelíes y estadounidenses de alta tecnología estén ubicadas sobre todo en México. Trabajadores mexicanos mal pagados fabricarán precisamente los componentes de un futuro régimen de vigilancia, que posiblemente ubique, detenga, arreste, encarcele y expulse a algunos de ellos si tratan de cruzar hacia EE.UU.
Global Advantage es una línea de montaje multinacional, un sitio en el cual la seguridad interior se encuentra con el TLC. Según se dice ahora mismo hay entre 10 y 20 compañías israelíes que discuten activamente la participación en el programa. Bruce Wright, director ejecutivo de Tech Parks Arizona, dijo a TomDispatch que su organización tiene acuerdos confidenciales con cualesquiera compañías que se adhieran y por lo tanto no puede revelar sus nombres.
Aunque se muestra circunspecto respecto a afirmar la Iniciativa Empresarial Israel de Global Advantage, Wright se muestra optimista sobre la planificación de su organización a través de la frontera. Mientras habla en una sala de conferencia ubicada en el parque de 5,5 kilómetros cuadrados en las afueras al sur de Tucson, es evidente que se siente estimulado por predicciones de que el mercado de Seguridad Nacional crecerá de un negocio anual de 51.000 millones de dólares en 2012 a 81.000 millones solo en Estados Unidos en 2020 y de 544.000 millones de dólares en todo el mundo en 2018.
Wright sabe también que los submercados para productos relacionados con las fronteras como vigilancia por vídeo, armamento no letal y tecnologías para la selección de personas avanzan rápidamente y que se piensa que el mercado estadounidense para drones creará 70.000 nuevos empleos hasta 2016. Este crecimiento es nutrido en parte por lo que Associated Press llama un “cambio imprevisto” a la vigilancia por drones en la línea divisoria sur de EE.UU. Más de 10.000 vuelos de drones se han emprendidos en el espacio aéreo fronterizo desde marzo de 2013, con planes para que haya muchos más, especialmente después de que la Patrulla Fronteriza duplique su flota.
Cuando Wright habla es obvio que sabe que su parque se encuentra sobre una mina de oro del Siglo XXI. Desde su punto de vista Arizona del sur, ayudada por su parque tecnológico, se convertirá en el laboratorio perfecto del primer grupo de compañías de seguridad fronteriza en Norteamérica. No solo piensa en las 57 compañías del sur de Arizona que ya han sido identificadas trabajando en la seguridad y la administración de fronteras, sino en compañías similares a escala nacional y en todo el globo, especialmente en Israel.
De hecho el objetivo de Wright es seguir el ejemplo de Israel ya que es ahora el sitio número uno para semejantes empresas. En su caso, la frontera mexicana simplemente reemplazará los terrenos de prueba palestinos altamente mercadeados. Los 5.500 metros lineares que rodean la granja de paneles solares de su parque tecnológico sería, por ejemplo, el lugar perfecto para probar sensores de movimiento. Las compañías también podrían desplegar, evaluar y probar sus productos “en el terreno”, como le gusta decir –es decir, donde la gente real cruza fronteras reales– como Elbit Systems lo hizo antes que CBP le diera el contrato.
“Si vamos a estar involucrados a diario con la frontera, con todos sus problemas y aspectos, existe una solución”, dijo Wright en una entrevista en 2012, “¿por qué no debería ser el sitio donde el problema se soluciona y obtenemos el beneficio comercial de hacerlo?
Del campo de batalla a la frontera
Cuando Naomi Weiner, coordinadora del proyecto para la Iniciativa Empresarial Israel, volvió de un viaje a ese país acompañando investigadores de la Universidad de Arizona, se mostró extremadamente entusiasta sobre las posibilidades de colaboración. Volvió en noviembre, solo un día antes que Obama anunciara sus nuevas acciones ejecutivas – una promisora declaración para aquellos que como ella participan en el negocio de refuerzo de las defensas fronterizas.
“Hemos elegido áreas donde Israel es muy fuerte y el sur de Arizona es muy fuerte”, explicó Weiner a TomDispatch, apuntando a la “sinergia” de la industria de la vigilancia entre los dos sitios. Por ejemplo, una firma con la cual su equipo se reunió en Israel fue Brightway Vision, una subsidiaria de Elbit Systems. Si decide establecerse en Arizona, podría utilizar su experticia en parques tecnológicos para desarrollar y refinar sus cámaras y gafas térmicas, mientras explora maneras de readaptar esos productos militares para aplicaciones de vigilancia de fronteras. El Offshore Group fabricaría entonces las cámaras y gafas en México.
Arizona, como dice Weiner, posee el “paquete completo” para semejantes compañías israelíes. “Nos encontramos directamente en la frontera, cerca de Fort Huachuca”, una base militar donde, entre otras cosas, los técnicos controlan los drones que vigilan las áreas fronterizas. “Tenemos la relación con la Aduana y la Protección de Frontera, de modo que hay mucha actividad. También somos el Centro de Excelencia sobre Seguridad de Frontera.”
Weiner se refiere al hecho de que en 2008 el Departamento de Seguridad Nacional designó a la Universidad de Arizona escuela principal para el Centro de Excelencia sobre Seguridad de Frontera e Inmigración. Gracias a esto ha recibido millones de dólares en subsidios federales. Concentrándose en investigación y desarrollo de tecnologías de control de fronteras, el centro es un sitio en el cual, entre otras cosas, los ingenieros estudian las alas de las langostas a fin de crear drones miniatura equipados con cámaras que pueden entrar en los sitios más pequeños cerca del nivel del suelo, mientras grandes drones como el Predator B siguen volando sobre las tierras fronterizas a 10.000 metros (a pesar de que una reciente auditoría del inspector general de seguridad nacional los consideró un desperdicio de dinero).
Aunque el romance Arizona-Israel todavía se encuentra en la etapa del cortejo, la excitación respecto a sus posibilidades aumenta. Los funcionarios de Tech Parks Arizona ven a Global Advantage el camino perfecto para fortalecer la “relación especial” entre EE.UU. e Israel. No hay otro sitio en el mundo con una mayor concentración de compañías de tecnología de la seguridad nacional que Israel. Solo en Tel Aviv se lanzan 600 nuevas empresas tecnológicas cada año. Durante el ataque a Gaza del verano pasado, Bloomberg informó de que la inversión en tales compañías "realmente se había acelerado”. Sin embargo, a pesar de las periódicas operaciones militares en Gaza y el incesante refuerzo del régimen de seguridad nacional israelí, existen serias limitaciones para el mercado local.
El ministerio de Economía israelí es dolorosamente consciente de esta situación. Sus funcionarios saben que el crecimiento de la economía israelí es “nutrido en gran parte de un continuo aumento en las exportaciones y en la inversión extranjera”. El Gobierno mima, cultiva y apoya esas nuevas compañías tecnológicas hasta que sus productos están listos para el mercado. Entre ellas ha habido innovaciones como el “skunk” [zorrillo], un líquido con un pútrido olor hecho para detener en seco a las multitudes revoltosas. El ministerio también ha tenido éxito en el mercadeo de semejantes productos en todo el mundo. En la década posterior al 11-S las ventas de “exportaciones de seguridad” israelíes aumentaron de 2.000 a 7.000 millones de dólares anuales.
Las compañías israelíes han vendido drones de vigilancia a países latinoamericanos como México, Chile y Colombia y enormes sistemas de seguridad a India y Brasil, donde un sistema electro-óptico de vigilancia se desplegará a lo largo de las fronteras del país con Paraguay y Bolivia. También han estado involucradas en preparativos para controlar los Juegos Olímpicos de Brasil de 2016. Los productos de Elbit Systems y sus subsidiarias se utilizan actualmente desde las Américas y Europa hasta Australia. Mientras tanto esa inmensa firma de seguridad está cada vez más involucrada en encontrar “aplicaciones civiles” para sus tecnologías bélicas. También está cada vez más dedicada a llevar el campo de batalla a las áreas fronterizas del mundo, incluyendo el sur de Arizona.
Como señala el geógrafo Joseph Nevins, aunque existen muchas diferencias entre las situaciones políticas de EE.UU. e Israel, tanto Israel-Palestina como Arizona comparten el enfoque de excluir “a los considerados como extranjeros permanentes”, sean palestinos, latinoamericanos indocumentados o indígenas.
Mohyeddin Abdulaziz ha visto esta “relación especial” desde ambos lados como refugiado palestino cuya casa y aldea fueron destruidas por fuerzas militares israelíes en 1967 y como residente desde hace tiempo en las áreas fronterizas de EE.UU. y México. Miembro fundador de la Red de BDS del sur de Arizona, cuyo objetivo es presionar por la desinversión estadounidense de compañías israelíes, Abdulaziz se opone a todo programa como Global Advantage que contribuirá a la mayor militarización de la frontera, especialmente cuando también hace aceptables las “violaciones de los derechos humanos y del derecho internacional” de Israel.
Semejantes violaciones carecen de importancia, por supuesto, cuando se trata de ganar dinero, como indicó el brigadier general Elkabetz en esa conferencia de tecnología fronteriza de 2012. En vista de la dirección que emprenden tanto EE.UU. como Israel cuando se trata de sus áreas fronterizas, los acuerdos que están siendo favorecidos por la Universidad de Arizona parecen crecientemente como una pareja celestial (o tal vez infernal). Como resultado, el comentario de que “Arizona es el Israel de EE.UU.” hecho por el periodista Dan Cohen refleja la realidad.
Todd Miller, colaborador regular de TomDispatch, es autor de Border Patrol Nation: Dispatches From the Front Lines of Homeland Security. Ha escrito sobre temas sobre fronteras e inmigración para New York Times, Al Jazeera America y NACLA Report on the Americas y su blog Border Wars, entre otros sitios. Podéis seguirlo en Twitter @memomiller y ver más de su trabajo en toddwmiller.wordpress.com.
Gabriel M. Schivone, escritor de Tucson, ha trabajado como voluntario humanitario en las áreas fronterizas de México y EE.UU. durante más de seis año. Bloguea en Electronic Intifada y "Latino Voices" de Huffington Post. Sus artículos han aparecido en Arizona Daily Star, Arizona Republic, StudentNation, the Guardian y McClatchy Newspapers, entre otras publicaciones. Podéis seguirlo en Twitter @GSchivone.
Fuente: http://www.tomdispatch.com/blog/175947/