Gracias Radrigán

Por Robinson Silva Hidalgo / resumen.cl

Ha muerto Juan Radrigán, otro de los grandes artistas del siglo XX, ese siglo que pese a todas las críticas y culpas, hizo que aparecieran ante los ojos de la oligarquía atónita, personas como este Radrigán, un hijo de profesora y mecánico. Este autor tuvo la tremenda gracia de escribir teatro de manera eficiente y hermosa, llevando al debate social a los que se llamó “marginados”, pero que que el consideró siempre el sector más dañado de la sociedad, porqué ¿qué es el margen? También puede ser marginal esa ínfima parte del país que nos gobierna y se beneficia de nuestro trabajo, incluyendo nuestras pensiones.

La primera vez que vi una obra de Radrigán fue en el foro de la Universidad de Concepción, tendría 18 ó 19 años y sentía cada día que ese mundo maravilloso, que me acogía y me sacaba de mi población, también era una burbuja a punto de romperse, al menos para mi. La obra era “el loco y la triste” y me impactó de gran forma, me mostró un mundo muy similar al que yo pertenecía, de una manera reflexiva y política, hizo que viera lo frágil de esa bella ilusión que era la vida universitaria y todo lo que había por descubrir en el universo popular, incluyendo la lucha por una sociedad más justa.

El valor de Juan Radrigán y de muchos como él, de artistas e intelectuales del siglo pasado, fue que nos ayudaron a entendernos mejor. En el caso del dramaturgo, hizo que viéramos más allá de lo obvio y además, que miráramos en esos hoyos oscuros en los que millones de chilenos viven y sufren el descaro de los políticos, empresarios y dignatarios varios. Hoy, algunos siguen por ese camino, algunos, los menos; la mayor parte de los artistas están dedicados a ganarse proyectos para volcar sus impulsos en obras que financia el estado, para decir que hacen tanto por la cultura.

Radrigán hoy escribiría sobre los niños muertos del Sename, sobre los pobladores que ahora no hacen tomas, se toman las casas secuestradas por los bancos, por los mapuches encarcelados y perseguidos por enfrentarse al estado protector de las forestales y así, un largo etcétera; a Radrigán no le faltarían temas ni sujetos a quienes retratar. Sin embargo, su obra queda y estaría bueno darle una mirada, releerla y ojalá, volver a mirarla en montajes teatrales o películas que nos digan de donde venimos y qué somos esto que llamamos el pueblo chileno.

Dicho eso último, nos harás falta Juan Rodrigán. Gracias maestro.

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