La lucha estudiantil y social que nos ha remecido en los meses recientes ha desnudado al país y hemos podido observar lo que se ha pretendido ocultar, con diversos ropajes, durante más de 30 años. Tenemos un sistema político y un modelo económico que es un asco, que da vergüenza, que no sirve a los intereses y necesidades de Chile; solo sirve a la casta empresarial y política que se ha beneficiado y profitado del engendro impuesto por la dictadura. Pero, tal vez lo más importante, la movilización social ha dejado planteados los desafíos de futuro que como ciudadanos debemos afrontar.
La lucha estudiantil desenmascaró un modelo educacional concebido para generar y reproducir desigualdad. Desigualdad que produce y en la que se sustenta el sistema económico y político dominante. Las enormes diferencias e inequidades que incuba y multiplica el modelo educacional no es fruto de una “mala educación”, o de errores de los planes educacionales, o de fallas de los programas, o de una errada asignación de recursos, sino que es producto de una deliberada intención de que así ocurra; es producto de una necesidad y objetivo del sistema. Es decir, para eso fue concebido el plan de “modernización educacional” impuesto por la dictadura que consistió en convertir la educación en un negocio segregado por comunas, a los alumnos en clientes de diferentes categorías comerciales y al Estado en facilitador y financista del negocio. El modelo educacional segrega y discrimina para producir, mantener y reproducir la desigualdad como necesidad inherente a la lógica de explotación y de acumulación desenfrenada de un empresariado voraz y depredador. Así como necesita cesantes, el modelo necesita endeudados, explotados, marginados. El fracasado modelo educacional era lo deseado por el empresariado y la casta dominante; la clase política ha tenido el rol de adornarlo y de amortiguar los conflictos que pudiera desatar; como ocurre, por ejemplo, con las tradicionales movilizaciones estudiantiles de todos los años. Ello explica la sordera, la reticencia y la férrea defensa que ha hecho el actual gobierno del famoso modelito.
Al desenmascarar al modelo educacional, la lucha de los estudiantes también ha dejado al desnudo al modelo económico y político en su conjunto, en donde todo se hace para beneficiar y favorecer a unos pocos privilegiados, que son los dueños de este país y que lo han manejado enteramente a su voluntad.
Las movilizaciones estudiantiles de los últimos tres meses han tenido el gran mérito de poner de pie al conjunto de la ciudadanía. Las demandas levantadas por los estudiantes universitarios y secundarios son tan justas y necesarias que no tardaron en ser asumidas por el conjunto de la sociedad, o al menos por la inmensa mayoría trabajadora, indignada y endeudada. Al mismo tiempo, las demandas son de naturaleza tan profunda y amplia que los estudiantes han resumido su postura en que “no sirve cambiar, reformar o mejorar el actual sistema educacional, sino que hay que construir uno nuevo”. Los objetivos por el derecho a una educación garantizada por el Estado, por una mejor calidad de enseñanza, por la gratuidad de la educación escolar, por la desmunicipalización, por el fin del lucro en la educación, por el fin del endeudamiento estudiantil y familiar, entre otras reivindicaciones fundamentales, dan validez a esa máxima estudiantil. Pero esos objetivos se convirtieron también en exigencias del conjunto de la ciudadanía, que convirtió en propias las demandas y la movilización. Y era natural que así fuera, puesto que los estudiantes son todos hijos, miembros de una familia, parte de una realidad social dramáticamente segregada por la desigual distribución del ingreso, que, además, ha sido castigada con el flagelo del endeudamiento a que han sido forzados por este sistema brutal. Todo ello en un modelo económico y político engendrado y parido en la ignominia dictatorial y sustentado en la soberbia de una clase política descompuesta e inescrupulosa, la arrogancia empresarial y en la represión policial.
Un nuevo motor
Estas movilizaciones sociales han tenido la particularidad de ser enteramente ciudadanas, surgidas de las necesidades y demandas de los sectores y actores sociales directamente involucrados en los conflictos, y han tenido como característica principal la transversalidad social y la independencia respecto de partidos y tutelas políticas. Los niveles de coordinación y articulación que han logrado, también escapan a las formas tradicionales de organización utilizadas por el movimiento social y retoman valores históricos de la lucha social chilena como son la solidaridad y la cooperación. En eso radica y ha radicado su legitimidad y gran parte de su fortaleza, y por eso, tal vez, ha podido resistir y aún fortalecerse pese al asedio represivo, a los montajes periodísticos, a las manipulaciones mediáticas, y a los ataques demagógicos provenientes desde el gobierno y su cohorte de digitadores. Por eso también el movimiento social ha podido mantenerse inmune a la indiferencia cómplice, primero, y a los intentos de jineteadas, después, de los partidos concertacionistas y operadores políticos del sistema.
El comportamiento de la clase política ha sido uno solo: defender los intereses de los grandes empresarios, servir a los afanes de los dueños del poder y del dinero (sean estos nacionales o extranjeros). Montar y mantener una maquinaria de poder y riqueza en beneficio de unos pocos y basada en el abuso y la explotación de las mayorías. Los intereses del país, de los ciudadanos, de los más necesitados, de las grandes mayorías, han quedado abandonados o han sido directamente esquilmados o pisoteados por los depredadores del país y del planeta. El mantener esta situación de injusticia y desigualdad ha sido la labor preponderante (por no decir exclusiva) de la clase política en su conjunto; a engañar a la población para preservar este sistema han dedicado sus mayores esfuerzos, en eso consisten sus campañas políticas electorales, y a eso seguirán dedicándose porque el mercado de prebendas empresariales les resulta mucho más atractivo que el sentido originario que tuvo alguna vez el servicio público y la política. Este sistema abusivo y depredador es el que la ciudadanía ya no está dispuesta a seguir tolerando.
La calle: el camino
Estas son las cosas que han sido puestas al desnudo por la movilización social provocada por el movimiento estudiantil. Aunque en estricto rigor, debiéramos decir que ha sido coronada por el movimiento estudiantil, puesto que ésta ha sido más bien el corolario de una constante movilización popular a lo largo de todo Chile; durante meses diversas organizaciones sociales, gremiales, territoriales, de minorías, etc., por diferentes razones y causas pero igual de justas y necesarias, han desarrollado intensas movilizaciones que igualmente han sacudido al conjunto de la ciudadanía. Tal vez no tuvieron la magnitud ni duración que ha tenido esta movilización social de más de tres meses, pero fueron trascendentes en su momento y fueron desnudando, pieza a pieza, las injusticias y brutalidades de un modelo desquiciado y agotado.
Antes que los estudiantes estuvieron en las calles los ambientalistas por Barrancones; las poblaciones contaminadas de Ventanas, Quintero y Coronel por tratar de recuperar una vida digna y saludable, y los pobladores de Laraquete y otros por tratar de impedir que se les contamine; los mapuche por el eterno conflicto de las tierras y derechos ancestrales; los magallánicos por la defensa de sus derechos de gas y por impedir la privatización de ENAP; los pescadores artesanales por la defensa de sus derechos de pesca; los reclamos de diversos sectores trabajadores por conseguir mejoras salariales y laborales; los chilenos todos por defender el medio ambiente, la vida, el planeta, e impedir la instalación de monstruos mineros en Pascua Lama o de monstruos hidroeléctricos en Aysén y Panguipulli; y todas estas movilizaciones parciales han tenido como telón de fondo la movilización permanente de los pobladores y ciudadanos de los territorios afectados por el terremoto y maremoto del 2010 que no se han cansado de reclamar exigiendo condiciones para obtener una circunstancia de emergencia digna y llevadera y exigiendo la pronta solución definitiva de sus problemas de vivienda, salud y trabajo provocados por la catástrofe natural, pero aumentados por la inoperancia, aprovechamiento político, corrupción y negociados de los llamados a brindar soluciones.
Otro mérito de este movimiento estudiantil es que ha movilizado no solo a las familias, trabajadores de la educación, profesores, académicos, directores y rectores, sino también a otros sectores sociales que han solidarizado activamente con las reivindicaciones levantadas y expuestas por los estudiantes y con las soluciones formuladas por el propio movimiento. Así por ejemplo, hemos visto como los trabajadores portuarios de Talcahuano, trabajadores municipales de Concepción, pobladores, damnificados etc. han realizado jornadas de protesta o se han manifestado en apoyo a la movilización estudiantil. Del mismo modo, vastos sectores poblacionales y ciudadanos han participado activamente en los cacerolazos que se han producido durante las noches cada vez que han sido convocados por las redes de comunicación social o por los dirigentes de las movilizaciones.
Se ha producido una gran coordinación popular y ciudadana que escapa a las formas de control y contención que habitualmente usa el sistema dominante para diluir los conflictos sociales y destruir las movilizaciones. Esta vez han sido superados por nuevas formas de organización, nuevas formas de articulación, nuevas formas de protesta, nuevas expresiones de manifestación que no han podido ser controladas por el aparataje dominante. A pesar de los ingentes esfuerzos desarrollados desde el gobierno y la prensa empresarial por deslegitimar las demandas, por criminalizar las manifestaciones, por minimizar las movilizaciones, por ridiculizar a los dirigentes, no han tenido más recurso que refugiarse en el uso masivo, indiscriminado y violento de la represión policíaca como única formula de respuesta posible.
Lo justo y necesario
Sigue siendo necesario que como ciudadanos despiertos nos mantengamos alertas a las componendas y contubernios de la clase política. La actual movilización tiene a los políticos asustados por la posibilidad de ver disminuidos sus espacios de poder y sus márgenes de lobby empresarial. La actual movilización tiene también a los empresarios angustiados por la posibilidad de ver disminuidas sus cuantiosas utilidades si ciertas exigencias de los movilizados logran imponerse. Cualquier transformación o cambio de las modalidades de dominación económica y política asusta y es resistida por la casta dominante en su conjunto, sobre todo porque eso sentaría un pésimo precedente para la estabilidad-rentabilidad dominadora de los dueños del paisito. La clase política dominante hará gala de rostros compungidos, discursos altisonantes, llamados patrióticos, y exaltación de los expertos en los temas, para escamotear de alguna forma el fondo de las demandas estudiantiles, sociales y populares. Las pamplinas y cantinfladas con que pretenderán adornar sus afanes para aferrarse al caño del poder y defender lo indefendible se pondrán a la orden del día.
Lo cierto es que, independientemente de con qué acuerdos termine esta gran movilización, es probable que los grandes y principales objetivos sigan quedando pendientes, sin solución inmediata. Por lo mismo es que se hace indispensable que las demandas de fondo continúen siendo sustentadas por todos los actores sociales actualmente movilizados y por todas aquellas nuevas y futuras movilizaciones de otros sectores sociales. La solución real y radical de problemas como los planteados por los estudiantes, así como los planteados por los necesitados de reconstrucción y afectados del terremoto, los conflictos medioambientales, los conflictos de los pueblos originarios, los conflictos por los problemas energéticos, etc., no se resolverán sino se logra una transformación profunda de los pilares en que se ha desarrollado y sustentado este sistema.
El futuro es ahora
La movilización social ha puesto en evidencia que el logro efectivo de las demandas estudiantiles pasa irremediablemente por transformaciones de fondo del conjunto del sistema. La lucha por una mejor educación exige y se traduce en la lucha contra la desigualdad social y económica del actual sistema de dominación. Por ello es que las exigencias de plebiscito y por una nueva constitución, democrática y participativa, es la piedra angular que se presenta como condición básica para aspirar a la resolución de problemas tan importantes como la reforma al sistema educacional, la reforma tributaria, la reforma al sistema electoral, la renacionalización del cobre y la recuperación de las riquezas básicas del país, la nacionalización del agua, la recuperación de los derechos de mar, la reforma laboral, la reforma al sistema previsional, entre las cuestiones más destacadas surgidas en esta movilización. Se ha creado conciencia de que se hace indispensable producir las transformaciones económicas y también producir las transformaciones políticas que el Chile actual merece y reclama.
El modelito dictatorial se ahogó en su propia avaricia y agotó la paciencia y tolerancia de los chilenos.
En definitiva, independientemente de la forma como culmine o se resuelva el conflicto iniciado por los estudiantes, lo cierto es que su gran triunfo es que sacudieron a Chile entero, pusieron de pie a los pisoteados y dejaron tremendos desafíos de futuro.