Héctor Oyarzún en Festival Frontera Sur: Por el derecho a una crítica contracorriente

Paulina Barrenechea Vergara / resumen.cl El pasado Festival de No Ficción Frontera Sur no sólo presentó una programación audaz y contemporánea, sino que, también, desde ella, levantó una curatoría situada que piensa lo cinematográfico desde su deriva política y social. En ese sentido, el equipo de programadores invita a los realizadores Ignacio Agüero y el mexicano Juan Manuel Sepúlveda a presentar sus películas pero, también, a dos jóvenes críticos de cine, la peruana Mónica Delgado y el chileno Héctor Oyarzún, quienes participaron de las actividades de extensión del festival. La presencia de Mónica y Héctor no son fortuitas, pues se entraman a uno de los objetivos que Frontera Sur desea volver permanentes y que piensan el gesto crítico como potencial educativo y mediador, en este caso, a través del encuentro con el cine. Héctor Oyarzún es cineasta, licenciado en cine de la Universidad de Valparaíso y, actualmente, está ad portas de obtener un Magister en Estudios del Cine en la Pontificia Universidad Católica. Dedicado al ejercicio crítico en plataformas como El Agente Cine y Concreto Azul, Héctor, además, es un investigador acucioso, cuya mirada se posa en contenidos no tradicionales aportando y abriendo nuevos espacios de sentido para la práctica del cine. Comprender y situar el ejercicio crítico fue el eje de nuestra conversación, que desde su propia voz adquiere una renovadora perspectiva. -Desde tu experiencia como crítico de cine ¿cómo percibes la dimensión política que la crítica tiene? “Hay una frase de Serge Daney que me gusta mucho y dice que es labor de la crítica construir puentes donde no los había. Es en ese tipo de conexiones que me parece súper importante hacer una cobertura de festivales, porque la gran mayoría de ellos terminan siendo una plataforma de exhibición y donde lo importante tiene que ver con los momentos de mercado. Se pone muchísima atención en la apertura o clausura, como si eso fuera todo. Poco se hacen relaciones con la película, por eso me parece importante poner relevancia en esos otros tipos de discursos. Así cómo se hablaba de un cine a contracorriente, también, se puede hacer una crítica a contracorriente, sobre todo cuando hay cierta crítica de primera línea hegemónica”. -No sé que piensas, pero aún está muy vigente una percepción un poco negativa del ejercicio crítico, quizás en ello su débil presencia dentro de las prácticas artísticas locales. “Personalmente, he tenido algunos problemas por las cosas que he escrito y eso se deriva de esa interpretación negativa. Está ese lugar común de que el crítico es un cineasta frustrado y eso tiene mucho que ver con la idea del dominio del gusto y pensar que si me gustó o no la película es súper importante. Si hay alguna persona que se siente con la confianza y con la autoridad de decir que una película está buena o no, entiendo que pueda ser rechazado. Se cree que la persona que ejerce la crítica tiene cierto conocimiento y que por eso es incontestable, eso me parece problemático y me parece que no es cierto. Cuando dicen, este montaje está bonito o la fotografía está bonita y todos esos comentarios que son más bien superficiales, lo que hacen es afirmar una posición de autoridad y una evaluación departamental de una película. Me parece que la crítica va por otro lado. Comparar una película que viste hoy, con otra que viste antes, para mí es una de las gracias de las críticas. Todo esto de dedo para arriba o para abajo, es justamente lo que hace que haya una distancia general con relación a la crítica”. En ese contexto, cuéntanos un poco sobre cómo tú enfrentas la labor crítica. “En un taller en el que estuve hace poco, la crítica Dana Linssen planteó una idea que a mí me gusta mucho, el de la crítica lenta. Me pareció una idea muy linda, en el sentido de que la crítica siempre es algo en el presente, incluso en El agente cine estamos supeditados a lo que se estrena en cartelera. En mi experiencia, me interesa más esa idea de la crítica lenta, la crítica que no sale de un día para otro. Me gustan las conexiones que se hacen caminando, quizás por eso me gusta tanto venir a festivales, moverme de una escena a otra, pues son momentos propicios para conectar una película con otra. No solamente venir y decir que las películas estuvieron buenas o no, sino que cuál es el discurso que hay y también conocer las tendencias que están apareciendo en el cine. En ese sentido, sí creo que la crítica puede ser un aporte, decir qué está pasando, pensar que un conjunto de películas que se dan al mismo tiempo están construyendo un discurso, aunque no se plantee intencionalmente. Ese es el rol que yo intento asumir, una crítica que intenta hacer muchas relaciones entre películas. Eso me parece esencial y muchísimo más importante que definir si es que me gustó o no”. Héctor, indaguemos más en tu proceso escritural. ¿qué elementos definen tus modos de hacer y de ver? “Bueno, en tipos de escritura, no tengo nada en contra de la escritura en primera persona, pero yo lo intentó evitar porque me da pudor. No me siento del todo cómodo hablando desde ahí, y no tiene que ver con ningún tipo de pretensión de objetividad, ni nada eso, porque igual está el yo más que pronunciado en lo que escribo. Sé que siempre se intentará colar algo autobiográfico ahí. A mí me interesa mucho escribir sobre animación y con el lenguaje más serio posible. En general trato de evitar referencias de la academia, pero si se trata de animación, me gusta incorporarla. Nadie está esperando que escribas de Buscando a Dory, por eso me interesa darle seriedad a la crítica de animación, que existe muy poco en Chile y muy poco, también, a nivel internacional. No hay una crítica de animación que hable de técnica, no tanto de temas. Cuando se habla de Pixar, se termina hablando de las emociones y se entiende, pues, por ejemplo, Toy Story, es una película completamente emocional pero, también, me parece extraño que ignoren que sea una película digital y todo lo que eso conlleva”. Desde una mirada global y en virtud de tu experiencia en diferentes encuentros a nivel nacional e internacional, ¿cuál es tu lectura del Festival de No ficción Frontera Sur? "Desde la página donde trabajo, El agente cine, nos preocupa llegar a lugares como Frontera Sur, donde hay una forma de hacerse cargo de los discursos, mucho más activo y politizado. Este festival tiene, por un lado, las ganas de establecer fuentes de exhibición pero, también, pensar un festival de manera más integral. A este tipo de festivales no llegan tantos los medios y nosotros, aunque somos un medio pequeño, nos interesa colaborar desde el inicio. En el equipo programador se nota un gusto por las películas que se están dando y esto no debería ser inusual. Eso me parece a mí lo más positivo. Hay una toma de posición muy clara con relación al cine que está en Frontera y están casi siempre haciendo una defensa anticipada de la programación, eso me parece interesante. También la salida del centro. Yo también soy de provincia, de Punta Arenas, y muchas veces hay una especie de autodesprecio al desear que una actividad sea súper abierta, accesible, o que la programación de una película se de en el espacio de la cinefilia o de cierta autoridad investigativa. Está un poco este resquemor de que son películas que van a aburrir a la gente y yo siento que ese aburrimiento es súper válido, entonces me parece muy valiente como gesto apostar por este cine”.
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