¡De cuentos, de novelas y de política...!

Nota preliminar del autor:


El siguiente análisis nace como respuesta a un artículo de Alberto Mayol, titulado: “Longuería, Novoa y la Cruzada de los Niños”, publicado en el medio electrónico “El Mostrador” con fecha 3 de mayo de 2013, y que lamento no haber podido responder con anterioridad, pero llegó a mis manos hace una semana por una simple casualidad, gracias a la gentileza de un amigo que, me habló de este joven sociólogo “best seller” dentro del nuevo círculo de intelectuales de nuestro país, que con sus novedosas tesis respecto de los cambios sociopolíticos que se están produciendo en Chile, ha entregado una excelente visión critica del periodo de post dictadura, lo que ha tenido muy buena acogida por parte del movimiento social este ultimo tiempo. A raíz de este llamativo curriculum, me dispuse a leer el mencionado artículo, del cual, no puedo abstraerme de responder a un problema de fondo, implícito en este coloquial argumento, y creo pertinente evidenciar de forma sucinta en los siguientes párrafos.


Los recursos que nos ofrece el lenguaje (metáforas, analogías, personificaciones, metonimias, etc.), representan un mundo de infinitas posibilidades que enriquecen la comunicación, presentando ideas desde una perspectiva distinta ha como lo haría el lenguaje formal y su razonamiento lógico. Es más, incluso en política son necesarias las figuras retoricas, ya que acercan a las multitudes menos instruidas a una forma de lenguaje político más digerible. Sin embargo, en las Ciencias Sociales debemos cuidar la probidad y no vernos tentados a abusar de estos recursos, haciendo que nuestro “espíritu narrativo” este por sobre el intento de interpretar seriamente la realidad. En esto, la analogía utilizada por A. Mayol, al comparar el fraccionamiento interno de la UDI y levantamiento de Longueira como pre-candidato presidencial, con el lamentable episodio histórico de la “cruzada de los niños”, me parece un recurso narrativo bien logrado, entretenido y amigable para el lector, pero poco esclarecedor para entender lo esencial del juego del poder. En la actualidad, ni la UDI, ni los demás partidos tradicionales, gozan del estatus para que el grueso de los poderes facticos acudan a ellos para salvar al modelo, como lo hace ver Mayol. Este es un error común en los análisis políticos, por no diferenciar 2 de sus aspectos fundamentales: la política externa o “el relato”, y la política interna o “real”. En donde “el relato” opera como un bálsamo que permite que lo importante, “la política real” se legitime insertándose en las masas sin mayor resistencia. Por el contrario, la mayoría de los análisis tradicionales conciben la política desde “el relato” o como una mera forma ideológica, olvidando la relación esencial que guarda con el juego del poder, la mantención de una sociedad asimétrica o desigual, siendo este el mayor propósito de la política, lo que para Maquiavelo era el “realismo político”.


Retomando el argumento de Mayol, en su artículo éste concluye que los empresarios de nuestro país estarían “escandalizados por tener que financiar la cruzada de un loco (encarnado por Longuería que pretende humanizar y darle un nuevo “relato” al deslegitimado modelo neoliberal), pese a ello, los poderosos no tienen más remedio que emprender dicha hazaña con este fanático, ya que solo buscan obtener su preciado motín: poder y riqueza; y ven en esta campaña el medio para hacerlo”. Yo me pregunto: ¿a que empresarios se refiere Mayol? ¿Tan afiebrada esta nuestra oligarquía que toman decisiones excéntricas apoyando a estos fanáticos?


La situación anterior tendría un asidero con la realidad, siempre y cuando existiera una clase empresarial que se alineara políticamente con los designios de la “derecha conservadora”, más allá del simple compromiso ideológico, viviéramos en un país gobernado por los caprichos de un Moreira, un Novoa o un Melero en alianza con los empresarios momios. Sin embrago, la caricatura dista mucho de parecerse a la realidad de nuestras instituciones estos últimos 40 años, en donde la política se ha realizado unilateralmente, sin ideologías entre derechas e izquierdas, los partidos políticos han gobernado alineados a espaldas de la ciudadanía, en una suerte de monopolio plutocrático que solo busca enlazar sus intereses con los grandes grupos económicos, excluyendo de la toma de decisiones a la sociedad civil y los intereses de las mayorías. Un modelo que heredamos del shock de la dictadura militar, sin embargo, la concertación no tuvo la voluntad de corregir en democracia, disfrazándolo bajo el eufemismo de “democracia representativa”. Ahora bien, toda esta tragedia tiene su origen en el Estado Portaliano del siglo XIX, y que hasta el día de hoy nos pesa su carácter centralista y colonial que imprimió al desarrollo de nuestro país, bajo la lógica de crear instituciones autoritarias, que pretexto de nuestros próceres, eran necesarias para formar “a un pueblo que no había madurado políticamente”. Es así, como se configuró nuestro Chile, como diría G. Salazar, al revés “de arriba hacia abajo”, con instituciones que aplastaron y no dejaron surgir la organización desde las propias bases de la sociedad (con la excepción del frente popular en la década del 30’), por lo que la política quedo en manos de un reducido grupo, un exclusivo club que hasta el día de hoy transitan las mismas familias hace dos siglos, y que para invisibilizarse ocupan las vestiduras de la ley y el Estado. Después de esto, solo cabe hacerse una pregunta:

¿Qué nos hace pensar que en Chile la derecha representa los intereses de los poderosos empresarios y la izquierda los intereses de las mayorías desposeídas?


La pregunta anterior me parece una burda caricatura de la realidad, alimentada por relatos y cuentos de intelectuales o analistas que quieren generar una imagen simplificada del mundo político, como parte de una propaganda que hace más digerible la política a sectores mayoritarios de la población. El problema es cuando se pretende hacer un análisis más exhaustivo considerando estas representaciones como ciertas, desatendiendo los aspectos estructurales de la política que se mueven subrepticiamente en el seno de nuestra institucionalidad, y se manifiestan en las decisiones que afectan día a día la realidad de las mayorías. Por esta razón, son tan dañinos los análisis de intelectuales, que tienden a confundir estos aspectos más centrales con sus caricaturas, que en virtud de un recurso facilista tratan enfoques adecuados a concepciones idealistas de la política, instalados en el inconsciente colectivo de una nación o un pueblo.


En una mirada más detenida a la caricatura de los empresarios, entenderemos que las grandes fortunas que hoy mueven nuestro país, representadas por las familias Saieh, Matte, Paulman, Angelini, Luksic, Yarur, Cueto, Solari, entre otros, solo entienden la política real, esa que no es para las masas ni obedece a los grandes relatos, y cuya única formula es tratar de escoger la mejor estrategia para hacer que cada día su fortuna aumente, por lo que no tienen filiaciones dogmaticas o filosóficas con ninguna agrupación, y estarán del lado del gobierno, del partido o de la ideología política que les ofrezca las mejores garantías para ese fin. Solo por dar un ejemplo, el sector más representativo de la tiranía neoliberal es la Banca, que mantienen sus beneficios gracias a la especulación que realizan con los más desposeídos, en 1990 la concentración de los tres grandes bancos en Chile era de un 32%, llegando el 2009 a un 54% y sus ganancias ese año fueron estratosféricas ($1.844 millones de dólares), lo que alcanzará record históricos en los años siguientes ($2.352 millones de dólares el año 2012)*, es esta la grosera concentración económica que propiciaron los gobiernos de centro izquierda, solo queda preguntarnos: ¿Son estos los supuestos empresarios de “derecha” que quieren que la UDI sea gobierno?


De esto último, advierto que el gran temor del gremialismo, a diferencia de lo que postula A. Mayol: un afiebrado grupo de conservadores que tratan de levantar a un mesías para salvar al modelo, es que el núcleo duro de la derecha esta temiendo por un futuro gobierno de la concertación, que “no ofrezca las mismas garantías de estabilidad” que otorgaron de forma magistral las administraciones de Frei-Lagos-Bachelet. Por lo cual, la real preocupación de la derecha, no esta en las candidaturas de Allamand o Longueira, si no en la morfología que tendrá la “centro izquierda” en un futuro gobierno, con los nuevos pactos y concesiones que tenga que asumir con los partidos extraparlamentarios y lo que generaría una nueva coalición menos comprometida con el modelo neoliberal. La preocupación para la UDI es perder el “gobierno indirecto” que ejercieron durante 20 años con la administración de la Concertación, pero lo mas destacable de este proceso, no es el futuro de la UDI, de RN o la

Concertación, sino la forma en que la ciudadanía interpela al establishment, sin la mediación de los partidos, los poderosos no tienen en su ADN político el que las multitudes se organizasen y quieran participar en la toma de decisiones, en chile nunca se ha dado ese tipo de relación, entender esta nueva forma de democracia, seria para las elites concebir un país distinto al que han configurado durante los doscientos años de supuesta “vida republicana”.


Esta historia tiene elementos en común con las tragedias griegas, en donde la Concertación resulto ser “el hijo no reconocido de la derecha”, que administró con eficiencia el modelo que la UDI dejó en dictadura, sin embargo, la concertación no supo entender que además de generar mayor riqueza y concentración, el proyecto neoliberal tenía un espíritu que le permitiría legitimarse en el tiempo, siendo este el “relato perdido” que Longueira trata de rescatar quijotescamente en su campaña. Por el contrario, estos empleados concertacioncitas fueron poco cuidadosos con el patrimonio del gremialismo, y decidieron dejar de ser simples funcionarios públicos o pequeño burgueses ilustrados, para transformarse en exitosos empresarios, descuidando la administración del modelo y ocupándose de sus intereses personales, lo que termino reventando al sistema por exceso de abusos. Esta acción descuidada de la concertación, fue generando un levantamiento progresivo de la sociedad civil por vía de la indignación, despertando la participación y organización de las multitudes, un verdadero “kraken” para nuestra oligarquía, que habían procurado mantener dormido durante siglos.


Finalmente, el retorno a la democracia Chilena es comparable con el nacimiento y maduración de un niño, que al igual que en sus primeros años de educación, sus padres e instructores les enseñaron cuentos e historias para formarlo obediente al orden establecido, la sociedad chilena en sus primeros años de democracia también se le enseñaron ciertas historias y relatos que fueron creídos con mucha ingenuidad, como lo fueron el “gobernar en la medida de lo posible”, “crecer con igualdad”, “gobierno ciudadano”, entre otros. Hoy día ese niño ha madurado y tiene casi 25 años de edad, y no cree en los cuentos que le enseñaban cuando tenía 5, 8 u 12 años. La sociedad chilena necesita de un nuevo lenguaje y forma de practicar la democracia, ya que es evidente que ésta ha entrado en un proceso maduración, y nuestra clase política continúa obstinadamente con su tono paternalista...tratando a nuestro pueblo como si fuera un niño...


Ya es momento que dejemos de hablar de cuentos, novelas y pasemos a hablar de política...


Artículo de Mayol:

http://www.elmostrador.cl/opinion/2013/05/03/longueira-novoa-y-la-cruzada-de-los-ninos/

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