A mediados de los años 90 la CONFECH se rearticula como la organización que aglutinara a los estudiantes de las universidades tradicionales y que se planteaba recomponer una pilar importante del mundo social desarticulado en dictadura y en los primeros años de la concertación. El 97′ fue el clímax de este proceso re-organizativo, con una movilización histórica que pudo frenar un paquete de leyes que profundizaban la privatización en el sector (ley marco) pero que años después será implantada progresivamente (ley de acreditación, ley de financiamiento, reformas curriculares, etc.) Eran los años de la crisis del fondo solidario y de las demandas economicistas para mejorar las condiciones de estudio de la élite universitaria.
La instalación de la universidad empresa como proceso consolidado no sólo es una aplicación neutral de políticas públicas específicas, es más bien el correlato o el resultado de una cierta correlación de fuerzas, es decir de la capacidad de los poderosos y del capitalismo chileno de instalar sus lógicas (material e ideológicamente) en todos los aspectos de la vida social, con el fin de reproducir su modelo de explotación y abrir un suculento negocio.
La promulgación de la ley de financiamiento, maquillada con un supuesto triunfo por mayores becas por las dirigencias de ese tiempo, que adscribían a la Surda -hoy autonomistas- y a la jota, significó la consolidación del endeudamiento como un elemento base del negocio educativo y la introducción directa de la bancos en la educación superior. La reforma que hoy está en el escritorio de los técnicos neoliberales no vendrá más que amarrar legalmente un modelo ya consolidado en los hechos y a mejorar algunos aspectos técnicos, como lo es el CAE.
Durante todo este tiempo la CONFECH no fue una fuerza gravitante más allá de la (cuestionable) legitimidad de su sigla. A pesar de sus objetivos iniciales, esta instancia no logró ser una tribuna mediática ni menos ser sentida como una organización propia de los estudiantes. Esto aún no cambia sustancialmente, y la confederación no pasa a ser más que la articulación de las federaciones universitarias. Aunque luego del 2011 haya tenido un mayor grado de visibilización y posicionamiento, claro está, no se logró avanzar en un objetivo fundamental para los tiempos que corren: la multiplicación y politización de la organización estudiantil.
Un período político particular, definido específicamente por las dinámicas de las fuerzas políticas y la correlación fundamental entre los poderosos y el pueblo organizado, determina la forma de los conflictos y las necesidades organizativas específicas de las fuerzas en disputa. El peticionismo economicista, propio de la mitad de los noventa y la primera parte de la década pasada, y que hoy sigue siendo reproducido por las organizaciones dirigentes del mundo estudiantil, ha sido la forma en cómo los estudiantes organizados han respondido a la diversidad de coyunturas que hemos vivido durante el último tiempo.
Pero ¿qué decimos cuando hablamos de “peticionismo economicista”? Pues, de la forma política de demandar al estado o al empresariado, sobrevalorando la institucionalidad, para darle respuesta a nuestras demandas, limitándolas a las necesidades mismas del sistema político, que se alimenta de la protesta social para adaptar y oxigenar su propia estructura. Esta es la fórmula que ocupan las fuerzas reformistas para hacer de la movilización social una mera masa de maniobra para posicionarse en el campo institucional, sin importar si ganamos o no ganamos lo que se demanda, o si avanzamos en mayores grados de organización y experiencia política.
El peticionismo puede ser reactivo como es el que se expresa al negarse a ciertas demandas del modelo, por medio de un petitorio-tipo para luego negociar una política pública moderada; o puede ser propositivo, como el que hoy exige la limitación del mercado educativo, que en ningún caso implica su eliminación.
La solución no consiste en alejarse de la reivindicación para limitarse a un proceso de organización ficticia en base al purismo de lo social y la auto-gestión. La tarea consiste en que nuestra acción reivindicativa nos permita atacar al sistema en su raíz, esto es, fin de la mercantilización y del mercado educativo, cosa que este mismo proceso nos permita avanzar en organización y soberanía propia.
Pero ¿cuál es la tarea que hoy está poniendo por delante la CONFECH? ¿Qué objetivos políticos se plantea la mayor organización de los universitarios chilenos? Más de algún comentarista político, de esos que se multiplicaron el 2011, habló de una radicalización de los estudiantes, ante el desalojo de las JJCC de la mayoría de las federaciones y la llegada de una nueva fuerza, la Unión Nacional Estudiantil (UNE) y el autonomismo. A más de 6 meses del inicio del recambio en las direcciones del movimiento estudiantil no ha existido ningún avance político hacia la izquierda, ni mayor radicalidad en las posturas, es más, lo que realmente existe es inercia y moderación.
Para qué decir que entre el álgido 2011 y hoy ha existido una latencia que sólo logra romperse mecánicamente con los llamados a marchar, lo que ha llegado incluso a naturalizar la protesta social, que no amaina en la masividad pero que reproduce el carnaval, los colores y luego la lucha callejera desorganizada, en un evento colorido y pirotécnico, un mecanismo controlado y poco efectivo, sólo funcional a las cámaras y los reporteros oportunistas; por tanto mero efectismo… ¿acaso hemos llegado al momento en que la protesta social dejo de ser una herramienta de lucha y se transformó en una evento estudiantil más? ¿Será esta la nueva forma de protestar que tanto agitan los progres?
El panorama se vuelve más gris si sumamos los nulos procesos de discusión que se han generado en las federaciones y que tienen su corolario con la grandilocuente jornada de discusión y agitación nacional de este 8 y 9 de mayo, que muchos centros de estudiantes cumplirán, pero sin ninguna directriz clara, ni menos un apoyo real para lograr avances en nuestras definiciones. Al parecer el avance político, programático y de propuestas que plantean “moros y cristianos” es sólo un ejercicio de las cúpulas para mostrar un buen desempeño en las discusiones con Harald Beyer y los políticos de turno, pero que vacía de contenido y politización a las discusiones estudiantiles, muy lejos de la disputa de proyectos y horizontes políticos.
El año de la maduración y de las propuestas como agitó arrogantemente Gabriel Boric no ha sido más que el año de la inercia, el año en que se ha desaprovechado el potencial y el ánimo de lucha que nos dejó el 2011, el año en que oportunistamente los progres pueden capitalizar, por fuera de todo avance estudiantil, este sentimiento y esta voluntad de cambio, limitándola a un mera expresión de indignación y posterior contención institucional, para ir dándole cuerpo a la estructuración de sus apuestas orgánicas. Y este elemento lo podemos apreciar en todas las variantes del progresismo, desde los hermanitos más pequeños, como la Nueva Izquierda (NIU) o el Movimiento Amplio Social (MAS) hasta los rimbombantes autónomos y la UNE
La CONFECH no sólo necesita un congreso para renovar su estructura formal, necesita un giro político que lo transforme de una instancia de articulación y representación formal a un organismo de lucha. El debate sobre los procedimientos para elegir delegados, que burocratizó gran parte de la discusión de los plenos, desvía el verdadero problema organizativo: la CONFECH debe asumir una tarea ineludible para el momento actual, utilizar sus recursos materiales y políticos para generar mayor organización, tanto en las universidades que están afiliadas como en las que aún no lo hacen.
El mundillo de los viajes fuera de Santiago, de los tuiteos por blackberry, de las máquinas y los operadores que cuadran posiciones sesión por sesión, en síntesis, de la farándula cupular, está muy lejano de las necesidades de la organización estudiantil y de los problemas que afectan a los estudiantes, sean de estatales, de privadas, de CFT o IP
Es hora de remecer de abajo hacia arriba la inercia en que las dirigencias han hecho entrar al movimiento. Los estudiantes seguimos con la voluntad intacta de cambio, pero es hora de que ejerzamos nuestro derecho y nuestra soberanía, que construyamos nuestro poder y que impongamos las directrices de un verdadero plan de lucha.
El llamado es aprovechar esta semana para dar una discusión que sobrepase los límites que nos ha impuesto la CONFECH y que inserte la necesaria discusión de un horizonte político al que debemos apuntar, que circunscriba las demandas que se han planteado a una estrategia que deje claro si apostamos a cambiar el modelo en su conjunto o sólo ajustarlo, que explicite realmente qué se entiende por un nuevo modelo de desarrollo y un nuevo carácter del Estado ¿hablamos de un capitalismo más humano y de un estado con mayor protección social o de la construcción de una sociedad que ponga el bienestar, la igualdad y la riqueza colectiva como principios?
En base al horizonte de sociedad y educación que queremos se estructurarán tácticas, formas de lucha y petitorios, a lo que hay que agregar algo que nunca podemos olvidar: todo esto tiene que tener como base una organización sólida y una conciencia de que nuestro accionar, desde la pintada de un cártel hasta una jornada de lucha callejera se enmarca en una pelea global, donde sólo hay dos caminos: mantener o cambiar lo que existe.
Foto de Archivo: Movilizaciones 2011.
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