“No se impulsa el crecimiento recortando impuestos, se consigue dando dinero a la gente”Abhijit Banerjee, Premio Nobel de Economía 2019 Por Andrés Fonseca López / Resumen.clDesigualdad y los economistas.
Los niveles de desigualdad social en Chile son de los más altos de la OCDE. Como bien señala el economista serbio-estadounidense Branko Milanović en Chile el 5% más pobre de la población tiene un nivel de ingreso similar al del 5% más pobre de Mongolia. Sin embargo, la élite, específicamente el 2% de “menor vulnerabilidad” recibe ingresos similares al del 2% más rico de Alemania. Nuestros billonarios, continua Milanović, se llevan cerca del 25% del Producto Interno Bruto [1]. Su tasa de ganancia es groseramente alta.
Lo anterior ya quizás ni siquiera es necesario decirlo, puesto que todos los chilenos lo sufrimos cotidianamente y el estallido social de octubre 2019 tiene su punto de origen en esta violenta normalización de la desigualdad.
Ahora sería interesante avanzar en propuestas que permitan superar esta desigualdad estructural. La ciudadanía, poniendo en marcha su creatividad y sabiduría, ya trabaja en esto en asambleas territoriales y cabildos ciudadanos. Eso sí, la profundidad y amplitud de la desigualdad en Chile es tan grande, que nos vemos obligados a entrar en el terreno de la economía política, la de gran escala, para resolver temas estructurales.
Pero esta vez no caeremos en el error de dejar cuestiones de economía en manos de economistas provenientes de los sectores altos de la Región Metropolitana, esos de traje y corbata con PhDs de Harvard o Chicago. La economía, la administración de la casa (en griego oikonomos: oiko = casa / nomos = administración), es un asunto demasiado importante como para dejarlo en manos de personas que provienen de hogares en los que no se hacían “malabares” para llegar a fin de mes. ¿Este es un prejuicio clasista? Para nada, la experiencia de por lo menos los últimos 40 años nos demuestra que los economistas religiosos del modelo neoliberal no entienden mucho de economía. Solo saben aplicar y administrar ciega y porfiadamente un modelo particular, aunque este demuestre una y mil veces ser ineficiente mejorar la vida para la mayoría de la población. Así que a estos economistas los dejaremos de lado. Y también dejaremos de lado su lenguaje críptico y rimbombante que aleja las ciencias económicas de nosotros las personas comunes.
La ciencia económica debe volver a recuperar su estatus de ciencia social y debe estar al servicio de las personas. Por eso decimos que el trasfondo de todo este debate es un asunto de ética económica.
Una vieja nueva propuesta para combatir la desigualdad estructural.
Consideramos que una propuesta clave para avanzar en la corrección de la enorme desigualdad estructural del consiste en aumentar los impuestos a los más ricos y luego, redistribuir, a través de transferencias de la riqueza social a los más vulnerables. Decimos que esta propuesta es vieja no solo porque es la fórmula utilizada desde hace tiempo por países desarrollados con un Estado social, sino porque aquí en Chile no han sido pocos los economistas serios y con perspectiva amplia que han sostenido permanentemente estas propuestas, pero no han sido escuchados por el general de la clase política –ni menos por la clase empresarial.
De hecho, este tipo de propuestas son caricaturizadas por políticos y empresarios con el calificativo de “comunistas”; calificativo que en Chile tiene una alta connotación negativa porque la hegemonía cultural neoliberal construyó un sentido común binario y tosco, sin matices, donde todo lo que es “comunista” es malo y todo lo que es “de mercado” es bueno. En palabras de los críticos de las alzas impositivas, subir impuestos pone en riesgo la quintaesencia del sistema actual: el crecimiento económico. Pero no se enteran que ese tan glorificado crecimiento no lo percibe el 50% de los trabajadores chilenos que apenas gana algo más que el ingreso mínimo mensual. Y por eso la gente está en la calle.
Pero abandonemos las caricaturas y pongámonos rigurosos. Lo cierto es que subir impuestos a los más ricos y distribuir en favor de los más pobres no es una propuesta propia de “comunistas”. Paul Romer, ex economista jefe del Banco Mundial –un organismo para nada comunista- y Premio Nobel de Economía 2018 promueve impuestos progresivos a los más ricos e incluso señala que el supuesto riesgo que enfrenta el crecimiento en estos casos no es tal [2].
De la misma forma, una de las Premio Nobel de Economía 2019, Esther Duflo, profesora del afamado MIT, investigadora que ha desarrollado su trabajo en torno a la superación de la pobreza, a propósito del estallido social chileno, ha sugerido explícitamente impuestos progresivos como propuesta para disminuir la desigualdad en nuestro país [3]
Es importante destacar que Esther Duflo y su pareja Abhijit Banerjee, ambos galardonados este año por la academia sueca, no defienden modelos económicos abstractos, sino que se basan en la evidencia de prácticas exitosas en la disminución de la desigualdad y la pobreza. Es decir, hacen ciencia económica y no ciencia ficción económica. Por eso puede que escuchar sus sugerencias sea una buena idea.
Ahora bien, esto dicen los economistas más prestigiosos en la investigación sobre la desigualdad social. Pero frente a la evidencia, y en momentos en que la sociedad chilena pide a gritos mayores grados de justicia social, la reforma tributaria del gobierno de Sebastián Piñera avanza en dirección contraria a lo que sugiere la evidencia y exige la ciudadanía beneficiando a las grandes empresas con el mecanismo de reintegración tributaria [4]. En ese sentido, y en el marco de un aumento de los diálogos en los territorios, es importante que la ciudadanía adquiera los fundamentos económicos, pero sobre todo éticos, que justifican la necesidad de un alza de impuestos a los ricos y de destinar más gasto fiscal en la reducción de la enorme brecha –que ya parece fractura- social.
Estas medidas de aumento progresivo de tasas impositivas a los ricos, cabe señalar, no son la fórmula perfecta. Sin embargo, parece ser el único mecanismo inmediato, a corto plazo, para corregir el modelo actual. Otra propuesta, más radical dirían algunos, es el aumento de los salarios de los trabajadores, pero ese sí que es un tema que la élite no quiere siquiera conversar. No están dispuestos a repartir su tasa de ganancia por buena voluntad. Entonces, en este momento, solo Estado, con todos sus defectos, parece tener la capacidad de ser un agente distributivo. En especial si una Nueva Constitución logra redefinir el carácter del Estado; que actualmente es un “Estado Subsidiario” y no un “Estado Social”.
Conceptos para una ética económica.
El célebre periodista uruguayo Eduardo Galeano alguna vez dijo que vivimos en el mundo al revés. Con un lenguaje algo más filosófico, el situacionista Guy Debord afirmaba que “en el mundo realmente invertido, lo verdadero es un momento de lo falso”. En ese sentido quisiéramos introducir una clave teórica que permite abrir un momento de verdad dentro de este mundo al revés en el que los modelos económicos, esos esquemas abstractos que solo funcionan en la cabeza de algunos economistas, tienen preeminencia sobre la economía que nos afecta a nosotros los “patipelados”. Paradójicamente, esta clave teórica fue elaborada durante el siglo XVIII por un filósofo moral escocés que es muy admirado por los economistas que actualmente defienden el modelo neoliberal, nos referimos a Adam Smith.
Hoy es común escuchar que el empresariado es la clase creadora por excelencia. Son ellos los que crearían empleo para nosotros la clase trabajadora. A primera vista, esta afirmación es certera; tiene sentido. Pero, ¿de dónde proviene el capital que acumulan los capitalistas? Alguien dirá: “de sus inversiones”. Está bien, ¿pero de dónde viene el dinero de las inversiones? ¿Nace de los árboles? Pues no, Adam Smith hizo un descubrimiento teórico auténticamente revolucionario hace más de 200 años: solo el trabajo genera valor. Suena simple, pero en Chile, al menos de forma mayoritaria, esto no se entiende así. Se fetichiza la figura del empresario y se subestima la figura del trabajador. Y peor, se olvida el origen oscuro de la acumulación originaria de la riqueza. Para profundizar en este punto, recomendamos altamente el libro “Historia de la acumulación capitalista en Chile” del Premio Nacional de Historia Gabriel Salazar Vergara. Pero por ahora sigamos avanzando en lo nuestro.
En términos generales la riqueza social es creada por el trabajo social; por nuestra actividad humana colectiva que genera valor y que, a riesgo de sonar redundante, aporta colectivamente a la riqueza social general. Luego esa riqueza social es retenida en manos de los capitalistas. A esta riqueza social expropiada por algunos pocos, le solemos decir capital. Este capital, es la acumulación de lo que Karl Marx (¡mierda!, dije Marx, probablemente algunos me crucifiquen) denominó plusvalía. Este es un concepto sumamente interesante y que profundiza el hallazgo de Adam Smith. Eso sí, importante aclarar que la plusvalía de Marx no hace referencia al futuro aumento del precio de una vivienda por estar ubicada en un sector “bueno”. Por lo mismo, creemos que vale la pena revisarlo.
Cuando trabajamos, por ejemplo, 9 horas diarias, las primeras 4 horas de nuestro trabajo consiguen pagar los costos de producción de nuestra actividad. Esto es, esas primeras 4 horas ya pagaron el desgaste de las herramientas, de los computadores, el uso de materias primas, etc. Después, las 5 horas posteriores de trabajo solo generan ganancia neta para el empresario. Esa ganancia neta es la plusvalía. Y se generó con nuestro trabajo individual, que multiplicado por todos los trabajadores, debemos decir que se generó por nuestro trabajo social; colectivo. Pero ahí está nuestra plusvalía, retenida o en algún paraíso fiscal –porque si bien en Chile ya se pagan pocos impuestos, muchos simplemente no se pagan.
Pero a la sociedad, y específicamente a una sociedad que quiere superar la desigualdad estructural que la afecta, no le sirve el capital ahí retenido. Lo que le sirve es recuperar, por medio de la redistribución, la riqueza social que detienen unos pocos y que entre todos habíamos contribuido a crear. Incluso por aquellos que realizan trabajos invisibilizados y no remunerados como el trabajo de cuidados o el de personas que se desempeñan en los circuitos del trabajo informal. Todo ese valor-trabajo circula dentro de este sistema.
Lo anterior sin mencionar la plusvalía que obtiene la clase empresarial gracias a los denominados “servicios ambientales” que, en un país de vocación extractivista, les es entregada prácticamente sin costos de producción, aranceles o impuestos. Llegar y llevar.
La necesidad ética de impuestos progresivos a los más ricos en siete tesis.
Entonces ya tenemos algunas tesis que nos permiten resumir esquemáticamente lo escrito más arriba. A veces los conceptos económico-filosóficos se hacen algo pesados, por eso ordenar los puntos puede ayudar a la comprensión de los mismos. Acá van:
1. Solo el trabajo genera valor.
2. Dentro de una sociedad el trabajo no es trabajo individual, sino que trabajo social.
3. El trabajo social genera riqueza social.
4. Algunos pocos se apropian de gran parte de la riqueza social (del 25% de la riqueza social) y la acumulan como capital.
5. La apropiación del valor que genera el trabajo social por parte de una élite genera desigualdad.
6. La desigualdad se supera mediante la distribución de la riqueza social.
7. Como algunos pocos no quieren repartir la riqueza social mediante el aumento de los salarios, entonces el Estado debe asumir un rol social y subir la carga impositiva a los más ricos, para luego distribuir la recaudación fiscal.
Esperamos que estos conceptos se integren en la discusión actual, en los debates tributarios que se están dando y que se vienen. Especialmente es importante destacar la comprensión de la importancia que los trabajadores tenemos en la creación de riqueza social. Porque así como hoy el debate sobre la distribución es de carácter tributario, en el futuro el debate que debe instalarse es sí o sí sobre la desigualdad salarial. Ahí está el núcleo duro de un modelo económico sin ética, que construye la opulencia de unos pocos sobre la miseria de las grandes mayorías del país.
Referencias:[1] Branko Milanović – Chile: The Poster Boy of Neo-liberalism Who Fell From Grace.[2]Nobel de Economía recomendó subir impuestos para estimular la economía chilena.[3] Esther Duflo, Nobel de economía 2019: “Será muy importante fijar un compromiso de bienestar con el 50% de los chilenos”[4]A la espera de la reforma: ¿Qué es integrar el sistema tributario?