Guillermo Correa Camiroaga / resumen.cl
Ayer en la tarde me encontraba en Viña del Mar cuando comenzó el incendio en los cerros porteños. Fue imposible no recordar el mega incendio del año 2014, cuando al llegar desde Santiago me encontré con Valparaíso en llamas. Al bajarme del bus en aquella ocasión, partí como por instinto hacia los puntos más afectados, recorriendo el plan del Puerto, mirando atónito y con un inmenso dolor como se quemaban las casas. Para los porteños y porteñas cuando hay incendios de estas magnitudes es como si se estuviera quemando nuestra propia casa, ya que la identidad con esta ciudad “que amarra como el hambre” es realmente muy profunda. Deambulé pensando en cómo poder ayudar, porque en esas circunstancias el impulso desenfrenado puede resultar más una interferencia que una ayuda. Al día siguiente recorrí muy temprano distintos sectores viendo cómo poder cooperar, cuando por una escalera vi que bajaban grupos de muchachas y jóvenes exhaustos, con sus caras tiznadas, pañuelos a manera de mascarilla y algunas palas al hombro. De inmediato acudí a comprar algunas frutas, manzanas, naranjas, plátanos, agua mineral y me acerqué a entregar esta pequeña ayuda solidaria. No quería subir a los cerros sin tener algo concretó para aportar. Así encontré una manera efectiva de apoyar y, mochila al hombro, junto con mi compañera, nos dirigimos diariamente con alimentos, frutas y bebidas, las que entregábamos en forma directa a las cuadrillas de voluntarias y voluntarios que trabajaban incansablemente, peleando contra las llamas en un primer momento, para después trabajar despejando los escombros y ayudando a limpiar todo el desastre que dejó este tremendo siniestro.
Más adelante, en la medida de nuestras fuerzas, empezamos a llegar con guantes y otros implementos para ayudar en todas las tareas que realizaban las porteñas y los porteños. Pude así participar solidariamente y ver en “vivo y en directo” la materialización de la consigna “Solo el Pueblo ayuda al Pueblo”.
Ahora la historia vuelve a repetirse y la intencionalidad del incendio iniciado la tarde del 24 de diciembre ha quedado registrada en algunos videos realizados por los vecinos y vecinos, junto a los testimonios directos entregados por los propios pobladores. Ojalá que las policías sean tan eficaces en esclarecer esta situación, como la celeridad que han demostrado para reprimir al pueblo movilizado, y se pueda llegar a conocer quiénes están detrás de esto y con qué motivo lo realizan, porque las porteñas y porteños dejamos de lado impetuosamente la inocencia el 18 de octubre pasado y ya no creemos en simples casualidades.
Rápidamente se han organizado Centros de Acopio y Albergues - populares, comunitarios, vecinales y municipales- y por ellos comienza nuevamente la solidaridad. Temprano esta mañana me dirigí a entregar algunos alimentos en el INSUCO (Instituto Superior de Comercio) y aproveché de hacer un pequeño recorrido en otros dos lugares del plan habilitados como centros de recolección. Primero me detuve en la esquina de calle Colón con Avenida Argentina, donde integrantes de la Brigada de Primeros Auxilios de Viña del Mar, esa que ha acompañado las distintas movilizaciones realizadas en esa ciudad para asistir in situ a las personas heridas, ahora cumplía la tarea de recolectar para una olla común que está emplazada en una sede vecinal del sector siniestrado. En el paradero de buses de la esquina, un muchacho con mascarilla y una pala, esperaba la micro para subir a colaborar en la remoción de escombros.
Desde allí continué hasta la sede de la UPLA (Universidad de Playa Ancha) ubicada en calle Independencia, local que normalmente funciona como un centro de asistencia de primeros auxilios, contención sicológica, terapias complementarias, como un instrumento de autodefensa popular creado al calor de las movilizaciones. Ahora cumple además la función de Centro de Acopio. Allí conversé con un par de muchachas quienes expresaron lo siguiente:
“Nosotros somos centro de emergencia y catástrofe, aparte de funcionar con atenciones diarias de enfermería, kinesiología, sicología, derechos humanos en tiempos de marcha. Ahora estamos funcionando como Centro de Acopio de alimentos y útiles de aseo principalmente. También recibimos ropa interior nueva. Ahora estamos haciendo inventario, viendo cuántas cosas llegan, para hacer cajas de ayuda y desde mañana empiezan a llegar más voluntarios que empiezan a subir a los cerros. Ahora ya hay cuadrillas arriba y ellos nos entregaran en la tarde un reporte para una mejor planificación del trabajo de mañana.”
Desde Valparaíso me trasladé hasta la Plaza de la Dignidad de Viña del Mar, en donde se estaba recolectando principalmente vestuario en ese momento, pero igualmente se recibía ayuda en alimentos y otros elementos de higiene y aseo personal.
A primera hora de la tarde, mochila al hombro cargada de jugos de frutas, partí hacia el cerro Rocuant para aportar con un grano de arena solidaria, entregando estas bebidas refrescantes directamente a las y los voluntarios que trabajaban junto a los pobladores y pobladoras.
Pude constatar la gran cantidad de muchachas y muchachos que, con sus caras tiznadas, algunas con mascarillas, otros encapuchados - pero esta vez no estaban alzando su voz rebelde y libertaria en las movilizaciones, sino que en la primera línea de la solidaridad – cargando carretillas con sus palas, moviendo escombros o la labor que fuera necesaria realizar en esos momentos, trabajando codo a codo junto a las pobladoras y pobladores damnificados.
Notoria era también la presencia de hinchas de Santiago Wanderers, y no podía ser de otra manera ya que como se dice acá en el Puerto, Wanderers es Valparaíso, Wanderers es su gente.
Una vez más, los cerros ennegrecidos se convirtieron en un hormiguero luminoso de manos solidarias.
Un poco más abajo, a unas dos cuadras del lugar siniestrado, en la Escuela Eleuterio Ramírez, transformada en centro de atención sanitaria, centro de primeros auxilios y centro de acopio, pude registrar el testimonio de una de sus profesoras, quien explicó en términos generales cuáles son los elementos de ayuda más necesarios en estos momentos, haciendo además un llamado a no decaer en la solidaridad, sino que por el contrario incrementarla. Transcribo a continuación, parte de lo expresado por ella:
“Toda la ayuda que se pueda canalizar hacia acá es muy necesaria, porque son muchos los vecinos que quedaron solo con lo puesto. Yo quiero decirles a los porteños que no nos dejen solos, porque hoy es un día especial, ya que por ser 25 de diciembre tienen el corazón lleno de amor, pero este es un proceso es largo, no solo de hoy. Los porteños sabemos que esto no acaba rápido. Ahora se están removiendo los escombros, mañana habrá que continuar con la limpieza y después hay que reconstruir. Además estamos ad portas de un verano que está muy amenazante (…) Nosotros acá estamos recibiendo lo que la gente nos trae en forma directa: agua, alimentos no perecibles, artículos de aseo, y lo más importante, porque la gente se corta las manos con las latas, se hace heridas, es que entonces necesitamos artículos de primeros auxilios, guantes, mascarillas, porque el aire con el polvillo está muy pesado. También se necesita bloqueador, porque la gente trabaja a pleno sol.”
A unos trescientos metros la Escuela Eleuterio Ramírez, otro recinto escolar estaba transformado en un Centro de Atención Veterinaria, en donde alumnos y profesionales de diferentes Universidades están atendiendo a un gran número de mascotas que han sufrido lesiones producto de este incendio.
Fue muy gratificante observar una vez más como los sectores populares, en el amplio sentido de la palabra pueblo, se han organizado de manera muy rápida, solidaria y eficaz al calor del trabajo en terreno, para reiterar en la práctica concreta que “solo el pueblo ayuda al pueblo”.