No es primera vez, sino que reiteradamente el ministro de Salud Enrique Paris, hace recaer las responsabilidades del Gobierno y las culpas de su propia ineptitud en los funcionarios y funcionarias, trabajadores y trabajadoras de la Salud.
La semana pasada, luego de un par de días de ausencia, el ministro volvió a la carga con renovados bríos atacando al personal laborante de los centros sanitarios. Como ya ha ocurrido antes, tal vez en un reflejo condicionado del comportamiento de su jefe, no resulta extraño que Paris cargue contra quienes no le adulan y se esconda en su imagen de hombre amable para victimizarse y arremeter contra quienes exigen hacer las cosas de manera correcta y tratan de hacer lo debido en materia de salud. Resulta del todo indecoroso, que el Gobierno y el Minsal, persistan en su actuar negligente y se enfoquen en convertir a los trabajadores y trabajadoras de la salud en los responsables del desastre sanitario que la pésima gestión gobernante ha provocado.
La incapacidad e inacción del gobierno en funciones y del Minsal queda reflejada día a día en la saturación de centros hospitalarios y en los cementerios. El descontrol de la pandemia del coronavirus sigue campeando a lo largo del territorio. La mayor causa de muerte en Chile son las defunciones a causa del Covid-19. Las consecuencias las sufre la población común y corriente de los barrios y comunas más empobrecidas del país. Los costos de la propagación de la pandemia los asume el personal que trabaja en los centros de salud quienes, además de tener que lidiar con limitaciones materiales, deben cargar con las frustraciones, el cansancio, el agobio y soportar el desprecio de estas decadentes autoridades.
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La realidad es que si la pandemia no ha causado una tragedia aún mayor de la que hemos tenido ha sido gracias al esfuerzo y compromiso laboral y profesional del personal de los centros sanitarios y hospitalarios, de los trabajadores y trabajadoras de la salud, de funcionarios y funcionarias, que día a día exponen su propia vida brindándose por el cuidado de la población enferma que concurre a los recintos y por aquella que socorren en otros espacios. La población chilena sabe y pondera esos esfuerzos. Pero no ocurre lo mismo con las autoridades de gobierno y menos aún con el encargado de estos asuntos que ostenta el pomposo cargo de ministro.
El incremento de los contagios, la saturación de los centros hospitalarios, el colapso de las camas críticas, el aumento de las víctimas fatales, se ha producido a causa de los despropósitos de las llamadas medidas sanitarias del gobierno en funciones y la incompetente acción del Minsal. El último de estos desatinos ha sido la aplicación del mentado “Pase de Movilidad” que, sumado al incoherente plan “Paso a Paso”, no han sido otra cosa que una cobertura legal y mediática para el sostenimiento de las actividades empresariales y comerciales. El ministro, en particular, en un actor secundario y fiel escudero de las directrices de su jefe. Su gestión sanitaria real es equivalente a nada, se reduce a inconsistentes súplicas públicas, y a la evasión de responsabilidades sin ningún sentido de la realidad.
En las últimas semanas, las acciones para tratar de frenar la propagación y reducir los efectos de la pandemia ha consistido en las iniciativas de coordinación y gestión autónoma del personal de salud para absorber la alta demanda, distribuir camas críticas, asumir turnos extras, cubrir las falencias estructurales. Los gremios de los funcionarios, funcionarias, trabajadores y trabajadoras, están haciendo la labor que el Minsal no ha sido capaz de realizar. Si el desastre no es mayor, es solo gracias al personal de salud, pero el ministro no se da cuenta de este hecho esencial.
El ministro de Salud, Enrique Paris, no sólo no ha tenido la decencia de renunciar al cargo para el que ha demostrado no tener las capacidades y experticia necesaria, en especial en esta situación de pandemia sanitaria. Si su antecesor se caracterizaba por el dogmatismo ideológico de sus decisiones, el señor Paris se caracteriza por la obsecuencia y servilismo ante su jefe, el presidente en funciones Sebastián Piñera, que es el individuo que adopta las decisiones sanitarias, como lo ha reconocido e informado el propio Paris. Ya sabemos de sobra para dónde apuntan todas las decisiones del mandatario.
No ha existido un comité de expertos que analice la situación epidemiológica y adopte decisiones en consecuencia. La Mesa Social Covid-19 fue una maquinada puesta en escena para disfrazar las cosas, cuya evidencia llevó al Colegio Médico a no seguir participando del show de Piñera-Paris. Si ha actuado algún grupo de personas a las que se les denomina “Comité” ha sido con afanes mediáticos y de justificación política, pero sin ninguna capacidad de decisión, de resolución, ni de nada, sin ninguna formalidad legal ni registro de sus reuniones, como lo reconocieron a fines de mayo. Las decisiones sanitarias las resuelve el presidente Piñera en reuniones semanales con su sirviente ministro de Salud, quien las vocea parapetado en sus modales de apariencia amable. Los gobernantes y el Minsal han convertido la pandemia del coronavirus en una especie de tempestad natural, cuya superación dependería de factores accidentales, y se lavan las manos actuando con esa lógica de desastre externo.
A los señalados responsables, Piñera-Paris, parece no preocuparles ni importarles las mortales consecuencias de sus arbitrarias e inhumanas decisiones; las empresas siguen funcionando como si nada, los negocios siguen su curso, los mercados registran sus ansiadas tasas de ganancia, la descompuesta institucionalidad les garantiza impunidad.
En una muestra de brutal desapego y distanciamiento con la realidad, y del colmo de la desvergüenza, el presidente Piñera se permitió planear un viaje turístico de despedida presidencial por Europa (por supuesto que con gastos cargados al Estado y usando las prerrogativas del cargo que ostenta) que incluía un recorrido por varios países y encuentros con algunos mandatarios. Sin embargo, el presidente en funciones se vio forzado a desechar el viaje paseo ante el inminente riesgo de ser tomado detenido en su periplo a causa de los delitos de violaciones de derechos humanos sobre la población chilena que ha cometido en su deplorable gestión de gobierno, particularmente desde octubre de 2019 en adelante. No sólo acciones de funa enfrentaría en su eventual recorrido sino que le auguraba el merecido ambiente de una celda carcelaria. De modo que el mandatario en funciones deberá permanecer en los dominios de su reino hasta el término de su reinado.
La anulación del viaje de su jefe parece que exasperó al sirviente ministro y descarga su molestia atacando al personal de los centros de salud. Además, en su última intervención, incapaz de cualquier autocrítica, utiliza la sucia maniobra de confrontar a aquellos que le adulan (o no se sienten en condiciones laborales de poder criticar) contra aquellos que cuestionan la gestión de salud. Los gremios de salud han hecho saber su indignación y molestia por los insultos y agravios proferidos por el ministro, pero como es costumbre, los gobernantes no se dan por enterados de los reclamos de las personas injustamente atacadas por ellos. La soberbia y la autocracia sigue siendo el principal recurso en que se fundan las actuaciones del todavía ministro Paris y su jefe.
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