Investigan la desaparición de objetos que pertenecieron al Museo de Arte Popular Americano en Dictadura

Ganó el último Premio Altazor con “Sueño de una noche de verano” en la categoría Grabado y Dibujo. Elaboró esta obra a base de desechos para representar la precariedad de un Chile acostumbrado a construir con poco y nada, realidad que implícitamente reconoce a un gobierno al sugerir la preparación de un almuerzo familiar con un presupuesto de dos mil pesos. Para lograrlo utilizó harapos que simbolizaban un tejido social reducido a hilachas, cenizas de una sociedad que acabó deshecha al calor de las armas, fieltros y estropajos que cubren las vergüenzas de una clase política cómplice de la pavorosa inequidad.

Hoy Nury González se encuentra embarcada en otro trabajo artístico basado en la desaparición de objetos que pertenecieron al Museo de Arte Popular Americano (MAPA), una obra que daría cuenta del pillaje perpetrado con toda impudicia en la etapa más lúgubre de la historia nacional.

Este nuevo proyecto sería algo muy parecido a una curatoría del despojo, un hecho del que poco se habla actualmente y que investigó en detalle, a una escala infinitamente mayor, la periodista María Olivia Mönckeberg en su libro “El saqueo de los grupos económicos al Estado chileno”. A decir de Nury González, en Chile hubo muchos personajes que, operando tras bastidores, ocultos detrás del capitalismo popular de utilería que se implantaba por la fuerza, trabajaron con denuedo para enriquecerse a costa de los bienes que pertenecían a todos los chilenos. “Estamos investigando sobre los objetos desaparecidos, y esto entrelaza muy bien con una obra que hace tiempo vengo proyectando en mi cabeza. Me hubiera gustado tenerla lista con motivo de los 40 años, pero este trabajo terminó siendo bastante más complejo de lo que creía”, declara la académica del Departamento Artes Visuales (DAV) de la Universidad de Chile.

¿Qué evidencias o señales sustenta su teoría del robo?  De ser efectiva la apropiación indebida, ¿se produjo por lentidad de las autoridades que cautelaban ese patrimonio o éstas derechamente fueron responsables del hurto? “No lo sabemos, pero curiosamente todas las cosas que desaparecieron eran hechos con materiales que uno bien puede reducir y cambiarlos por dinero. Me refiero a objetos elaborados con metales preciosos, como la plata”, asegura.

“Una de mis grandes obsesiones, desde que llegué a la Dirección del MAPA, fue dar con la colección inicial del museo.  Hay gente que tiene absoluta certeza y claridad sobre este tema, entre ellas Silvia Ríos Montero. Ella trabajó con Oreste Plath cuando éste fue director del museo hasta 1973. Los echaron a ambos después del Golpe, pero ella volvió como directora en 1981. En paralelo, unos jóvenes se encontraban investigando en archivos y dieron con unos boletines y folletos en los que aparecen exposiciones con objetos que no están en la colección. Hay fotos”, agrega Nury González, quien hoy destina parte de su tiempo a una exposición sobre artesanía contemporánea en el MAPA.

Según la académica, “Chile tiene una deuda con aquellas familias que vieron desaparecer a sus seres queridos. Pagar esa deuda es más urgente. Pero está la otra deuda producto del saqueo. Miremos nada más lo que pasó con la Universidad de Chile y otras universidades públicas. Todas fueron saqueadas hasta el último día de la dictadura y perdieron un invaluable patrimonio material”. La artista cree que hubo una operación de blanqueamiento impulsada por los responsables del museo. “En 1985 se hizo un catálogo nuevo, y coincidentemente esos objetos ya no estaban consignados en él. Nuestra referencia es el inventario que había hace más de 44 años”, agrega la directora.

Nury González cree que este saqueo refleja muy bien el desprecio total por lo público, un sello inconfundible, a su juicio, de la ideología que orientó a civiles y militares que participaron en el gobierno dictatorial de Augusto Pinochet.  “Sabemos que no existen medios de comunicación en Chile que tengan en mente indagar sobre este tema. Por el contrario, hoy, y mientras hablamos de los crímenes de la dictadura cometidos contra las personas, vemos desfilar a grandes empresarios que construyeron sus fortunas a partir de una política sistemática de expolio y destrucción del patrimonio público. No sólo se quedaron con las empresas públicas de un modo a lo menos opaco, sino que también destruyeron garantías sociales mínimas que existían en Chile, al menos en educación, salud y previsión, con el solo propósito de hacer negocios. Eso también es una apropiación. Y hoy vemos cómo el Estado deriva pacientes a las clínicas en el marco del Plan AUGE, pagando cifras exorbitantes a sus dueños, en vez de gastar una parte de esos recursos en mejorar nuestra red hospitalaria”, indica la última ganadora del Premio Altazor.

Nury González intenta recordarles a los chilenos el legado ético de Salvador Allende. Su memoria, dice la artista, “reverdece en la multitud de escuelas y calles que llevan su nombre alrededor del mundo”. Una situación totalmente contrapuesta a la de Pinochet, cuya memoria reverdece no por los laureles presuntos de su obra económica, sino por los millones de dólares que ocultaba en una cuenta del banco Riggs. “A Allende le atribuyeron falsamente una serie de delitos para resaltar la inmoralidad del marxismo. Pinochet, en cambio, inicia la demolición ética de Chile, país donde nadie parece inquieto por conocer el origen de las fortunas de muchos de sus más notables empresarios”, concluye.

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