Irlanda tras diez años del acuerdo de “Viernes Santo”
Txente Redondo
Un año más Irlanda se nos presenta inmersa en un ciclo de aniversarios, la firma hace diez años del Acuerdo de Viernes Santo (AVS) está dando lugar a todo un mar de análisis y lecturas sobre la situación de la isla, sobre los logros, los retos y el futuro que se presenta a partir de ese histórico acontecimiento. Pero además, esta año también se cumple el cuarenta aniversario de la `puesta en marcha del movimiento por los derechos civiles...
Irlanda tras diez años del acuerdo de “Viernes Santo”
Txente Redondo
Un año más Irlanda se nos presenta inmersa en un ciclo de aniversarios, la firma hace diez años del Acuerdo de Viernes Santo (AVS) está dando lugar a todo un mar de análisis y lecturas sobre la situación de la isla, sobre los logros, los retos y el futuro que se presenta a partir de ese histórico acontecimiento. Pero además, esta año también se cumple el cuarenta aniversario de la `puesta en marcha del movimiento por los derechos civiles, algo que será clave para entender el posterior desarrollo del conflicto en Irlanda, ya que a partir de 1968 el conflicto entraría en una nueva fase de la que se ha salido en parte gracias al Acuerdo de Viernes Santo, y al proceso de paz que supieron poner en marcha la clase política de aquel momento.
Uno de los aspectos más destacados del AVS es su referencia como modelo a experiencias ajenas a Irlanda. El conflicto entre tamiles y cingaleses en Sri Lanka, el reciente viaje del presidente de Burundi a la isla, las miradas desde Iraq, e incluso más recientemente, las declaraciones desde la Unión Europea, apuntando a ?las lecciones que el método irlandés puede tener en la resolución de otros conflictos en el mundo, son buena muestra de todo ello.
Técnicamente nos encontramos ante un ?magnífico documento?, según algunos expertos, ya que logró recoger dos ideas opuestas en el mismo. Así, mientras que para los unionistas les sirvió para convencerse que la unión con Gran Bretaña permanecía invariable, los republicanos veían la oportunidad de lograr la unidad de Irlanda.
Otro de los aspectos que toma fuerza estas semanas es la importancia que está adquiriendo la economía en el devenir del futuro irlandés, sobre todo en clave de unidad de la isla. Si desde el movimiento republicano hace tiempo que se era consciente de ello, sobre todo para garantizar la prosperidad y el desarrollo conjunto de la población irlandesa, la comunidad unionista, y sobre todo sectores cualificados del mundo económico, también ven la potencialidad económica de los veintiséis condados clave para el futuro, e incluso como la única oportunidad para reflotar el resto de los condados.
Lo que nadie pone en duda es el efecto transformador que ha tenido el proceso de paz y más concretamente la materialización del Acuerdo. Los avances en materia de policía, desmilitarización, derechos humanos, igualdad son un claro ejemplo del importante paso dado. Además, el carácter inclusivo del mismo ha permitido asegurar y fomentar esos progresos en áreas tan delicadas hace unos años como las anteriormente mencionadas.
Las luces y sombras del Acuerdo nos muestran también los apartados que siguen sin resolverse, como la transferencia de poderes en materia policial o de justicia, los derechos lingüísticos del irlandés y otros relativos a derechos humanos y de igualdad.
En ese sentido se hace evidente también que el Acuerdo de Viernes Santo no supuso ni el principio del proceso de paz, ni tampoco se acabó con él. Los sucesivos altibajos y acuerdos posteriores, las amenazas y obstáculos, e incluso las posturas demagógicas y la flexibilidad, han caracterizado esta década post-Acuerdo y los han mostrado como un acuerdo político que ha sido capaz de poner fin a décadas de violencia, afrontando las raíces de la misma, y garantizando a todos los actores su participación en el teatro político y la defensa de sus respectivos objetivos de modo democrático y por vías pacíficas, y sobre todo, sin ningún tipo de discriminación o represión por ello.
Durante las próximas semanas los elementos contrarios al proceso no dudarán, como han hecho hasta ahora, en utilizar su artillería más pesada para seguir obstaculizando la marcha del mismo. Los recientes ataques contra la persona de Gerry Adams (se lanzan rumores sobre su posible sustitución, su supuesta participación colateral en una acción armada a principios de los setenta, se señala como posibles informadores policiales a miembros de su círculo de amistades o colaboradores?) parecen indicar que una campaña contra el líder republicano está en marcha.
Algunos parecen no perdonarle que sea el único dirigente en activo (junto a McGuinness) de aquellos que protagonizaron el proceso de paz. Las marchas de John Hume, David Trimble y Bill Clinton en su día se han visto seguidas de las de Tony Blair y Bertie Ahern, así como el anuncio de Ian Paisley en el mismo sentido.
La pasividad policial ante las actuaciones de bandas delincuentes en barrios nacionalistas, la participación de antiguos prisioneros políticos republicanos en el nuevo modelo policial, y otros flecos servirán de excusa para que los de siempre agiten las complejas aguas de la política irlandesa, pero como señalan las fuentes de la isla, el proceso goza de buena salud.
Prueba de ello es la postura del DUP, aceptando la presencia de los expresos republicanos en las comisiones policiales, o más allá de la retórica, lógica hasta cierto punto, se nos presenta la apuesta del principal partido unionista por la continuidad del proceso. En ese sentido se enmarcan las palabras del sucesor de Paisley, Peter Robinson, que ha señalado que mantiene su confianza ?en que la fórmula del gobierno compartido continúe?.
El Acuerdo de Viernes Santo ha sido la plasmación de un cambio en la esfera política, económica, social y constitucional de Irlanda. Y al mismo tiempo es el certificado de defunción de la política colonial británica, que en Irlanda, como en otras partes del mundo, y bajo la bandera del ?divide y gobierna? tantos frutos ha cosechado para el poder colonial, y muchos más sufrimientos y dolor entre los pueblos colonizados.
Mientras tanto, el movimiento republicano mantiene como principal objetivo estratégico la unidad de Irlanda y el fin de la jurisdicción británica sobre la misma. Y como ha señalado Adams, este objetivo ?no concluye con la formación de la Asamblea ni el gobierno de los seis condados, ni con las instituciones entre norte y sur y otros acuerdos institucionales?. Para los republicanos, esas instituciones no son sino ?parte de su estrategia para lograr encauzar un mayor apoyo popular de cara a la unificación definitiva de la isla y en torno al derecho del pueblo de Irlanda para determinar su propio futuro?.
TXENTE REKONDO.- Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN)