¿Qué significa la rebelión de Aysén? ¿Cuáles son las consecuencias de este levantamiento popular? ¿Qué abre y qué cierra Aysén?
Un gobierno asediado por la opinión pública, cuestionado por sus decisiones en torno a la represión pre-negociación y para-negociación, con cerca de un mes con una región austral descontrolada de sus lazos de poder, en franca confrontación, logra llegar a un oasis en su tozudez: la mesa de diálogo.
Esta dificultad para maniobrar el volante-pueblo ¿Es originaria de esta administración o es de otra naturaleza?¿Podría otro gobierno manejar la crisis de manera más eficiente?
Hace un par de días, la Concertación junto al oficialismo almorzaron y se dijeron de todo. Llegaron eso si, a un acuerdo: la investigación que se realizaría en contra de las autoridades de gobierno de la concertación por el 27F, para cargarlos con la responsabilidad política del desastre, cuyo objetivo era golpear a la salvadora Bachelet, se dejará de lado. Como forma de apaciguar las cosas, la concertación dejará la acusación contra Hinzpeter por la violencia excesiva de Carabineros, confirmada por diversos organismos de DDHH.
Blindaron a Bachelet y a Hinzpeter.
En teoría, la concertación es un aliado del pueblo. Pero la realidad se constituye a través de la práctica, y su práctica política es oportunismo. Lisa y llanamente oportunismo. La militarización del territorio mapuche en sus gobiernos constituye su mayor demostración, porque cuando un pueblo se organizó para exigir lo suyo, las prácticas políticas de la derecha fueron las mismas que las de centro-izquierda. Como olvidar el acribillamiento de Rodrigo Cisternas, en la huelga forestal del 2007, en el gobierno de la excelente presidenta Bachelet.
La oposición y su oportunismo negociador, se articula con la tozudez del poder fáctico en la Moneda; el sistema muestra sus dos caras. Negocias o aceptas el coctel de perdigones. O negocias y los aceptas. O solo los aceptas.
Hay un viejo cuento, bastante popular que señalaba que para hacer caminar a un burro, se le debe ofrecer una zanahoria y simultánemanete, golpearlo con un garrote.
En la cultura popular Aysén ha calado hondo. Y debe seguir calando. La transversalidad del movimiento patagón da lecciones a las organizaciones populares acerca de como institucionalizar un movimiento popular. Así como también en Magallanes, las problemáticas territoriales son las que aglutinan, más allá de las organizaciones políticas que las levanten como propias. Y ello se da porque en el fondo la dictadura pinochetista y el asistencialismo concertacionista se plasman en las políticas territoriales, en donde confluimos como pueblo. Infiltraban profesionalmente o sencillamente cooptaban sectores y los engatuzaban con que algún día, vendrá un mejor gobernante a solucionar nuestros problemas.
Si socializamos el territorio, socializamos las problemáticas , por lo tanto empoderamos localmente al pueblo. Porque en el fondo toda disputa política es por poder, y el poder no se alcanza llegando a la Moneda, al parlamento o a la municipalidad, sino que se ejerce localmente. Pues como decía alguien por ahí, el poder no es una cosa, sino una relación. Creamos contrapoder.
Pero eso no es necesariamente un proceso consciente. La filosofía de la conciencia ya tuvo su velorio en el siglo XIX; Freud, Nietzsche y Marx.
El ejercicio de poder debe apuntar en todos los sentidos. La cultura popular como un organismo escupiendo vitalidad al bloque de poder dominante. Un bloque contracultural o de cultura del pueblo poniendo límites al poder absoluto, militar y centralista del Estado chileno.
Sin embargo, Aysén también toca su techo. Primero fue la mesa diálogo y ahora, la mesa técnica; el viejo mecanismo dilatador del poder central. Aysén da tiempo al ministerio del Interior para que intervenga los espacios controlados por la población, con la posibilidad de aplicar la temida Ley de Seguridad Interior del Estado.
Como señaló Ruperto Concha el 2011, en pleno movimiento estudiantil, advirtiendo a los movilizados “es preciso recordar que el establishment político es hábil en usar la técnica del saco de grasa, capaz de absorber muchos golpes sin inmutarse, sin cambiar ni de forma ni de contenido, hasta que el que lo golpea se queda sin fuerzas y sin haber conseguido nada.”
El resto del país no tiene claridad respecto de esto, porque los movimientos sociales aún no esclarecen su visión acerca de lo que es el Estado, y su forma de enfrentarlo. Y tampoco han logrado seducir a los pobladores que alzaron las cacerolas en el movimiento estudiantil. La movilización generalizada por todo el territorio nacional se proyecta paulatinamente, como la estrategia a seguir. Levantamientos aislados dan tiempo al tigre de papel. Y una estrategia de insurrección popular da herramientas al pueblo para enfrentarse al omnipotente patriciado mercantil financiero.
Pero para eso necesitamos construir un proyecto popular. Y eso se construye, como decían unos compañeros por ahí, confrontando el poder territorial con la hegemonía centralista y disciplinadora del Estado chileno.
A tomar el cielo por asalto.