Parto aclarando antes que nada, que considero una atrocidad el ataque a las oficinas de la revista satírica Charlie Hebdo en París y que no creo que, en ninguna circunstancia, sea justificable convertir a un periodista, por dudosa que sea su calidad profesional, en un objetivo militar. Lo mismo es válido en Francia, como lo es en Colombia o en Palestina. Tampoco me identifico con ningún fundamentalismo, ni cristiano, ni judío, ni musulmán ni tampoco con el bobo-secularismo afrancesado, que erige a la sagrada “République” en una diosa. Hago estas aclaraciones necesarias pues, por más que insistan los gurús de la alta política que en Europa vivimos en una “democracia ejemplar” con “grandes libertades”, sabemos que el Gran Hermano nos vigila y que cualquier discurso que se salga del libreto es castigado duramente. Pero no creo que censurar el ataque en contra de Charlie Hebdo sea sinónimo de celebrar una revista que es, fundamentalmente, un monumento a la intolerancia, al racismo y a la arrogancia colonial.
Miles de personas, comprensiblemente afectadas por este atentado, han circulado mensajes en francés diciendo “Je suis Charlie” (Yo soy Charlie), como si este mensaje fuera el último grito en la defensa de la libertad. Pues bien, yo no soy Charlie. No me identifico con la representación degradante y “caricaturesca” que hace del mundo islámico, en plena época de la llamada “Guerra contra el Terrorismo”, con toda la carga racista y colonialista que esto conlleva. No puedo ver con buena cara esa constante agresión simbólica que tiene como contrapartida una agresión física y real, mediante los bombardeos y ocupaciones militares a países pertenecientes a este horizonte cultural. Tampoco puedo ver con buenos ojos estas caricaturas y sus textos ofensivos, cuando los árabes son uno de los sectores más marginados, empobrecidos y explotados de la sociedad francesa, que han recibido históricamente un trato brutal: no se me olvida que en el metro de París, a comienzos de los ‘60, la policía masacró a palos a 200 argelinos por demandar el fin de la ocupación francesa de su país, que ya había dejado un saldo estimado de un millón de “incivilizados” árabes muertos. No se trata de inocentes caricaturas hechas por libre pensadores, sino que se trata de mensajes, producidos desde los medios de comunicación de masas (si, aunque pose de alternativo Charlie Hebdo pertenece a los medios de masas), cargados de estereotipos y odios, que refuerzan un discurso que entiende a los árabes como bárbaros a los cuales hay que contener, desarraigar, controlar, reprimir, oprimir y exterminar. Mensajes cuyo propósito implícito es justificar las invasiones a países del Oriente Medio así como las múltiples intervenciones y bombardeos que desde Occidente se orquestan en la defensa del nuevo reparto imperial. El actor español Willy Toledo decía, en una declaración polémica -por apenas evidenciar lo obvio-, que “Occidente mata todos los días. Sin ruido”. Y eso es lo que Charlie y su humor negro ocultan bajo la forma de la sátira.No me olvido de la carátula del N°1099 de Charlie Hebdo, en la cual se trivializaba la masacre de más de mil egipcios por una brutal dictadura militar, que tiene el beneplácito de Francia y de EEUU, mediante una portada que dice algo así como “Matanza en Egipto. El Corán es una mierda: no detiene las balas”. La caricatura era la de un hombre musulmán acribillado, mientras trataba de protegerse con el Corán. Habrá a quien le parezca esto gracioso. También, en su época, colonos ingleses en Tierra del Fuego creían que era gracioso posar en fotografías junto a los indígenas que habian "cazado", con amplias sonrisas, carabina en mano, y con el pie encima del cadáver sanguinolento aún caliente. En vez de graciosa, esa caricatura me parece violenta y colonial, un abuso de la tan ficticia como manoseada libertad de prensa occidental. ¿Qué ocurriría si yo hiciera ahora una revista cuya portada tuviera el siguiente lema: “Matanza en París. Charlie Hebdo es una mierda: no detiene las balas” e hiciera una caricatura del fallecido Jean Cabut acribillado con una copia de la revista en sus manos? Claro que sería un escándalo: la vida de un francés es sagrada. La de un egipcio (o la de un palestino, iraquí, sirio, etc.) es material “humorístico”. Por eso no soy Charlie, pues para mí la vida de cada uno de esos egipcios acribillados es tan sagrada como la de cualquiera de esos caricaturistas hoy asesinados.
Ya sabemos que viene de aquí para allá: habrá discursos de defender la libertad de prensa por parte de los mismos países que en 1999 dieron la bendición al bombardeo de la OTAN, en Belgrado, de la estación de TV pública serbia por llamarla “el ministerio de mentiras”; que callaron cuando Israel bombardeó en Beirut la estación de TV Al-Manar en el 2006; que callan los asesinatos de periodistas críticos colombianos y palestinos. Luego de la hermosa retórica pro-libertad, vendrá la acción liberticida: más macartismo dizque “anti-terrorismo”, más intervenciones coloniales, más restricciones a esas “garantías democráticas” en vías de extinción, y por supuesto, más racismo. Europa se consume en una espiral de odio xenófobo, de islamofobia, de anti-semitismo (los palestinos son semitas, de hecho) y este ambiente se hace cada vez más irrespirable. Los musulmanes ya son los judíos en la Europa del siglo XXI, y los partidos neo-nazis se están haciendo nuevamente respetables 80 años después gracias a este repugnante sentimiento. Por todo esto, pese a la repulsión que me causan los ataques de París, Je ne suis pas Charlie.
Una respuesta del autor a los comentarios suscitados por su artículo Primero que nada, sorprende que a algunos les parece tan curioso que alguien pueda al mismo tiempo condenar los ataques de París y NO sentirse reflejado en las caricaturas de Charlie Hebdo, revista a la cual he leído y no me gusta ni cinco (ni tampoco me gusta Le Canard Enchaîné). Esto demuestra el extremismo, manifiesto en la violencia del lenguaje de quienes critican pasionalmente sin haber leído con detención lo planteado en el artículo, de quienes creen que cuando uno está en desacuerdo con algo, tiene que eliminarlo. Quienes dicen que si uno critica las caricaturas justifica el asesinato, dan muestras de una estrechez mental impresionante, de una soberana estupidez, de una falta de comprensión de lectura aterradora y de una gran intolerancia. Y coronan diciendo: es que el autor de la columna no está a la altura de nuestra sofisticación afrancesada, de nuestra educación, de nuestro humor. Si eso no es arrogancia colonial y elitismo, no sé qué es. Yo repudio el atentado y a la vez repudio las caricaturas, por eso no soy Charlie. Esto no tiene nada que ver con la libertad de expresión, sino con la caricaturización del otro, sobre todo cuando el otro está en una situación de vulnerabilidad respecto al caricaturista (representante de la cultura dominante ante los inmigrantes, del país invasor a los ojos del sirio, del maliense, etc.). Porque todos sabemos que Francia sí tiene temas tabús, como por ejemplo el Holocausto judío, del cual Charlie nunca se mofó, como sí se podía mofar de la masacre de egipcios (aclaro, porque hay que aclararlo todo, que caricaturas del Holocausto me parecerían igualmente reprochables y asquerosas, pero no las prohibiría por ley, como tampoco censuraría a Charlie Hebdo aunque esté tremendamente en desacuerdo con él). Hay quienes dicen que no es oportuno pero claro que es oportuno pronunciarse: las caricaturas (vulgares, grotescas) de Charlie Hebdo se han vuelto virales y circulan, descontextualizadas dirían algunos, llenas de mensajes de odio y mensajes contra los musulmanes, contra todos, no contra los extremistas solamente. Y los llamados a deportar, que si no les gusta Europa que se vayan, a invadir y a la violencia contra los árabes. Europa está intoxicada de xenofobia y esta, sin ser una pieza clave, aportó su granito de arena. Decir, yo soy Charlie, y circular esas caricaturas no creo que ayude en nada a la convivencia y fomenta el racismo. No me lo cuentan: lo veo, escucho los comentarios incluso de gente que dice ser de izquierda o progresista acá en Europa. Independientemente de si los autores eran o no racistas en su fuero íntimo, como decía un académico árabe, burlarse de los árabes da plata. Pero lo peor, es que envalentonan a los partidos racistas de ultraderecha que en base a este sentimiento han vuelto a ser "respetables". Hay que medir mucho las palabras en un clima tan tóxico como el que se respira en Europa. Por eso mantengo que no soy Charlie. pd. Me sorprende el racismo de algunos comentarios acá que me confirman en que lo más preocupante es la islamofobia: que el sufrimiento de los palestinos es irrelevante, que si hay represalias contra los musulmanes se lo tienen merecido, que vuélvanse a su país. Son exactamente los mismos argumentos que me recuerdan que los musulmanes son los judíos de la Europa del siglo XXI. Los primeros eran banqueros avaros, los segundos dogmáticos intolerantes. Y nuestra intolerancia propia pasa de agache...
*José Antonio Gutiérrez D. Militante libertario, residente en Irlanda donde participa en los movimientos de solidaridad con América Latina y Colombia, colaborador de la revista CEPA (Colombia) y El Ciudadano (Chile), así como de los sitios web internacionales www.anarkismo.net y LaPluma. Autor de "Problemas e Possibilidades do Anarquismo" (en portugués -Faisca ed., 2011) y coordinador del libro "Orígenes Libertarios del Primero de Mayo en América Latina" (Quimantú ed. 2010).