Elfriede Jelinek, nacida en 1946 en el pueblo de Mürzzuschlag, es una escritora austríaca ganadora del premio Nobel de literatura en 2004, hecho que causó controversia en los sectores conservadores de la academia. Según sus palabras, escribe de lo que está destruido y cree en el firme compromiso político de su oficio, además de recordarle a la prensa del pasado nazi de su país.
Miguel Ogalde Jiménez / resumen.cl
La pianista es una novela publicada por Elfriede Jelinek en 1983, que narra la historia de Erika Kohut, una profesora de piano con gran talento que, cercana a los cuarenta, aún vive con su madre, con la que comparte una relación dependiente y tóxica, llena de violencia física y psicológica. Erika fue la promesa que iba a ser y no fue, una mujer que desde pequeña le exigieron cambiar el mundo y al final terminó enseñando en una escuela de prestigio que no significa nada para ella. Toda esta frustración emocional y sexual desemboca en que Erika desarrolle prácticas masoquistas y voyeristas, que la impulsan a espiar a la gente teniendo sexo o mutilar sus genitales con navajas de afeitar. El mundo de la protagonista cambia radicalmente cuando Walter Klemmer, uno de sus alumnos, se obsesiona con ella. Él es un chico alto, rubio, atlético, culto, popular con las mujeres, modelo austríaco de hombre a seguir, pero también oculta un lado oscuro y turbio que será potenciado por la ineptitud emocional de Erika. Así, la profesora de piano se verá tironeada entre dos fuerzas agresivas, la dominación de la madre y el sometimiento que Klemmer quiere ejercer sobre ella.
Cabe destacar que el director de cine austríaco Michael Hanake adaptó la novela el 2001 en una película que fue éxito de crítica, ganando varios premios en Cannes. Si bien la actuación de Isabelle Huppert como Erika es magistral, no se logra traspasar toda la complejidad de la prosa de Jelinek a la pantalla, aunque como película es de altísimo nivel.
[caption id="attachment_77188" align="aligncenter" width="949"] Fotograma de película La pianista, extraída de https://macguffin007.com[/caption]La autora construye su narrativa como una sátira agresiva a las relaciones ideales que se muestran en las novelas clásicas, mostrando no sólo cómo las mujeres son maltratadas por los hombres sino que también por las mismas mujeres y, además, dentro de una institución tan sagrada en Europa como lo es la familia. Su temática explora a fondo la depresión, el masoquismo emocional y físico, de cómo una sociedad fría degenera a las personas y transforma sus vidas en tumbas de soledad y tristeza. Por debajo de la trama merodea un monstruo que, con un olor podrido, va sugiriendo cada vez más salvajemente que el bienestar material no es suficiente para asegurar la felicidad o la cordura.
Jelinek, al ganar el Nobel dijo que no quería que su nación se aprovechara de eso para ganar prestigio debido al pasado nazi en la historia austríaca y el incipiente crecimiento de la ultraderecha en la política. “Austria me ha deshecho”, confesó. Acerca de la temática de la novela dijo que: “Es sobre el desenmarañamiento de una mujer que carga en su espalda con esa herencia de cultura musical que Austria tanto idolatra. Y una sexualidad no vivida expresada a través del voyerismo: una mujer que no puede tomar parte de la vida o del deseo. Incluso el derecho de mirar es un derecho masculino, la mujer es siempre la que es observada, nunca la que observa. En ese sentido, expresándolo de una forma psicoanalítica, estamos hablando de una mujer fálica que se apropia del derecho del hombre a mirar”. Dice que frustrante vivir en un mundo artístico dominado por la mirada masculina y que uno de sus mayores motores es la furia, evidente la automutilación de la protagonista. El masoquismo ha sido vinculado por estudios clínicos al auto desprecio y la depresión, tanto física como moral. Según un artículo sobre personalidades masoquistas escrito por Mónica Celis Sierra: “Las personas que se cortan pueden explicar que la visión de la sangre hace que se sientan vivas, y que la angustia de sentirse inexistentes es muchísimo peor que cualquier malestar físico pasajero resultado de la autolesión.”
Jelinek tuvo un padre judío que que fue obligado por los nazis a trabajar en avances científicos y que le inculcó su conciencia acerca de la guerra que terminó un año antes de que ella naciera. De hecho le gusta recordar a la prensa que Hitler nació en Austria y cultivó su antisemitismo en Viena, acotando también que el ese tipo de pensamiento es muy propenso a darse en su país. Su madre era muy conservadora y “tenía una ambición artística desmesurada para ella”, que incluía instruirla de pequeña en guitarra, piano, danza, literatura. Cuenta incluso que tenía severos trastornos en la infancia y se daba cabezazos contra las paredes de la frustración. Esto se suma a un artículo publicado en El País en 1981, dos años antes de que se publicara la novela, acerca de cómo varios jóvenes austríacos, en su mayoría entre quince y diecinueve años, incluso algunos de diez, se suicidaban debido a la gran presión de sus padres que los asfixiaban con responsabilidades y no les permitían errores en el colegio o en privado.
En Austria, donde se implementa el modelo continental del estado del bienestar, se matan tres personas por día y se suicidan 14,08 personas cada 100.000 habitantes, teniendo una población en la actualidad de casi nueve millones de personas. Pese a que ha disminuido con respecto a años anteriores, aún así sigue siendo una cifra más alta que la media mundial, 9,46 cada 100.000 habitantes en 2017. Siete de los diez países con las tazas de suicidios más altas son de Europa del Este. Según Joseph Moya, psicoanalista del Observatorio de Salud Mental en Cataluña, citado en un artículo del diario argentino Infobae: “La cohesión social ha ido disminuyendo en Europa a lo largo de las últimas décadas. Hemos entrado a un modelo social muy individualista, donde cada sujeto busca prosperar por su cuenta y donde, si acude a otros, es para prosperar más, pero no solidariamente. Lo que vemos en la clínica es que en este tiempo la vivencia de la soledad ha ido incrementándose considerablemente.” Según el artículo, las naciones que han alcanzado los mayores estándares de vida en el mundo lo hicieron a través de un modelo de sociedad que deteriora los vínculos primarios. “Vemos muchas personas que viven en absoluta soledad”, continúa el psicoanalista “y que cuando se encuentran ante problemas económicos o de salud, sus conocidos les viran la espalda. Los vínculos están actualmente muy condicionados por la palabra éxito, hay que gozar, producir y tener, y si uno no puede queda excluido”.
[caption id="attachment_77187" align="aligncenter" width="405"] La pianista, edición en español Random House (Imagen sacada de megustaleer.com).[/caption]En Latinoamérica tenemos la costumbre de compararnos negativamente con el hemisferio norte y especialmente con Europa, la tendencia querer tener lo que tienen los europeos a la manera de los europeos. El problema es que esos países se han desarrollado de esa manera porque, en primer lugar, desde la constitución de sus Estados han practicado el saqueo de naciones del sur. Ahora bien, esta novela y los problemas que muestra nos evidencia la necesidad de una búsqueda política auténtica, sin emular formas de lugares completamente distintos a los nuestros que, por lo demás, están también cayéndose, a su manera, a pedazos. Entender el bienestar como un logro individual nos puede inducir a pagar costos bastante elevados, imitando modelos legitiman la instrumentalización de seres humanos e instalan el individualismo como pieza central de la vida.
Nuestro continente está muy atrasado en lo que se refiere derechos básicos y debemos aprender de los logros sociales de los países del norte. Pero también este aprendizaje debería ser bilateral, poder mezclar las enseñanzas y llegar a altos estándares de vida reforzando el cariño y los vínculos afectivos, que parecen ridículos para la gente pragmática y utilitarista. Muchos de los problemas presentados en la novela de Jelinek ocurren en todos lados y por eso su libro es tan universal, un paralelo a Memorias del subsuelo de Dostoievski en el siglo XX. Tampoco podemos idealizar las relaciones humanas en nuestro continente, creer que acá todo es amor y comprensión o que la miseria es necesaria para la humildad y el agradecimiento. La violencia, el egoísmo y la soledad en los vínculos de pareja, amistad y familia están presentes acá también. La comunidad y el afecto están dañados. La gente igual se deprime, se desespera y se suicida. Pero el hecho de que estos problemas sean tan o más feroces en esos supuestos paraísos tan lejanos que parecieran tener todo solucionado, debería aterrizarnos, hacernos replantear sobre qué es lo que queremos como modelo para construir nuestro futuro.
Jelinek dice que sus libros son tremendamente políticos y esta novela a primera vista podría parecer más enfocada a las relaciones interpersonales que otra cosa. Cuando le preguntaron por el director que dirigió la película, la autora dijo: “Hay razón por la que Michael Haneke es tan adecuado para adaptar esta novela a la gran pantalla, porque nosotros dos procedemos analíticamente y desapasionadamente, quizás como los científicos que estudian la vida de los insectos. Ves los mecanismos mejor desde la distancia que cuando te encuentras en mitad de ellos”.
Pero la autora no se queda allí, hace girar a esos personajes en este teatro corrupto que es Viena, una mujer dañada que trata de escapar del yugo absorbente de una madre para caer a las garras posesivas de un joven horrible. Jelinek apunta más allá de las decisiones personales de los personajes, sino al telón de fondo, a esa sociedad aparentemente perfecta de la que Erika Kohut, su madre y Walter Klemmer son productos inevitables. Ese modelo podrido donde se suicidan los niños porque no aguantan el estrés y las mujeres se mutilan la vagina para poder sentir algo, porque les dieron todo por fuera y nada por dentro.