[resumen.cl] Tras días de incertidumbre finalmente el aspirante demócrata Joe Biden, tras quedarse con Pensilvania, consiguió los 270 votos electorales que le permiten convertirse en el nuevo presidente de Estados Unidos.
Tras finalizar el conteo de votos en Pensilvania, cuatro días después de la votación, el estado del noreste le dio sus 20 delegados al exvicepresidente de Obama, llegando así a los 273 votos electorales que le permiten ya considerarse el nuevo presidente de la primera potencia mundial. Una elección totalmente reñida fue la que se vivió en Estados Unidos, similar a lo vivido el año 2000 entre George W. Bush y Al Gore.
El resultado más que entenderse propiamente como una victoria de Joe Biden, es a todas luces una derrota de Donald Trump, pues así se entendió toda esta campaña en que el actual presidente electo figuró bastante poco en los medios de comunicación y porque muchos de sus mismos electores declaraban abiertamente su intención de votar por él sólo para evitar la reelección.
El mandatario saliente se convierte en el quinto presidente en no ser reelecto en 100 años tras Hoover en 1932, Ford en 1976, Jimmy Carter en 1980 y Bush padre en el 94.
La derrota de Trump es una buena noticia. No porque con ello signifique que se va a terminar con la política exterior intervencionista e imperialista, como podría impugnar algún básico análisis, sino porque resta fuerza las posturas de extrema derecha, fundamentalista religiosa, conspiranoíca y negacionista del cambio climático y la pandemia, tales como Bolsonaro en Brasil, Camacho en Bolivia, Kovind en La India, Kast en Chile, entre otros.
Esto, considerando también el impulso que dio al racismo y la impunidad de los grupos de extrema derecha y supremacistas blancos (como el mismo Ku Klux Klan) que se han visto alentados durante su administración, y que se reflejan a su vez en un aumento de un 226% en los crímenes de odio en sus 4 años de gobierno.
Te puede interesar:Extrema derecha y complicidad policial: el panorama de los asesinatos en EEUU
Además, una administración demócrata abre la posibilidad -para nada cierta, en cualquier caso- de volver a incorporarse a los exiguos tratados contra el cambio climático como el Acuerdo de Paris y que se realice una mejor batalla contra el Covid-19 dentro de sus fronteras que tienen a Estados Unidos convertido en el país con peor manejo de la pandemia del mundo donde las muertes superan las 234 mil, en su gran mayoría personas pobres y de origen principalmente latino y afroamericano. Esto, considerando que para que la pandemia sea controlada, debe estarlo en todo el mundo, más aún en los países centrales que pueden ser propagadores del virus.
Por su parte, Biden tiene un nefasto historial a su haber que también genera otro tipo de preocupaciones en cuanto a lo que pueda hacer en los próximos 4 años: como vicepresidente de Obama participó de intervenciones en medio oriente (Libia, Siria, Jordania, Irak, Egipto, y más) que se tradujeron en terribles conflictos armados con miles de víctimas y muchos de ellos aun abiertos, como la tragedia de la guerra en Siria, o el intervencionismo en Ucrania con mediática "épica" de la Plaza Maidán que significo el derrocamiento del gobierno pro-ruso de Yanukóvich y la instalación de un gobierno en parte "pro-occidental", pero también conformado por elementos de la extrema derecha e incluso un partido abiertamente nazi (con la pérdida de Crimea ante Rusia que aun mantiene álgidas las tensiones entre ambos países eslavos).
A la interna, además de sus acciones represivas y rol en el aumento de la población penal con su fracasada política anti-drogas, Biden es acusado por acoso sexual y violación, temas que fueron silenciados durante la campaña y que podrían reflotar durante los próximos meses.