Contradicciones al interior de Palestina

La facción dominante en la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) sigue siendo incapaz de celebrar su largamente aplazado Sexto Congreso, a pesar de las numerosas promesas y seguridades de que llevaría a cabo reformas políticas dentro del movimiento Fatah.


La última vez que se celebró la convención de Fatah, supuestamente anual, fue en Argel, en 1988, cuando Yaser Arafat declaró la “independencia de Palestina”.


Los dirigentes de Fatah, incluido su líder formal, Mahmoud Abbas, y el Secretario General, Ahmed Qurei, llevan años prometiendo que el Sexto Congreso va a celebrarse de inmediato. Sin embargo, tan pronto como se designaba una fecha para celebrar la conferencia se decidía asimismo posponerla debido a “circunstancias imprevistas” y “para asegurar el éxito de la conferencia”.


Los recurrentes –y, al parecer, interminables- aplazamientos han creado mucha frustración y desencanto entre las filas de Fatah, especialmente en los niveles de base e intermedios. Los activistas y dirigentes regionales han estado acusando al “liderazgo” de estar escapando del movimiento y de preferir aplacar a determinados poderes regionales y externos.


Curiosamente, esas acusaciones se han encontrado con recientes seguridades de que el Sexto Congreso va a celebrarse más pronto que tarde. Pero en marzo, un comité preparatorio que representaba a varias ramas del movimiento, suspendió bruscamente sus reuniones en Ammán sin haber llegado a un consenso siquiera sobre quién participará en la conferencia.


Fuentes internas de Fatah informaron: “En lugar de progresar para que la conferencia se celebre, no hemos conseguido más que avanzar en nuevos desacuerdos”.


Según esas fuentes, el “fiasco” en Ammán reflejó las crónicas diferencias entre el Presidente Abbas, de Fatah, y otros líderes del movimiento, como Farouk Al-Qaddumi, jefe del Departamento Político de la OLP; los denominados arafistas (leales al ex líder de la OLP/Autoridad Palestina Yaser Arafat) y “las personalidades anti-Oslo” que se oponen a reconocer a Israel y a revocar la Carta Nacional Palestina.


Las mismas fuentes revelaron que el punto conflictivo principal que impidió un acuerdo de consenso que habría preparado el camino para celebrar la convención de Fatah fue una “determinación encabezada” por Abbas para “imponer” a sus partidarios como “candidatos” para los puestos clave de varias instituciones de Fatah, como por ejemplo el comité ejecutivo supremo del movimiento.


Entre esos aliadas está Diab Al-Ali, un personaje ferozmente anti-Hamas que ostenta el título de “comandante de las fuerzas nacionales palestinas” en Cisjordania. El año pasado se informó ampliamente de que Al-Ali mantuvo una reunión secreta con comandantes del ejército israelí en la colonia judía de Beit El, cerca de Ramala, durante la cual, al parecer, dijo a los israelíes: “Nosotros y vosotros somos aliados y tenemos un enemigo común, que es Hamas”.


También se citó a Al-Ali manifestando que estaba deseando y preparado para volver a ocupar Gaza con el apoyo israelí.


Intranquilo por la ruptura de las deliberaciones del comité en Ammán, Abbas aseguró que trataría de conseguir que un número de importantes e independientes figuras de Fatah, entre ellas Ahmed Qurei, Salim Zaanoun y Mohamed Rateh Ghoneim, tuvieran garantizado un “puesto de forma predeterminada” en el Comité Ejecutivo de Fatah, alegando que todos ellos forman parte del “liderazgo histórico” del movimiento.


Abbas, añadieron las fuentes, confiaba en que el hecho de ganarse a “opositores menores”, como Qurei, le ayudaría a superar la esperada confrontación con Qaddumi. Qaddumi es un crítico importante del liderazgo de Abbas y de la estrecha coordinación de seguridad entre el ejército israelí y las agencias de seguridad palestinas.


Además del “fenómeno de las agrupaciones”, que ha existido siempre dentro de Fatah pero que con frecuencia se difuminó bastante gracias al carácter carismático de Arafat, hay un serio desacuerdo dentro del movimiento acerca del moribundo proceso de paz con Israel. A nivel oficial, Fatah sigue defendiendo la solución de dos estados por la que se establecería un estado palestino viable en Cisjordania y la Franja de Gaza, con Jerusalén Este como capital.


Sin embargo, la intensiva construcción de colonias judías por parte de Israel en toda Cisjordania y, especialmente, el fuerte ritmo de judaización de Jerusalén Este están empujando a muchos en Fatah a apartarse de la solución de los dos estados.


Es probable que esta cuestión, a saber, el fracaso del proceso político con Israel, provoque enfrentamientos en contra del liderazgo de Abbas. Esta es también la razón por la que Abbas, al parecer, está luchando duro para imponer a sus partidarios en la conferencia y excluir hasta donde le sea posible a todos aquellos que puedan votar en su contra.


Es más, un fracaso del campo de Abbas en la conferencia tendría amplias ramificaciones porque significaría un voto de desconfianza hacia un proceso de paz al que Abbas ha vinculado toda su carrera política.


Al menos, quienes se oponen a Abbas insistirían en que el proceso de paz se enfoque de forma que sea compatible con las constantes nacionales palestinas, incluida la retirada total de Israel del cien por cien de los territorios ocupados y la repatriación de los refugiados israelíes a sus hogares y ciudades de origen de los que fueron expulsados cuando en 1948 se creó Israel.


Por tanto, se espera que “se hagan todos los esfuerzos necesarios” que aseguren que quienes están en contra del proceso de paz no se apoderen de Fatah. Pero la manipulación antidemocrática antes y durante la conferencia sólo perpetuaría la desunión en Fatah, pudiendo también provocar una implosión auténtica dentro del movimiento.


Otro punto importante más de desacuerdo a que se enfrenta Fatah es a la extendida desilusión palpable en el movimiento respecto al gobierno de Salam Fayyad apoyado por Occidente. Este gobierno, que sólo cuenta con la legitimidad del statu quo, ha sido duramente criticado por los jóvenes miembros de Fatah por estar al servicio de la agenda “estadounidense-israelí”, así como de los intereses de “los mercenarios y mercachifles del proceso de paz” (i.e., los leales a Abbas).


En numerosas ocasiones, los dirigentes de Fatah exigieron a Abbas que destituyera a Fayyad y formara un gobierno compuesto por miembros de Fatah y figuras independientes. Sostenían que Fatah estaba siendo seriamente ninguneado por el gobierno de Fayyah y que se estaba culpando a Fatah por todas los “fallos y defectos” de dicho gobierno, lo que finalmente contribuye a debilitar el movimiento y fortalecer a Hamas.


Abbas denunció las acusaciones como “falsas” y “calumniosas”, sosteniendo que la existencia continuada del gobierno de Fayyad asegura que esos mismos acusadores y varias decenas de miles más de funcionarios continúen recibiendo salarios a fin de mes. Aunque estas razones sirven para silenciar a algunos de los críticos, es obvio que la “alianza” entre Fayyad y Abbas sirve también para debilitar a Fatah a los ojos de muchos palestinos.


Según recientes encuestas de opinión palestinas, Abbas está perdiendo popularidad a toda velocidad a favor de Hamas y, especialmente, del veterano dirigente encarcelado de Fatah Marwan Al-Barghouti. Este destaca actualmente por ser el líder palestino más popular y valorado. Muchos palestinos confían en que cuando Israel libere a Barghouti, probablemente en el contexto de un acuerdo de intercambio de prisioneros con Hamas, el “campo nacionalista” dentro de Fatah saldrá fortalecido frente al “campo pragmático” dirigido por Abbas.


Esto puede explicar el hecho de que los dirigentes de la Autoridad Palestina no hayan hecho esfuerzo alguno en presionar al ex primer ministro israelí Ehud Olmert para que libere a Al-Barghouti. En efecto, se informó que fue el mismo Abbas quien pidió que se eliminara el nombre de Al-Barghouti de cualquier lista de posibles palestinos a liberar.


Dada la sensibilidad del tema, la Autoridad Palestina rechaza “todas las indirectas e insinuaciones” a este respecto.

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