El 27 de febrero fue un día grande para WikiLeaks. Acaba de hacer públicos 500 millones de documentos internos robados a la empresa privada Stratfor, dedicada al ámbito de la inteligencia, obtenidos supuestamente en diciembre por el colectivo hacktivista Anonymous. Es descomunal; es la primera vez que Anonymous coopera con una entidad convencional, lo que ha conferido unas dosis de legitimidad política sin precedentes a este grupo, a menudo inexpugnable. Con esta colaboración Anonymous ha adquirido una credibilidad renovada y WikiLeaks ha conseguido una nuevo y valiosísimo recurso. Esta alianza potencialmente poderosa podría marcar el futuro de la economía de las filtraciones; y esta simbiosis proporciona a ambas partes exactamente lo que necesitan para avanzar. Una nueva era de activismo de la transparencia podría acabar de nacer.
Hasta ahora, WikiLeaks intenta operar en el marco de una legalidad internacional dispar. Pero este movimiento llega en un buen momento para WikiLeaks. La organización se ha visto al borde del colapso durante el último año debido a una disputa interna y a las siempre crecientes cuentas legales. Es vulnerable a los ataques de muchos frentes: de terroristas «patrióticos», ataques judiciales de los gobiernos, ejércitos y empresas.
Anonymous ha salido de la cultura especializada en Internet, de los duendes de la red que se dedicaban al acoso cibernético. A finales del año 2007, se utilizó contra un malvado muy consolidado: la Iglesia de la Cienciología. A partir de ahí, Anonymous irrumpió en los medios de comunicación con protestas directas y la máscara hoy día omnipresente de Guy Fawkes. En diciembre de 2010, Anonymous atacó a PayPal, Visa y Mastercard por negarse a tramitar las donaciones a WikiLeaks, lo que dejó sus páginas web fuera de combate durante la Operación Payback. Desde entonces, la lista de blancos se extendió a las empresas de seguros, las grandes agencias de noticias, las plataformas de videojuegos y muchos más. Han conseguido atacar docenas de objetivos, multinacionales y empresas e instituciones oficiales.
Mientras tanto, los medios de comunicación van dando cuenta cada pocos días de las nuevas amenazas de Anonymous, muchas de las cuales jamás parecen llegar a buen término. Cuando Anonymous afirmó el pasado otoño que iba a «acabar» con Facebook y «borrar» de Internet a la bolsa de Nueva York, las amenazas aparecieron publicadas por las agencias de noticias más importantes. Y entonces llegaron los repliegues, las advertencias y la marcha atrás generalizada. Resultó que cualquier miembro de Anonymous puede realizar un llamamientos a la acción, lo que ha costado al grupo buena parte de su credibilidad.
Lo cual es la razón por la que la reciente «asociación» de Anonymous con WikiLeaks tiene tanto sentido. Anonymous puede conseguir algo bueno para WikiLeaks porque, sumido en el anonimato, está dispuesto y es capaz de operar al margen de la "ley". Por su parte, WikiLeaks tiene dirección postal y un portavoz oficial. Es capaz de añadir una capa de credibilidad a cualquier filtración que haga pública porque tiene "personal contratado".
WikiLeaks y Anonymous podrían demostrar ser aliados poderosos en la guerra contra la corrupción gubernamental y empresarial. WikiLeaks depende de conseguir nuevas filtraciones y Anonymous se alegra de corresponder con un nuevo compromiso de ataques programados regularmente. Una WikiLeaks recién revitalizada ocupa una buena posición para suministrar recursos analíticos para la revelación de las filtraciones de Anonymous, de tal forma que se puedan desbrozar de forma rigurosa.
AlterNet.