Cuando apareció en 2009, el bitcoin parecía condenado al fracaso. El concepto se mostraba poco accesible y los especialistas no veían en esta herramienta un potencial que le permitiera imponerse como alternativa a las monedas tradicionales. Su creador, un japonés identificado con el seudónimo Satoshi Nakamoto, del que se sabe muy poco, aclaraba que la moneda virtual era solo un experimento y que debía ser considerada como tal a la hora de invertir en ella.
A pesar de las declaraciones de Nakamoto, en pocos años la criptomoneda prosperó en su aceptación y pasó de cotizarse en unos pocos dólares a superar los 1.100 dólares en su pico más alto. Ante este escenario, muchos especuladores se volcaron rápidamente hacia el bitcoin. Sin embargo, la reticencia de varios países ante una moneda que no responde a ninguna entidad política ni puede ser controlada por una institución económica formal la arrastra hoy a la pérdida de más del cuarenta por ciento de ese valor.
A mediados de 2013, la moneda virtual experimentó una formidable alza en su valor, cuando empresas chinas mostraron interés en adecuarse a esta nueva modalidad de pago y movieron sus inversiones hacia el mercado del bitcoin. Muchos empresarios especularon con el crecimiento de las monedas virtuales e invirtieron en este instrumento económico previendo la posibilidad de beneficiarse en el corto plazo. Sin embargo, el gobierno de China adoptó medidas, en diciembre último, tendientes a impedir a bancos y entidades financieras la utilización de esta moneda en transacciones económicas. Así, el bitcoin sufrió su primer gran revés y rápidamente se depreció su valor.
En febrero fue el turno de otro gigante de la economía global. Rusia anunció que no aceptará ninguna moneda electrónica como forma de pago legal en su territorio. El Banco Central de ese país acusó al bitcoin de facilitar actividades ilícitas, amparándose en la detención de Charlie Shrem, uno de sus principales promotores, quien fue acusado de lavado de dinero. “Los sistemas de pago anónimos y monedas de la red que han aumentado su circulación considerablemente -incluida la famosa bitcoin- son sustitutos de dinero y no pueden ser usados por personas ni entidades legales”, declararon las autoridades del organismo.
Paralelamente, fue detectada una falla técnica en el software que permite su funcionamiento, lo que generó una ola de desconfianza. Una serie de movimientos inusuales llamaron la atención sobre la posibilidad de que las transferencias entre “billeteras electrónicas” sean adulteradas de tal forma que se registren más de una vez. Este error en el programa podría significar un grave incidente, al punto de poner en peligro el futuro de las criptomonedas.
A pesar de ello, en la Argentina el bitcoin tuvo un buen arranque de año. Durante todo el verano continuó ganando adeptos y, para algunos analistas, se consolida como una opción interesante para quienes buscan una alternativa al peso. Según Rodolfo Andragnes, vicepresidente de la Fundación Bitcoin Argentina, en el país ya son cerca de siete mil los usuarios de esta moneda y hay más de 120 comercios que la admiten como forma de pago, entre los que se cuentan restaurantes y hoteles. En diciembre se llevó a cabo la primera Conferencia Latinoamericana sobre Bitcoin, en la que la comunidad argentina tuvo una marcada presencia. “Nosotros queremos que los argentinos puedan participar en el desarrollo de esta novedosa herramienta económica, y no cuando ya esté todo definido”, señaló Andragnes a Debate.
La emisión de bitcoins actual es de 25 monedas por minuto. El proceso de minería es similar al que realizan otras plataformas peer to peer como BitTorrent. Sin embargo, el stock total de bitcoin nunca podrá superar los 21 millones de unidades.
Frente a las monedas tradicionales, los usuarios reivindican al bitcoin por ser inalterable, seguro y anónimo. Destacan que las transacciones no son reguladas por ninguna entidad oficial.
En el marco de la economía global, la velocidad con la que pueden realizarse transacciones en bitcoin significa un gran atractivo. En todos los casos, el depósito en la cuenta de destino se concluye en un máximo de ocho minutos.
El concepto de bitcoin es intrincado y hasta los más versados se debaten sobre la mejor forma de definirlo. Una moneda sin control de ningún Estado ni entidad financiera, una red de confianza peer to peer, un lenguaje de programación y un software de código abierto son algunas de las frases más escuchadas a la hora de explicar esta novedosa herramienta económica. La moneda virtual es todo eso al mismo tiempo. Sin embargo, la idea que un neófito puede hacerse a partir de esas definiciones continúa siendo difusa.
Los bitcoins no son emitidos por ninguna entidad oficial. Surgen de un proceso denominado minería, que consiste en la resolución de una serie de cálculos matemáticos cuya complejidad requiere de computadoras especialmente preparadas para ello y conectadas en red. Pueden ser canjeados por monedas tradicionales y se almacenan a través de una billetera virtual (una dirección de Internet personal que, al igual que una casilla de email, es pública pero con acceso restringido a su propietario mediante una clave).
Morgen Peck, periodista de la revista Txchnologist, explica que la manera más sencilla de entender el bitcoin es pensarlo como un registro contable digital. “Imagine a un grupo de individuos alrededor de una mesa; cada uno está frente a una laptop y todos tienen acceso en tiempo real al mismo registro contable. Este registro da cuenta del número de bitcoins que tiene cada uno de estos individuos en todo momento”, relata.
Si alguien en la mesa desea hacer una transferencia a otro de los participantes, con solo una orden en el sistema el activo desaparece de la computadora de origen y aparece en la de destino, al tiempo que todos los que están en la mesa registran ese movimiento en su balance contable de forma automática. Las herramientas tecnológicas actuales permiten llevar esta dinámica a niveles mayores. La cantidad de usuarios de la primera moneda virtual supera ya los cuatro millones y el número continúa creciendo a nivel global.
La confianza es la clave de la supervivencia de cualquier moneda: la aceptación que esta tenga entre el público masivo determina su utilidad. Por lo tanto, los usuarios y poseedores de bitcoin están obligados a difundir esta herramienta, si es que quieren mantener el valor de sus reservas y especular con posibles ganancias.