La decadencia de Sebastián Piñera

Por Joaquín Hernández La estrategia del “desgaste” se vuelve inútil cuando lo único que se demuestra es el desgaste propio, y es que Sebastián Piñera, junto a su agenda represiva y el llamado a adelantar los ingresos de estudiantes de Carabineros a la fuerza de la institución, solo busca aplazar una inminente derrota. Sebastián Piñera no ha podido jugar peor sus cartas durante esta crisis. En primer lugar, el llamamiento apresurado al estado de excepción claramente no hizo otra cosa que avivar la protesta y aunar voluntades ante un gobierno y un Estado que estaba dispuesto a agredir a la población civil para mantener el orden empresarial y neoliberal imperante. Luego, casi todas las propuestas o han sido insuficientes en cuanto a las demandas sociales, o son enfocadas en una Agenda Represiva que pareciera buscar volver ese orden anterior a la semana del 18 de octubre mediante la violencia estatal y la vigilancia a las y los habitantes de Chile. Mientras tanto, la imagen misma de Piñera ha ido cayendo a ese abismo que probablemente ningún otro presidente ha llegado en los últimos 80 años. Mientras el pueblo en su conjunto pide a viva voz y sin ningún miedo su renuncia, Piñera parece envenenar todo con su presencia. Ello explica que el tan mediatizado “Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución”, que pareció una Teletón tanto por su formato como por la expectativa que se generó por la madrugada de aquel día, tuvo que tener como principal ausente a Sebastián Piñera. De haber aparecido, las críticas al “acuerdo” hubiesen sido aún más tempranas. Pero la decadencia de Sebastián Piñera no es solo su imagen. Desearía que así lo fuera. La decadencia de Sebastián Piñera es su gobierno y su estrategia para enfrentar la crisis. Ha apostado a una muy débil “Agenda Social” que no aborda ni por lejos la totalidad de las demandas populares, y las que aborda, lo hace de manera débil. Es además una “Agenda Social” en donde entre líneas se encuentra el rotundo “NO” del empresariado, quienes se han restado de ceder recursos y privilegios para salir de esta crisis, o para derechamente intentar salvar este gobierno en funciones que se encuentra a la deriva, naufragando en el mar de las protestas populares. La propia clase social de Piñera, sus mismos aliados naturales como los son los súper ricos de este país, lo han dejado abandonado. También Sebastián Piñera se empieza a quedar aislado políticamente. Su ex partido político, Renovación Nacional (al que debió renunciar para ser presidente, como señalan los estatutos de éste), parece tomar otro rumbo que más que una conexión con lo social parecer ser parte de una hábil estrategia de control de daños. Solo los llamados transversales que señalan que la caída de Piñera significaría un quiebre institucional que podría llevárselo todo, mantienen un mínimo de cohesión y lealtad hacia el hoy frágil gobernante. Pero, como se señalé, su estrategia política ante la crisis es el pilar fundamental que parece derrumbarse y llevarlo hacia una casi inevitable ruina. Sebastián Piñera, en últimos términos, apela al desgaste de la movilización social y de la protesta. Grandes apuestas como la desmovilización producto de los “acuerdos” que siempre intenta darle un tono grandilocuente, han sido marginales, y si bien la movilización no se encuentra tan activa como en sus primeras dos semanas, se encuentra en un estado de meseta que parece inalterable y ad portas de una nueva huelga general, esta vez de dos días. Y la forma en que Piñera intenta lograr este desgaste es mediante el fortalecimiento de la represión. Pero en este campo también ha tenido derrotas fundamentales. Un estudio de la Universidad de Chile ha logrado aproximarnos a la verdadera cara del uso de los balines y perdigones,  ya que éstos resultaron ser minoritariamente de goma, y teniendo una dureza y solidez general similar a la de una piedra. Esto hace patente una política represiva de carácter mutilatorio para inhibir a las y los manifestantes de acudir a las protestas, a la vez que ha imposibilitado su continuación, 200 mutilaciones oculares durante el primer mes de protestas es la comprobación de aquello. Y si bien se siguen disparando balines, esta práctica ya no puede ser generalizada. Y con esto, Piñera muestra su propio desgaste. Imposibilitado de recurrir nuevamente al estado de excepción (sea porque las ramas castrenses querían salir en “sus términos”, o la más probable, porque los militares no quieren involucrarse en una causa que ven pocas probabilidades de éxito), Sebastián Piñera ha llamado a que carabineros y policias vuelvan de su retiro, y lo que es más evidente, adelantando los egresos de las escuelas de Carabineros e Investigaciones. Sí, leyeron bien, el gobierno de Sebastián Piñera quiere poner en la calle a Carabineros y Policías apenas preparados, o al menos con preparación insuficiente de acuerdo a los estándares de las propias instituciones. Si eso no es desgaste (y desesperación), difícil imaginar qué es. Cuando se ven manotazos de ahogado en la misma persona que está apostando al desgaste, es que éste está afectando más al gobierno que al movimiento social. De seguir con este rumbo, Sebastián Piñera solo está ganando tiempo para su caída, pero no nos olvidemos, que a veces mientras más tarde se cae, también más fuerte es la caída.
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