¿La democracia que queremos?: el 50% de la población gana menos de $611.162 y mujeres obtienen una masa de ingresos 43,7% menor que los hombres

Que en Chile, durante el 2024, el 50% de las personas ocupadas percibió ingresos menores o iguales a $611.162 o que las mujeres ocupadas percibieron una masa de ingresos 43,7% menor que los hombres ocupados, son algunos de los antecedentes proporcionados por la Encuesta Suplementaria de Ingresos (ESI) 2024, recientemente publicada por el Instituto Nacional de Estadísticas (INE).

Aniceto Hevia

La ESI constituye un módulo de la Encuesta Nacional de Empleo (ENE) y este año, se consideraron algunas variables antes ausentes como la asociatividad sindical y su impacto en el ingreso.

En cuanto a los montos de ingresos y las brechas entre distintos grupos, la ESI señala que mientras el promedio del ingreso en el país es de $897.019, un 68,3% de las personas ocupadas recibió ingresos menores o iguales a tal cifra, es decir, existe una desigualdad que posibilita incrementar el salario medio nacional sin que ello represente lo que obtiene la mayoría de la población. Esta relación se mantiene cuando se observan los ingresos por hora de trabajo, pues mientras la media fue de $5.526, el 50% de las personas ocupadas percibió un ingreso menor o igual a $3.927.

La ESI también informó que el 19,6% de personas ocupadas percibió menos del salario mínimo neto, o sea, menos de $406.500 (monto vigente durante el período de referencia). Además, que sólo el 12,9 de la población ocupada percibe un ingreso entre $1,5 millones y $4,5 millones, y que un 1,2% supera esta cantidad.

Desigualdad de género

Si se considera la masa total de ingresos percibida por la población ocupada del país, las mujeres obtienen una proporción 43,7% menor que los hombres. En cifras: mientras la masa de ingresos de ocupación principal de los hombres alcanzó $5.073.799 millones de pesos, la de las mujeres fue de $2.855.082 millones de pesos.

Cuando se consultó por las razones de por qué no trabaja más horas a personas que involuntariamente estaban ocupadas a tiempo parcial, un 3,6% y un 0,6% de los hombres respondió por «razones personales» y por «cuidado de personas dependientes», respectivamente. Por su parte, las mujeres adujeron tales motivos en un 8,2% y 8,9% en el mismo orden.

Sindicalización

Si bien en los documentos de Síntesis y de Presentación de la ESI 2024, no se informa de los resultados respecto al impacto de la asociatividad entre trabajadores, Fundación SOL señaló que «existe una brecha salarial mediana del 36,6% a favor de las trabajadoras y los trabajadores sindicalizados, y una brecha promedio del 12,9%», añadiendo que «el problema es que este "premio salarial" llega a muy pocos. El porcentaje efectivo de cobertura de la negociación colectiva apenas alcanza el 15% en Chile. Y lo hace en un escenario de alta fragmentación sindical: casi 9 mil sindicatos, la mitad con menos de 49 afiliadas o afiliados, lo que limita severamente sus recursos de poder y su capacidad para lograr mejoras sustantivas».

Informalidad

Desde hace algunos años, el país experimenta un aumento de informalidad laboral. De acuerdo al último boletín del INE (Instituto Nacional de Estadísticas) de Empleo Trimestral, la fuerza de trabajo total del país es de 10.267.025 personas, de ellas el 25,8% está ocupada informalmente. O sea, 2.418.142 carecen de garantías contractuales básicas como jornada laboral, pago de cotizaciones previsionales, licencias médicas, vacaciones, indemnización, entre otras.

La última ESI informó que la brecha es ostensible entre quienes laboran en la informalidad y quienes lo hacen formalmente. Por ejemplo, las personas entre 15 y 24 años ocupadas informales y percibieron un ingreso medio de $342.812, mientras las ocupadas formalmente obtuvieron $605.000 (aproximadamente). Esta diferencia se reproduce a lo largo en todos los rangos etarios.

Comentarios

Esta nueva medición constituye una nueva alerta respecto a la insuficiencia de los ingresos para superar la pobreza y mejorar las condiciones de vida de la población chilena, sobre todo, si se considera la desregulación existente en los precios de productos y servicios elementales para sobrevivir.

Paradójicamente, las autoridades políticas que permiten esta crónica desvalorización del trabajo vociferan una defensa de la democracia y un estado de derecho ante cualquier muestra de descontento y desesperación por sectores agobiados por la necesidad y la frustración, buscando legitimar un estado de pasividad social que permita continuar la acumulación de ingentes ingresos por una ínfima porción de la población.

Un estudio de 2013, identificaba al 1% más adinerado del país como controlador de un tercio del ingreso total, en tanto que el decil (10%) más rico concentraba el 60%. O sea, el 90% de la población del país se disputaba ya en ese año sólo el 40% del ingreso nacional, según los economistas Pablo Gutiérrez, Ramón López y Eugenio Figueroa, citados por Ignacio Flores en Desigualdad y distribución del crecimiento económico en Chile*.

Ahora bien, podríamos inferir que esta ESI nos habla de cómo la población chilena se disputa ese 40% del ingreso nacional que queda como «el vuelto» de una transacción que luego llamarán democrática, pues todos podemos obtener una mejor porción de ella, si nos esforzamos lo suficiente, dirán.

* Aparece en Impuestos justos para el Chile que viene.

Fotografía extraída de Avispate Chiguayante

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