La dieta israelí

“La idea es que los palestinos estén a dieta, no matarlos de hambre”: son palabras pronunciadas hace más de seis años por Dov Weisglass, asesor de Ehud Olmert, primer ministro entonces de Israel, poco después de que Hamas ganara las elecciones en Gaza (www.commondreams.org, 24-10-12). Más bien parecía una metáfora esta respuesta a tal victoria. Pero no: es una política minuciosamente diseñada por el gobierno israelí.

Gisha, una organización israelí que brega por la libertad de movimiento y de comercio de los palestinos, logró tras una batalla legal de tres años y medio la desclasificación de un documento secreto atinente a las “líneas rojas” impuestas a los habitantes de la Franja. Dicho documento se redactó a comienzos de 2008, cuando Olmert decidió apretar aún más el cuello –y el estómago– del millón y medio de habitantes del territorio, bloqueado desde junio del 2006 en demanda de la libertad de un soldado de Israel prisionero de Hamas.

“El objetivo oficial de esta política era emprender una guerra económica a fin de paralizar la economía de Gaza y, según el ministro de Defensa (israelí), presionar al gobierno de Hamas”, señala un informe de Gisha (www.france24.com, 17-10-12). Fue cuidadosamente preparada. Funcionarios del sistema de salud israelí calcularon el mínimo de calorías que necesitaba cada palestino y, sobre esa base, el número de camiones con alimentos cuya entrada a Gaza debía permitirse.

El Ministerio de Salud israelí estimó que debía ascender a 170 vehículos diarios para proporcionar 2279 calorías a cada palestino de la Franja. Antes del bloqueo llegaban 400 cada día y, según el informe de Gisha, con la aplicación de la “línea roja” se redujeron a un promedio de 67, menos de la mitad del guarismo fijado en el dictamen ministerial. Los funcionarios alegaban que no hacía falta más en virtud de su evaluación más que generosa de los alimentos que se producían localmente. Al parecer, ignoraban que el bloqueo había socavado severamente la agricultura de Gaza: la escasez de semillas, por ejemplo, provocó un serio descenso de la producción alimentaria.

En realidad, ni siquiera todos los alimentos transportados por los 67 automotores llegaban a la Franja. Los retenes militares procedían a su descarga para revisar el contenido, que se derramaba al abrirse las bolsas y al volverlas a cargar en otros camiones y la exposición al sol y al aire echaba a perder a veces hasta la mitad de las frutas y vegetales frescos acarreados. No sorprende que la Cruz Roja señalara en un informe temprano de 2008 que “el bloqueo israelí de Gaza ha conducido a un incremento ininterrumpido de malnutrición crónica entre los habitantes de la Faja” (www.independent.co.uk, 15-12-08). Agregaba que las duras restricciones a todos los sectores de la economía del territorio habían aumentado la inflación en un 40 por ciento causando “un deterioro progresivo de la seguridad alimentaria a un 70 por ciento de la población”. La dieta Weisglass tenía su mérito.

El documento desclasificado indica, entre otras cosas: “Se restringirá en Gaza el movimiento de mercancías, se reducirá el abastecimiento de gas y electricidad y se impondrán restricciones al desplazamiento de personas en Gaza y fuera de Gaza (www.europalestine.com, 18-10-12). Guy Inbar, vocero del departamento del Ministerio de Defensa que coordina las actividades del gobierno israelí en los territorios palestinos, manifestó que el documento sólo “era un borrador que nunca se puso en práctica... nunca contamos calorías”. Más fácil es descontar camiones.

Las restricciones algo se suavizaron cuando el 31 de mayo de 2010 comandos israelíes atacaron en aguas internacionales a una flotilla de seis embarcaciones que llevaban alimentos y materiales de construcción a los palestinos bloqueados. La ayuda había sido organizada por el Movimiento Libertad a Gaza y la Fundación de derechos humanos de Turquía y el ataque militar israelí produjo nueve muertos, ocho nacionales turcos y uno estadounidense, provocando una condena internacional generalizada y tensiones Turquía-Israel.

Es una práctica que Israel no abandona. El sábado 20, el navío de bandera finesa Estelle, que transportaba ayuda humanitaria para los habitantes de la Franja, fue interceptado y desviado a un puerto israelí. Sus pasajeros eran legisladores europeos, el demócrata estadounidense Jim Manly y activistas pro palestinos (www.bc.ca, 23-10-12). Fueron arrestados y deportados.

El martes pasado se produjo un hecho insólito: la primera visita a Gaza de un jefe de Estado desde 1999. El emir de Qatar, Hamad bin Jalifa al Thani, prometió invertir 400 millones de dólares en la construcción de viviendas. Pareciera que los ricos países petroleros del Golfo buscan mejorar su imagen y tal vez conseguir aliados en un Medio Oriente arrasado por guerras civiles. Israel se malhumoró: consideró que esa visita “había tirado la (posibilidad de) paz bajo un autobús”. Le estaban estropeando “la dieta”.

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