La ejemplar dignidad de una revolución

En semanas recientes hemos sido testigos de una extraordinaria ofensiva intervencionista sobre la República de Cuba que pretende desestabilizar al gobierno socialista de la nación caribeña. A partir de protestas como han ocurrido casi todo el mundo a raíz de la pandemia, se impulsó una agresiva campaña anticubana encabezada por el gobierno de Estados Unidos y secundada con entusiasmo servil por los gobiernos lacayos de América Latina y el Caribe, y alentada a su vez por los medios de comunicación masivos en las zonas de control estadounidense. El pretexto de la injerencia extranjera en la realidad cubana tiene su origen inmediato en la profunda crisis económica y sanitaria que se ha producido en la isla en los últimos dos años, en particular durante el período pandémico. Sin embargo, la causa de fondo radica en el aumento de las medidas de bloqueo económico, comercial y financiero de que es objeto la república cubana desde hace más de 60 años. El bloqueo contra Cuba fue establecido oficialmente el 3 de febrero de 1962 por el gobierno de Kennedy, pero en la práctica comenzó a aplicarse ya en octubre de 1960 como represalia por las expropiaciones y nacionalizaciones de industrias y propiedades de empresarios estadounidenses que utilizaban y consideraban a Cuba como su feudo particular y como patio de recreo y jarana, cuestión que se les terminó del todo con el triunfo de la revolución en enero de 1959. La causa de la actual crisis en Cuba reside, en su gran medida, en el brutal e injusto bloqueo que ha afectado a la isla producto de los arbitrios de un imperio criminal que no ha aceptado nunca haber sido derrotado y desplazado de un territorio de su dominio por un pueblo rebelde.  El triunfo de la revolución cubana cuestionó la hegemonía de la dominación en el continente latinoamericano y la convirtió en enemigo acérrimo de los sucesivos gobiernos estadounidenses. Cuba carga sobre sus hombros la dignidad de haber conquistado la libertad y la independencia de todo dominio extranjero y haberse erigido como el “primer territorio libre de América”. El castigo a ese ejercicio de dignidad e independencia ha sido el bloqueo permanente y su constante incremento. También puedes leer: EDITORIAL | Ocaso de una época, desafíos de futuro El bloqueo sobre la isla cobró carácter de principio ideológico en abril de 1961 a consecuencia de la derrota que sufrió Estados Unidos en su fracasada invasión militar organizada con mercenarios y contrarrevolucionarios que desembarcaron en Cuba, en la Playa Girón de la Bahía Cochinos. La invasión bélica terminó en una estrepitosa derrota para los invasores y con la determinación del gobierno cubano de ejercer el principio de autodeterminación declarando el carácter socialista de la revolución. Al fracaso de Bahía Cochinos se sumó la Crisis de los Misiles de octubre de 1962, que terminó en un nuevo revés para los propósitos intervencionistas del gobierno de USA y con la consolidación de las relaciones del gobierno y Estado cubano con el gobierno y Estado soviético que, a su vez, se erigió en garante del no intervencionismo militar estadounidense en territorio cubano. A partir de entonces Cuba quedó convertida en un símbolo viviente de la Guerra Fría y debió sufrir las consecuencias de las represalias estadounidenses de las cuales el bloqueo económico, comercial y financiero ha sido la punta de lanza de los ataques sobre la revolución. Al mismo tiempo, Cuba se convirtió en expresión de la dignidad de los pueblos latinoamericanos, en continuadora de los valores de Bolívar, de Martí, de Artigas y de aquellos luchadores continentales que marcaron la senda de la libertad, independencia, autodeterminación y dignidad de los pueblos. Durante las primeras décadas del bloqueo, éste pudo ser mitigado por las relaciones económicas que estableció el gobierno cubano con la comunidad de países socialistas. La vinculación con la Unión Soviética (URSS) y con el Consejo de Ayuda Mutua y Económica (CAME, creado en 1949), que agrupaba a los siete países del bloque socialista de Europa del este (a excepción de Yugoslavia), además de Mongolia y posteriormente Vietnam. Como una forma de ayudar a la isla a sobrellevar las limitaciones al desarrollo que provocaba el bloqueo estadounidense, la URSS subvencionó los vínculos comerciales con Cuba mediante los aportes en combustible, precios ventajosos en la compra de azúcar (por sobre los valores de la bolsa), y suministros de todo tipo. Las actividades comerciales y productivas con ese sector del mundo le permitieron a la nación caribeña resistir los efectos nefastos del bloqueo estadounidense. Sin embargo, la caída del Muro de Berlín, el término brusco de la URSS y del bloque socialista europeo a fines de la década del 80, significó también el fin del CAME en junio de 1991. Cuba fue dejada en el vacío por Rusia que no se hizo cargo de los compromisos de la ex URSS. El desmoronamiento del  muro y del mundo socialista, así como la desintegración del CAME, representó para Cuba enfrentarse a una crisis permanente por la sobrevivencia económica y por la salvaguarda de sus valores e intereses. Se inició entonces el llamado “período especial” en la vida de la isla, caracterizado por severas restricciones de gastos y limitaciones al suministro de productos básicos para la sobrevida de la población. La debacle del mundo socialista europeo se tradujo en un cambio de paradigmas y el término formal de la Guerra Fría que caracterizó las relaciones mundiales durante gran parte de la segunda mitad del siglo pasado. Cuba dejó ser símbolo para el equilibrio mundial; el imperio estadounidense restableció su aureola de dominación y se volcó a cobrar revancha. A partir de entonces, Estados Unidos incrementó sus políticas y acciones de cerco sobre la isla. La implicancia criminal de tamaño abuso colonial, ha estado amparada por la actitud lacaya y obsecuente de la llamada Organización de Estados Americanos (OEA) que, en la práctica, no es más que una dependencia menor del gobierno de Estados Unidos, inflada a nivel de ONU o de FIFA por los gobiernos sometidos y medios serviles. Cada vez que los dueños del imperio quieren atacar al gobierno o al régimen cubano recurren a sus parásitos de la OEA para que hagan sus rimbombantes declaraciones clamando por democracia, libertad, y cuanta palabrería sirva para impresionar multitudes incautas. Los medios de comunicación empresariales o masivos, particularmente en Chile, hacen ostentación de falta de objetividad en la presentación de las informaciones o hechos relativos a la realidad de la isla caribeña. Tergiversan, confunden, mienten con descaro, violan el derecho a conocer la verdad, a que la población neutral sea informada con honradez y equilibrio para formarse opinión a partir de la realidad y no de una trama de engaños, de estafas comunicacionales, propias de los tiempos de dictadura. Son los mismos que en los años del oprobio dictatorial se hicieron cómplices y partícipes de maquinaciones y manipulaciones comunicacionales tan horrendas y criminales como la Operación Colombo, cometida hace 46 años por la dictadura chilena. Son los mismos que cumplieron igual papel cómplice con el imperio cuando el gobierno estadounidense dictaminó que debía ser derrocado Salvador Allende, el presidente de Chile. La prensa empresarial chilena da vergüenza, por lo servil y antidemocrática. El gobierno popular había sido democráticamente elegido y ponía en práctica el principio y el derecho de autodeterminación, pero eso no tiene significación alguna para los lacayos sirvientes y medios maquinadores de oscuras tramas. Son los mismos que, desde hace unos años, se hacen cómplices y partícipes entusiastas de las campañas y ofensivas contra el gobierno bolivariano de Venezuela, poniendo como enemigo a derrocar y destruir a Chávez primero y a Maduro después. Hace unos años era “inminente” la caída del gobierno de Venezuela por la acción de una oposición mayoritaria oposición que en más de veinticinco años nunca ha ganado una elección democrática. Hace unos años, era “cosa de horas” la invasión de Venezuela por tropas estadounidenses y el inmediato fin del régimen bolivariano. Estos medios falaces tienen una facilidad increíble para convertir sus mentiras en verdades irrefutables. Luego, la simple realidad de los hechos devela sus engaños y evidencian las estafas, pero los medios no se toman la molestia de reconocer error, de decir verdad y pedir disculpas. Son los mismos que omiten deliberadamente que, a pesar de la crisis económica, que a pesar del bloqueo y las restricciones, a pesar de los estragos de la pandemia, precisamente en plena pandemia, las brigadas de salud compuesta por personal médico, trabajadoras y trabajadores de la salud cubanos, se han desplegado por el mundo llevando auxilio y asistencia sanitaria a pueblos de naciones más afectadas por la pandemia del coronavirus. Omiten que la medicina cubana, a pesar del cerco criminal estadounidense, ha desarrollado por propio esfuerzo vacunas y medicamentos para enfrentar y contener la referida pandemia. Omiten que la principal pandemia que sufre Cuba es el infame bloqueo. Por el contrario, ahora es el turno de convertir a Cuba en blanco de las maquinaciones estadounidenses y de las manipulaciones mediáticas de los medios serviles y de las intervenciones grotescas de gobiernos e instituciones lacayas. Repiten hasta la saciedad las prácticas y técnicas utilizadas para derrocar al gobierno de Salvador Allende en Chile. Métodos que repitieron en los años 70 para instaurar dictaduras militares en una gran parte de los países latinoamericanos. Injerencia, intervencionismo y dominación que antes de esa época habían aplicado en Guatemala, y en Granada, después. El discurso de la libertad, de la democracia, de los derechos humanos, son sólo gárgaras en voz y letra de estos entes maquinadores. El principio y derecho a la autodeterminación son cuestiones negadas por estos mismos manipuladores. Sin duda la crisis económica afecta gravemente la realidad social del pueblo cubano y ello motiva que ciertos grupos generen movilizaciones de protesta por las consecuencias de la crisis. Y es natural y legítimo que así sea. Eso no está en discusión. Pero de ninguna manera las movilizaciones han tenido la amplitud y masividad que han pretendido establecer como verdad absoluta los medios de prensa serviles a los intereses del imperio estadounidense que, en el caso chileno al menos, involucran a prácticamente todos los medios de comunicación masivos. Una revolución que nació con la determinación de derrotar una dictadura bestial y que se puso en marcha el 26 de julio de 1953 con el asalto al cuartel Moncada, en Santiago de Cuba, que ha resistido tantos embates, que ha soportado tantas infamias, que ha resistido los peores años de limitaciones y necesidades, seguramente encontrará en su propia historia los caminos necesarios para resolver las contradicciones, defectos y problemas que le aquejan sin que tenga que ser vulnerada ni ultrajada por la odiosidad extranjera. La feroz ofensiva estadounidense y de los lacayos de toda clase de este país y del continente latinoamericano tendrá su término en manos del pueblo cubano, cualquiera sea el curso de los hechos, quien decidirá la suerte de Cuba será su pueblo que vive, disfruta y sufre en Cuba. Y no será ni el intervencionismo ni el servilismo extranjero. Por lo demás, Cuba no está sola, o al menos no completamente sola en estas épocas de miseria y de defensa de la dignidad latinoamericana. Cuenta con la solidaridad –simbólica, o materialmente exigua, pero solidaridad al fin- de las masas populares de los pueblos de Latinoamérica. Pero, no menos importante, cuenta también con el apoyo material y político del gobierno de México y del gobierno de Rusia, que con sus envíos de ayuda humanitaria efectiva y con sendas declaraciones políticas, ponen un límite a la agresividad de los ataques estadounidenses y sus lacayos. Resumen
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