Mark Aguirre / El Viejo Topo
El primer ataque militar ordenado por Trump ha sido contra un pobre y pequeño pueblo de campesinos escondido entre las grises montañas del centro del Yemen.
A finales de enero tropas de elite del ejército de Estados Unidos atacaron al Ghayil, en la provincia de al-Bayda. Qassim al Rimi, el líder de Al-Qaeda en la Península Arábiga, supuesto objetivo del ataque, se había esfumado horas antes –dijeron que había habido un chivatazo–. En el ataque, los soldados asustados por la resistencia masacraron a la población de la pequeña aldea. Además de destruir 12 casas y exterminar los burros y ovejas de la comunidad murieron asesinados seis mujeres y 10 niños menores de 13 años. Se desconoce el numero de combatientes que murieron en la refriega pero se sabe de la muerte de un oficial estadounidense y que uno de los helicópteros usados en la operación fue destruido. No sé sí será una premonición, pero el primer ataque ordenado para hacer grande a America otra vez fue un auténtico desastre [1]
La población de al-Ghayil pertenece mayoritariamente a la tribu Qayfa. En Yemen la mayoría de las veces los hombres tribales no se alinean en términos territoriales sino sanguíneos. Los jeques de esta tribu –al-Bayda está dividida y es un frente de guerra– tienen relaciones con los saudíes; una relación sellada por el dinero. Esta tribu pelea en la guerra de Yemen al lado del depuesto Presidente Hadi y de los Estados Unidos. Estos hombres tribales reciben como combatientes de la coalición un salario mensual que los saudíes pagan, aun sabiendo que Qassim al Rimi, el líder de Al-Qaeda en Arabia Saudí –la organización de Al-Qaeda en Yemen y Arabia Saudí, están unidas–, está protegido por ellos. Mientras los saudíes les pagan, sus aliados de Estados Unidos los atacan. El caos de la política en Oriente Medio está por todos lados. Un caos que aunque parezca paradójico tiene su lógica.
Está documentado que Al-Qaeda ha sido un instrumento de Estados Unidos y Arabia Saudí, aunque obviamente no se reduce solo a ello. La usan a escondidas de su población porque saben que esta no aceptaría que apoyaran de alguna manera a grupos terroristas que luego atentan contra sus ciudades. Pero Washington, Ryad y otros gobiernos vienen aprovechándose desde hace décadas de estos grupos de jóvenes radicalizados. El nacionalismo árabe laico, enemigo histórico del Islam político, es también enemigo de las grandes compañías privadas petroleras occidentales que tienen a sus gobiernos en su nómina. Este doble juego entre policías y terroristas, basado en intereses comunes a corto plazo pero a la larga difícil de manejar, ha empezado a pasar factura en forma de ataques terroristas a ciudades y aviones de Europa y Estados Unidos.
Yemen llegó a mandar oficialmente a Afganistán a 3.000 guerrilleros reclutados en mezquitas o madrasas para luchar contra los soviéticos de manera organizada por la CIA; combatientes que usó después el Presidente Saleh contra los socialistas del sur. Luego fueron dos mil islamistas a la guerra de Iraq, la mayoría a luchar junto al líder de Al-Qaeda Abu Musab al-Zarqawi, cuya estrategia era enfrentar a los sunitas con los chiítas. Estrategia también usada por las fuerzas ocupantes. Estos combatientes, financiados por los saudíes y qataríes, a su regreso constituyeron los cimientos que han formado Al-Qaeda en Yemen. Hubo cierta continuidad porque lograron entenderse entre las diferentes generaciones y fundaron en el año 2009 la organización Al-Qaeda en la Península Arábiga.
La guerra actual del Yemen, que lleva ya más de dos años, empezó con dos ataques de ISIS en Sanaa: el asesinato del periodista defensor de los derechos humanos Abdulkarim al-Jaiwani y el ataque suicida a dos mezquitas zaydíes cuando estaban repletas de feligreses. Fue un salto en la historia de los rebeldes salafistas en Yemen. Hasta ese momento habían atacado a objetivos colonialistas: el Cole de la marina estadounidense, instalaciones petroleras, turistas. Ha sido la primera vez y la última que ISIS se ha responsabilizado públicamente de atentados dirigidos contra civiles yemenitas, aunque se sabe que el Estado Islámico está operando en Taiz y Aden. Este terrorismo contra la población apareció cuando los intereses del Estado saudí lo requerían. Pero no son solo los saudíes quienes lo dirigen. Una y otra vez diferentes servicios de inteligencia acuden al terrorismo en la región cuando sus gobiernos no pueden conseguir sus objetivos con la diplomacia o la guerra convirtiendo al terrorismo en la tercera pata de su política. Para estos gobiernos los grupos “terroristas” a los que manipulan son la continuación de la política por otros medios. Por eso los saudíes protegen al líder de Al-Qaeda en Yemen. Pueden necesitarlo en el futuro si su guerra contra Yemen fracasa.
El caso en Londres de Bherlin Gildo, acusado de terrorista, es una muestra elocuente de lo que estamos hablando. Los fiscales abandonaron el caso cuando los abogados del acusado demostraron que la inteligencia británica había armado y asesorando al grupo en que militaba el acusado. El grupo armado estaba activo en Inglaterra y Siria. En el juicio los abogados preguntaron al juez si se podía mandar a alguien a la cárcel por seguir la política del gobierno. ¿No debía ir entonces también el gobierno a la cárcel?, preguntaron al juez [2]. Los fiscales, avergonzados, retiraron el caso. No es el único. En documentos desclasificados de la inteligencia estadounidense escritos en 2012 se da la bienvenida a “usar” a los salafistas (la corriente puritana wahabista del Islam saudí que siguen el ISIS y Al-Qaeda) en Siria e Iraq [3]
The Economist publicó recientemente un articulo sobre Yemen en el que documentaba cómo Al-Qaeda se ha ido fortaleciendo en los dos últimos años gracias a la política de guerra saudí, una política que cuenta con el apoyo de Washington y Londres. Según el artículo, Al-Qaeda en Yemen es más poderosa que nunca [4]. Periodistas que han visitado el sur del país dicen que las banderas de Al-Qaeda y las independentistas son mas visibles que las del gobierno del Presidente depuesto Hadi, él mismo nativo del sur. Viendo el resultado sobre el terreno, los ataques de los drones o las operaciones especiales militares que han causado la muerte a cientos de civiles durante la administración Obama y que continúa Trump parecen operaciones militares dedicadas al consumo interno: aparentar que se hace algo contra Al-Qaeda, más que operaciones militares bien concebidas para debilitarla.
Hay varias razones para este éxito de Al-Qaeda. Una de ellas es que las tribus que luchan contra el gobierno huzí-Saleh, sobre todo del sur del país, como la tribu Qaifa, ven a los militantes de Al-Qaeda como sus aliados. Es importante para Al-Qaeda dado el carácter tribal de la sociedad yemení. Sin el consentimiento de las tribus ninguna organización puede moverse libremente y prosperar. Pero hay otras razones reveladoras de lo que venimos diciendo. Un estudio hecho sobre los objetivos de los bombardeos aéreos de la coalición –realizados por aviones saudíes pero asesorados por militares ingleses o estadounidenses– muestra que ninguno de ellos, y son cientos las salidas documentadas de sus aviones, ha sido dirigido directamente contra Al-Qaeda a pesar de que llegó a controlar Mukalla, el segundo puerto más importante del Océano Indico después de Aden, durante un año [4]. The New York Times informó incluso que Al-Qaeda gestionaba los ingresos del petróleo de Hadramout en nombre del Presidente depuesto Hadi [5]. Cuando los saudíes permitieron a regañadientes –Estados Unidos estaba en una posición difícil cuando el The New York Times publicó la noticia– a soldados de la coalición de Emiratos Arabes Unidos sacar a los guerrilleros islámicos de la ciudad, Ryad solo lo autorizó con la condición de que se dejara escapar a los guerrilleros de Al-Qaeda hacia los wadis aislados del interior.
¿Porqué al Presidente Trump le gustan los halcones saudíes que apoyan a Al-Qaeda? Esta política saudí de fortalecer a Al-Qaeda es en cierta manera el reconocimiento de que la guerra contra Yemen está siendo un fracaso. La coalición de los huzíes con Saleh ha demostrado ser más fuerte de lo que se pensaba. La mayoría de los yemeníes la apoyan a pesar del enorme sufrimiento –la agresión saudí está provocando según Naciones Unidas la mayor crisis humanitaria que existe actualmente, el país vive estos meses una epidemia de cólera dantesca que está causando cientos de muertos– porque ven al gobierno huzíes-Saleh como la resistencia de una nación frente a un poder externo. Las empresas de comunicación suelen presentar a los huzíes como un aliado iraní o un Hezbolah en Yemen que amenaza a la seguridad saudí. Pero es pura propaganda para legitimar la venta de armas millonarias a los agresores. Los huzíes tomaron Sanaa contra la opinión de Irán, que le aconsejó no hacerlo. En Yemen no hay tropas iraníes o de Hezbolah, son el ejército nacional y las milicias tribales quienes resisten a los saudíes bajo una política de defender a una nación agredida injustamente.
Los halcones que se han hecho cargo del poder en Ryad, representados por el Príncipe Mohammed bin al Salman, a cargo de la defensa y los ingresos petroleros, pueden dar un paso mayor y mandar al grueso de su ejército a invadir Yemen, pero es una opción cada vez más difícil de realizar por su coste político y económico. Un ataque a Hodeidah, el puerto del Mar Rojo por donde entran al menos el 80% de la comida y las medicinas importadas, llevaría al país al límite y las consecuencias son impredecibles. Este escenario se ha hecho todavía más improbable debido al conflicto entre saudíes y qataríes que está debilitando a la coalición. Doha ha ordenado a sus mercenarios pakistaníes regresar a casa. Los estrategas militares saben que entrar es fácil. Lo difícil es salir y para ello se necesita construir una solución política; cada vez más difícil de lograr. Los hermanos musulmanes, cercanos a Qatar, encuadrados en Yemen en el partido del Islah, apoyaban a Hadi. Ahora es una incógnita lo que van a hacer. En esta situación cualquier acuerdo político precisa incluir a los huzíes y Saleh.
Arabia Saudí es un vampiro que se alimenta de petróleo. Ha anunciado que quiere diversificar la economía, pero de momento eso solo es un proyecto. El 90% de los ingresos del gobierno vienen del crudo. Del petróleo depende la vida extravagante de la masiva familia al-Saud, los salarios de dos tercios de los trabajadores saudíes y todo el entramado de política exterior de injerencia e intervención en asuntos ajenos. El gasto militar ha representado el 13% del PNB durante los últimos seis años. Arabia Saudí se ha convertido en el mayor comprador de armas per capita del mundo. El mejor cliente de Inglaterra y Estados Unidos. Pero también ha financiado, gastando miles de millones de dólares, el wahabismo, principal instrumento ideológico de la expansión saudí, y se ha gastado otro tanto para comprar a las empresas de comunicación que informan sobre Arabia Saudí. Ante tantos gastos su superdependencia petrolera hace que cualquier turbulencia en el mercado de petróleo sea vital para sus intereses. Ryad necesita intervenir en él si no quiere ser afectada fatalmente por cualquier crisis.
Los halcones saudíes necesitan a Estados Unidos para ello. En su guerra contra Yemen dependen de ellos para mover sus aviones, municiones, entrenamiento, refueling en vuelo y proteger las fronteras. Uno de las últimas medidas de Obama –hay una oposición creciente en el Congreso a vender armas a los saudíes– había sido bloquear una entrega de munición de precisión por su preocupación con los ataques a objetivos civiles. Hay más de 12 mil muertos, la mayoría civiles, a causa de ellos. Una prohibición que Trump levantó rápidamente.
El Presidente Trump está haciendo más caso a los militares que Obama cuando se trata de política de seguridad nacional. Esto significa menos diplomacia y más bombas, incrementando el riesgo de una guerra total en la región. De momento sigue la política de Obama de drones y operaciones especiales, aunque se han intensificado. Hay quien piensa que dada la relación que el Presidente Trump está creando con el Principe Salman los Estados Unidos podrían atacar directamente a los huzíes. Sí esto ocurre el conflicto quedará fuera de control, pudiendo convertirse en el primer enfrentamiento directo entre iraníes y saudíes en una guerra generalizada.
En su viaje a Ryad –era su puesta de largo diplomática– Trump anunció una venta de armas por valor de 110 mil millones de dólares. Hubo más contratos económicos, cerca de 270 mil millones de dólares, entre ellos uno con Exxon Mobil. En su visita Trump se hizo acompañar de Rex W. Tillerson, su Secretario de Estado. Tillerson es gran amigo de los saudíes debido a que es un hombre del petróleo. Durante décadas fue el jefe ejecutivo de Exxon Mobil. Tillerson conoce bien la región. El problema es que la conoce desde la óptica de los intereses de las compañías petroleras. Al nombrarlo, Trump se había comportado como el sirviente de los intereses petroleros, que en realidad es lo que ha demostrado al sacar a Estados Unidos del acuerdo climático de París. Los intereses petroleros son parte de su coalición reaccionaria.
¿Para qué quieren los saudíes una Al-Qaeda fuerte en el sur de Yemen? A finales de mayo un barco petrolero, el MT MUSKIE, con bandera de Estados Unidos, fue atacado en el estrecho de Bab al Mandab. La Fuerza Naval de la Unión Europea dijo que los atacantes dispararon granadas propulsadas por cohetes antes de llevar a cabo su asalto al buque. Los saudíes acusaron inmediatamente a los huzíes del incidente, pero el presidente del Comité Supremo Revolucionario de Yemen, Mohamad Ali al-Houzi negó toda responsabilidad de sus soldados y acusó a Arabia Saudí de fabricar el incidente.
El estrecho de Bab al Mandab, donde acaba el mar Rojo al sur del Yemen, es uno de los siete mayores embudos de transporte energético en el mundo. Pasan cada día 3,8 millones de barriles de petróleo y el equivalente a 0,5-1 millón de barriles de gas natural. Un bloqueo significaría un repunte inmediato del precio del petróleo, algo muy beneficiosos para los saudíes, quienes se encuentran en aprietos financieros. El precio del barril del petróleo saudí es muy competitivo, está por debajo de los 10 dólares. Cualquier aumento del precio del barril es muy lucrativo.
Un bloqueo del estrecho de Bab al Mandab tendría efecto en los precios, pero afectaría muy levemente a las exportaciones petroleras saudíes, a diferencia de lo que ocurriría con las de Irán y otros países del golfo. Eso ayuda a entender, al menos parcialmente, las diferencias existentes entre Arabia Saudi y otros estados del Golfo Pérsico. Un conflicto que afecta también al futuro de Yemen del Sur. Mientras la Unión de Emiratos Árabes apuesta por un Yemen del Sur independiente, Ryad estaría tentado de apoyar una división del territorio en sultanatos gobernado a la vieja manera colonial inglesa, territorio fértil para las disputas y la inestabilidad. Emiratos Árabes Unidos ha desplegado miles de tropas en el sur a diferencia de los saudíes; han entrenado a 30 mil yemeníes como soldados de un ejército estatal; y han invertido 2 mil millones de dólares en proyectos para revivir la economía. Incluso ha llegado a participar en operaciones contra Al-Qaeda junto a las fuerzas especiales de Estados Unidos [7].
Los saudíes necesitan menos el paso por el estrecho que otros países del Golfo, porque el oleoducto saudí que une el este y oeste de Arabia, el Golfo con el Mar Rojo, atravesando la Península Arábiga, ha empezado a ser operativo. Los grandes pozos petroleros saudíes están en zonas chiítas del Golfo Pérsico. Arabia solo necesitaría para exportar el grueso de su petróleo que los estrechos de Ormuz y Bab al Mandab estuviesen abiertos. Podría embarcarlo en sus puertos del Mar Rojo. Pero sigue necesitando el paso de sus tanques petroleros por el canal de Suez. La buena amistad con Egipto es vital para sus intereses. Por eso cultiva sus relaciones con el Mariscal de Campo al-Sissi atacando a los Hermanos Musulmanes, que están apoyados por Qatar. El desarrollo de la guerra de Siria está siendo una mala noticia para Ryad. El Presidente Bashar al-Assad parece estar ganándola, cerrando la salida de petróleo saudí a Europa por oleoducto vía Turquía o en barcos desde el puerto de Lattakia. La crisis con Qatar puede ser interpretada en esta clave. Su acercamiento a Irán podría facilitarle un futuro entendimiento con Siria, asegurándose el envío del gas –Qatar tiene cuantiosas reservas– a Europa a través de su territorio. Egipto está cerrando el canal de Suez a sus barcos por su apoyo a los Hermanos Musulmanes.
La política militarista saudí –la nueva generación macho rehusa establecer compromisos– busca controlar por la fuerza las salidas del petróleo en la región. Un objetivo estratégico por su alta dependencia de los ingresos petroleros. Es una de las razones que explican la guerra del Yemen y su apoyo a ISIS en Iraq y Siria. Los guerrilleros islamistas pueden dañar cualquier oleoducto que atravesando Iraq y Siria llegase a Europa o al Mediterráneo, incidiendo en el precio y perjudicando a sus adversarios. En su frontera sur un gobierno de los huzíes protegería el paso a través Bab al Mandab de los barcos de Irán y de otros países del Golfo que exportan millones de barriles cada mes por el estrecho. Esa es la razón del porqué Ryad necesita un Yemen bajo su control, o si fracasa una Al-Qaeda fuerte en el sur del Yemen. Es una política de piratas pero esa es la historia de la familia beduina de los al-Saud. ¿No están saqueando en su propio provecho el petróleo de su pueblo?
Notas:
1. Ver “Death in Al Ghayil”, Iona Craig, The Intercept.
2. “Terror trial collapse after fears of deep embarrassment to security services”, The Guardian, Monday 1 june 2017.
3. “Now the truth emerges: how the US fueled the rise of ISIS in Syria and Iraq”, The Guardian, june 6
4. “In its third year of war, Yemen risk fragmentation”, The Economist Apr 27th 2017.
5. Ver “What is happening in Yemen and how are Saudi Arabia´s airstrikes affecting civilian”, The Guardian, The Date Yemen Project.
6. “Yemeni Bankers Get in Troubles Over a costumer, Al Qaeda”, The New York Times. Nov 15 2016.
7. Ver el articulo citado de The Economist.