La guerrilla feminista que combate al Estado Islámico


Las fuerzas kurdas cuentan con un arma poderosa: en sus unidades militares revistan millares de mujeres, formando incluso batallones enteramente femeninos

Enfoca el ojo en la mira y acciona el gatillo. El río rojo que abre la crisma del hombre tiene el color de los sufrimientos de una opresión milenaria. En un mundo de tradiciones áridas y desiertos de intolerancia, el precio de ser una mujer libre se paga en la puntería.

Al momento de publicarse esta nota, en la frontera siria con Turquía, la ciudad kurda de Kobanê está sitiada por el Estado Islámico. Se espera de un momento a otro su caída.

Más de 130 mil habitantes de Kobanê huyeron hacia Turquía en los últimos días. Los fusiles y granadas de las YPG (Unidades de Defensa Popular kurdas) que controlan la ciudad parecen insuficientes frente a los tanques y la artillería pesada de los yihadistas.

Las fuerzas kurdas cuentan sin embargo con un arma singular y poderosa: en sus unidades militares revistan millares de mujeres -formando incluso batallones enteramente femeninos- algo que inspira terror al Estado Islámico.

Dos objetivos. “No dudamos en hacer la guerra a los comunistas apóstatas del PKK/YPG”, se enorgulleció el Estado Islámico en el número 2 de su publicación mensual Dabiq, al reseñar sus enfrentamientos con la guerrilla kurda. Precisamente, el PKK (Partido de los Trabajadores del Kurdistán) y las YPG son las fuerzas que en los últimos meses se mostraron más eficaces -junto a las tropas del gobierno autónomo kurdo de Erbil- en el combate contra los islamistas.

Los kurdos son un pueblo de 40 millones de personas originarios del área montañosa que se extiende por el sur y este de Turquía, el norte de Siria e Irak y el noreste de Irán. Se los ha llamado la mayor nación sin Estado de la época actual.

Los “secularistas” y “apóstatas” que guerrean contra el Estado Islámico, están organizados en partidos políticos de carácter laico y fuerte impronta nacionalista. El PKK es mayoritario entre los kurdos de Turquía, unos 20 millones de personas. Las YPG son su brazo en Siria.

Ambas organizaciones dicen tener como objetivos la auto-determinación kurda y la construcción de una sociedad comunitaria y socialista. Ambas tienen el pecaminoso descaro de incluir mujeres en sus guerrillas, sus puestos de dirección y sus gobiernos locales.

“Las kurdas pelean por la liberación nacional y al mismo tiempo, por los derechos de la mujer” dijo a SdR Mehmet Dogan, documentalista y antropólogo kurdo. De acuerdo a Dogan, alrededor de la mitad de los efectivos kurdos en Siria serían mujeres.

La arcaizante interpretación del Islam que hace el Estado Islámico no sólo es su motivación principal para la batalla. También es la fuente de sus mayores temores. A sus guerreros se les promete que si caen en combate los espera un Paraíso con incontables vírgenes, pero la promesa coránica se puede transformar en condena eterna: los hombres del Estado Islámico están convencidos de que morir a manos de una mujer es una deshonra que enviará su alma al Infierno.

Nuevos tiempos. La participación de las kurdas en la guerrilla se remonta a la década de los años  60′, pero sus mayores conquistas se plasmaron a partir de 1998. Ese año el PKK redefinió su estrategia y abandonó su definición marxista leninista clásica para adoptar la bandera del “confederalismo democrático”. Dogan señaló que gracias a la presión de las mujeres en las bases del partido, se adoptó una línea que otorga al feminismo el lugar principal junto al socialismo y el ecologismo.

En todas las organizaciones de la órbita del PKK, la presidencia es compartida por dos personas, un hombre y una mujer. Las milicias kurdas también aplican este principio de copresidencia en el gobierno de las ciudades que controlan en Rojava -zona kurda de Siria- como Kobanê, Serêkanîye y Efrîn.

Este año, la coalición de izquierda que integran los grupos afines a la guerrilla kurda logró el 10% de los votos en las elecciones locales de Turquía. El 55,3% de las integrantes de sus listas eran mujeres. Toda una revolución en un país de larga tradición patriarcal, donde la participación femenina en el resto de los partidos político es casi nula.

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Otros roles. Vendidas como esclavas sexuales: ese fue el destino de unas 300 mujeres yazidís (una religión minoritaria del norte de Irak) secuestradas el mes pasado por el Estado Islámico, de acuerdo al Observatorio Sirio de Derechos Humanos. Un informe reciente de la BBC eleva a tres mil el número de las mujeres secuestradas y vendidas.

En julio, el Estado Islámico ordenó que todas las niñas y mujeres de entre 11 y 46 años en los territorios bajo su dominio se sometan a la ablación genital, según denunció la ONU. Esta práctica consiste en la mutilación del clítoris y es poco frecuente en la zona, pero el Estado Islámico cree que terminará con el “libertinaje y la inmoralidad”, según un comunicado de la organización yihadista.

No sólo los kurdos reclutan mujeres para sus filas. El Estado Islámico también lo hace. Pero en este caso “son mujeres que se dedican a reprimir a otras mujeres”, señaló Manuel Martorell, periodista español especializado en Medio Oriente y Kurdistán. En conversación con SdR, Martorell indicó que el Estado Islámico tiene su propia “policía” femenina para obligar a las mujeres a cumplir las estrictas normas islámicas.

Para Martorell, la de las mujeres kurdas “es una intervención radicalmente opuesta” a la de las seguidoras del Estado Islámico. En una sociedad donde la opresión sobre la mujer adquirió históricamente formas extremas, las mujeres kurdas tuvieron que recorrer un largo trecho para ser consideradas a la par de los hombres. No parecen dispuestas a retroceder en ese camino.

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