La Industria del Salmón en Chile: Crisis, despojo territorial y precarización laboral.

Por: Yerko Monje Hernández

El comienzo de este año no ha sido auspicioso para la Región de Los Lagos, siendo más preciso en su capital Puerto Montt, donde gran parte de la economía está ligada a la Industria Salmonera -para algunos– insigne responsable del “desarrollo” que ha tenido esta comuna. Nuevamente se habla de una crisis; la cesantía y pobreza se levantan como una amenaza real para los trabajadores de la industria, ya que el fantasma del virus ISA en 2007 está presente, cuando la mayor consecuencia fue el despido masivo de operarios.

Esta nueva crisis se debe al siguiente escenario. Producto de los cambios en los ecosistemas marinos de la región en las últimas décadas - de manera acelerada por el avance de las grandes industrias – y las variaciones de temperaturas atribuidas al calentamiento climático, se produjo un fenómeno denominado “Floración de Algas Nocivas”, es decir, el surgimiento irregular de algas por el aumento de la temperatura del agua. Esto trajo como consecuencia cambios en el comportamiento alimenticio de los peces y el bloqueo de sus branquias, causando asfixia y finalmente muerte. Esto afectó a los centros cercanos al Seno del Reloncaví ocasionando la muerte de más de 39.000 toneladas de salmones, lo que corresponde al 20% de la producción estimada para este año, lo que se traduce a pérdidas por sobre los 800 millones de dólares. (Fuente: Aqua.cl)

Como ha sido la tónica del desarrollo capitalista, agudizado y perfeccionado bajo su impronta neoliberal, es evidente que esas pérdidas producto de la crisis, serán en gran parte subsanadas con un proceso de “ajuste” en los puestos de trabajo, precarizando la situación de trabajadores que viven día a día en un territorio que ya es hostil a su buen vivir; con extensos viajes y –como en todo Chile- un sistema de protección social al debe. Por otro lado, relacionado al habitar, es preocupante – pero no sorpresivo – el silencio cómplice de empresarios y autoridades frente a esa “biomasa” en proceso de descomposición que estuvo varias semanas en el mar y se está investigando, que inclusive pudo haber llegado a consumo humano.

Ahora bien, para profundizar en la dimensión de la precarización laboral, en la última semana de marzo ya se han empezado a producir los primeros despidos masivos, con la justificación de que las salmoneras no tienen peces para cosechar y llevar a las plantas de proceso en Puerto Montt. Muestra de lo anterior, es que mientras escribo estas líneas, se ha anunciado el despido masivo de trabajadores en la Salmonera Ventisqueros S.A; prometiendo capacitaciones y recontratación a partir del segundo semestre de este año. No sería sorpresivo un efecto dominó, ya que es el mismo modus operandi de la crisis del Virus ISA.

Más allá de evidenciar y confirmar que “el hilo se corta por lo más delgado”, es necesario poner entre paréntesis este proceso y dudar frente a lo sorpresivo de esta crisis, por lo tanto, no viene mal un poco de historia. Con el Virus ISA en 2007, se termina un ciclo frente al imaginario entorno a la Industria del salmón; se acabaron los sueldos de ensueño para los trabajadores, los contratos indefinidos y de planta, y procesos de sindicalización creciente (casos insignes de estos fueron las empresas Marine Harvest y Multiexport Foods) La crisis fue perfectamente entendida como una oportunidad desde la visión empresarial; nunca más se volvería a ese periodo. El resurgimiento de la industria fue con un trabajo más precarizado aun, contratos por faena, subcontratación masiva, sueldos mínimos y débiles sindicatos (algunos cómplices de la explotación y otros que luchaban por organizarse ante la amenaza permanente de quedar sin trabajo y persecución de sus posibles dirigentes). Bajo este punto, el fantasma de la crisis ha servido como pacto constituyente en la precarizada dinámica económica de la industria.

Para el caso de Puerto Montt esta crisis del salmón también evidenció la débil estructura económica y social del “Manhattan del Sur” como lo denominó el Diario Llanquihue; desafortunada alegoría al desarrollo capitalista a la chilena. A partir de los noventa, la industria generó un crecimiento explosivo de la ciudad, sustentado en migraciones de grupos familiares en búsqueda de un futuro mejor; y este crecimiento explosivo trajo como una de sus consecuencias, procesos de segregación territorial. Ejemplo de lo anterior, es que parte de las familias ligadas a la industria se instalaron en la Ciudad Satélite Alerce (proyecto habitacional insigne de la cuestionada política de vivienda social chilena) ubicada a más de 10 kilómetros de la ciudad, y en tiempo a una hora y media de viaje promedio, para llegar a las plantas de proceso en la zona de Chinquihue. No es de extrañar que a los trabajadores de la industria, para entrar a las 8:00 AM a faenas, sean recogidos en su domicilio cerca de las 6 de la mañana en buses que recorren toda la ciudad.

¿Por qué rescato el caso anterior? Es que esa visión global, esta gran fotografía, nos da cuenta de la precarización general en el día a día de los trabajadores ligados a la industria, ya que en la crisis de 2007, así como en la que se gesta en 2016; son personas que viven en una dimensión de shock neoliberal constante. Son los mismos que han recibido soluciones habitacionales de dudosa calidad, los mismos que no tienen acceso a salud digna; los mismos que no superarán los $120.000 de pensión cuando jubilen; los mismos que se endeudan para comprar lo que la publicidad o el sistema les vende como éxito, es decir, viven el flagelo de la pobreza día a día, pero las cifras los disfrazan como una clase media baja o emergente.

Conforme a este panorama, cabe cuestionarse ¿Por qué no se movilizan? Sin embargo, cuando un sistema económico, político, social y cultural como es el neoliberalismo, se impone de manera constante, abrumadora y victoriosa, no les queda más que pensar al final del día sobre las necesidades básicas; comida, ropa, educación. El miedo y la inmovilidad –una de las herencias vivientes de la dictadura- continúan, ante todo se debe cuidar el trabajo, ya que sea como sea, peor sería no tenerlo. Y una salvedad, cuando hablamos de trabajadores nos referimos a operarios de línea en las planta de proceso, no las gerencias ubicadas en la nueva torres del centro de Puerto Montt, ya que difícilmente la crisis los afectará.

Cerrando esta gran fotografía, como sujetos que vivimos las consecuencias de este modelo día a día, también debemos resaltar que nuestros territorios están siendo devorados por los intereses empresariales. Por ejemplo, el Seno del Reloncaví está muriendo ante nuestros ojos, los residuos de la industria del salmón están matando toda vida, dejando un escenario inerte. Y no sólo el mar, ríos y lagos también están involucrados en los centros de cultivo, todo en función del ansiado desarrollo. Esto no requiere grandes estudios, basta hablar con pescadores artesanales, algueras, chocheras, buzos o ir a dar un paseo por Angelmó; todo está escaso, para muestra de un botón, ya no se ve el Jurel, pescado básico durante décadas de la dieta puertomontina, y para qué hablar del salmón, los precios hacen inaccesibles estos productos para los mismos trabajadores que los producen.

Estas breves líneas tienen por propósito evidenciar el momento clave en que estamos, entendiendo clave por crítico, donde este sistema de desarrollo ya no da para más. Lo mismo que pasa en Puerto Montt con la economía del salmón, se replica con diferentes industrias en Arauco, Antofagasta, Valdivia, Corral, Calama, Aysén, Chiloé; y en muchos otros territorios. No es el problema de una industria en específico, es el modelo de acumulación sin límites, el consumo exacerbado, la falta de consciencia por los cuidados de los hábitats y el desprecio en general por la vida que ha implantado este ideario de mercado.

Si bien la situación es compleja, también hay movimientos y organizaciones sociales que se levantan por las defensas de su territorio, y en un contexto de apatía por la política en general, es necesario escucharlos y dialogar con ellos. No esperemos que sea demasiado tarde, el cansancio, la desarticulación y desconfianza es parte del mismo sistema al que nos hemos referido en este relato, la reconstrucción del tejido social es nuestra primera tarea y campo de batalla.

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