La Israel profunda

Yo soy de esta lucha vieja como los relojes solares,

vidrio molido en el suelo de la pista de baile para rumbear sin zapatos,

juventud sin porvenir y porvenir sin juventud.

 

Soy de los balbuceos originales de la humanidad

y más atrás,

cuando éramos apenas un manojo recién puesto de pie

en medio de África subsahariana, resistiendo en la noche los hielos

y los volcanes de espuma tiznada,

y a los lobos salvajes tras nosotros

disputando con ellos la carroña diente a diente,

cuando esos lobos todavía ni pensaban en convertirse en los perros de después,

ni en la comida especial para perros

ni en las peluquerías para perros.

 

No vengo a decir otra vez la palabra odio o compasión,

o piedad o acuerdo o solidaridad “en la medida de lo posible”,

como informan por cadena nacional

los gobiernos civiles de Chile por ejemplo

cuando se excusan de no ajusticiar a los fusileros de los populares desarmados.

 

No vengo a decir de la sangre de niñas y niños palestinos

lavando la ciudad desvanecida en el arrebato de los garrotes de última generación,

con miras y satélites capaces de escanear hasta mi primer amor inconfesable.

 

En cambio vengo a nombrar a la Israel que no desmemoria las alambradas

y su cuerpo celeste trozado en los laboratorios del tercer reich,

codo con codo cadavérico con los comunistas y homosexuales

y gitanos y vagabundos.

Esa misma cámara de gas

democráticamente compartida

como la ducha fría de cualquier escuela pública del planeta.

 

No vengo a rabiar por una ofensiva transmitida por CNN o

la BBC en línea,

ni por la boca llena de peces muertos de las madres de Palestina

ni por el éxodo al Líbano, que no es ninguna tierra prometida.

 

Vengo por Israel.

No por su Estado ni sus partidos políticos ni sus piedras computarizadas y exactas.

Por ti Israel.

La que tiene memoria y que no necesita de fotos para horrorizarse.

Vengo por Israel, la empobrecida, la amante inoxidable de la paz.

Vengo por el soldado de tropa, el muchachito que recrea extrañamente

el infierno experimental de sus abuelos,

pero que hoy mismo programa la mirilla contra esos abuelos suyos

transfigurados en la Palestina en harapos.

 

Vengo por la Israel sencilla, religiosa o laica, humanista,

homosexual y vagabunda.

 

La Israel que no escasea de memoria.

 

Vengo encendido.

Yo que no soy palestino ni israelí ni chino ni ruso

ni alemán ni norteamericano.

No tengo títulos genéticos ni geoeconómicos en ninguna plaza.

 

Vengo por ti Israel, la profunda.

Vengo para que nos enseñes en la acción

que no tienen razón los terapeutas

ni los intérpretes psicoanalíticos de la historia.

 

Que es mentira que en cuanto se invierten las fuerzas,

la víctima se convierte en victimario.

Que el gobierno de turno del Estado de Israel es sólo un accidente

el Tea Party Movement en yidis,

la peor pesadilla,

pero que no es Israel

sino sólo su mandarín provisorio.

 

Muchacho y muchacha,

soldado de tropa israelí,

apaga el visor robotizado de tu pantalla de guerra

porque otra vez estás desbrozando los costados luminosos de tus abuelos.

 

¿Que no escuchas su voz desdentada salida de una piel gaseada y rota

que te pide que no vengas por mí una vez más, fíjate que mis ojos son los tuyos,

los mismos ojos y la misma mano que habitaron el espanto

y que ahora hacen puntería sobre mi pecho tuyo?

Foto: palestinalibre.org

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