Patricio Villa / resumen.cl
En el diario vivir de los colegios y escuelas, la implementación de la Jornada Escolar Completa (JEC) concentra bastante preocupación y rechazo entre estudiantes y trabajadores de la educación. A través de la JEC es que se alargó la jornada escolar extendiéndose aproximadamente, tres horas y media, lo que ha contribuido al surgimiento de una serie de situaciones que empeoran, más aún, el quehacer al interior de los establecimientos.
Los Orígenes
Si bien en 1997 se dictó la ley 19.352 que ordenaba la implementación de la JEC, no fue hasta años después que una cantidad mayoritaria de establecimientos la implementó, aunque con diversas carencias que contradecían (y contradicen) el proyecto en cuanto a sus documentos de presentación.
La JEC se planteó los objetivos de mejorar la calidad de la enseñanza, igualar las oportunidades entre quienes cursaban en establecimientos municipalizados, particular subvencionados y privados. Para ello se requería un cambio en la práctica pedagógica y en la gestión docente, según afirmaron sus documentos, redactados según los criterios de instituciones internacionales, tales como el Banco Mundial.
Millones de pesos se gastaron en algo que, se suponía era una inversión; “perfeccionando” profesores, ampliando los establecimientos y construyendo nuevos para acoger a los estudiantes que ya no iban a poder estar en las tradicionales jornadas de tarde y mañana, sino que solo en una, y larga. No obstante, los resultados de este proyecto están cuestionados desde múltiples perspectivas y sectores.
En la práctica. Simce y otros
La JEC parte de la premisa que el colegio constituye una posibilidad de cambio para el destino de los niños y jóvenes. Por ello, en el intento por igualar las “oportunidades”, se dispuso a extender el tiempo de éstos en los establecimientos. Sin embargo, lo que nunca ha sido tratado son las condiciones en que se ha impuesto el aumento de la permanencia escolar.
Como han denunciado profesores y estudiantes, los establecimientos viven en función de los resultados en las pruebas estandarizadas. Los colegios se miran a si mismos y miran a los otros a partir de los resultados que éstos tengan en el SIMCE o en la PSU, pues se han convertido artificialmente en pruebas de calidad irrebatibles. Esta situación se lleva al extremo cuando los establecimientos básicos, municipales o particular subvencionados, están regidos por la Ley SEP, pues sí no logran superar los puntajes considerados insuficientes en el SIMCE, el Ministerio de Educación, tiene la facultad para quitarle el reconocimiento legal (cerrarlos).
Pero, también los resultados del SIMCE marcan el estado del semáforo de cada colegio. Sus colores representan cómo les fue en esta prueba. Hay que imaginarse cuál puede ser la reacción de alguien que ve un colegio “en rojo” y considerar que la mayoría de éstos son municipales.
Estas pruebas, también determinan qué se hace al interior de los establecimientos. Así es como, progresivamente, los estudios encargados por el propio Ministerio de Educación, indican que la mayor parte de las horas de extensión de la jornada se usan en el reforzamiento de asignaturas evaluadas en el SIMCE o bien en la PSU. Por otra parte, las horas de libre disposición han disminuido cada vez más, por lo que espacios deportivos, recreacionales y artísticos han quedado relegados a sólo una muestra.
Mecánicamente, se podría pensar que el aumento de horas lectivas genera mayores aprendizajes, sin embargo la JEC, también ha sido un fracaso desde los propios criterios del Mineduc, pues los puntajes de pruebas SIMCE y PSU entre municipales (que quedan con los estudiantes que margina el sistema particular subvencionado) y el resto de los establecimientos, sigue manteniéndose una diferencia abismante. Esto, aunque han experimentado magras subidas de puntaje, producto del entrenamiento a que son sometidos los estudiantes para responder estas pruebas.
JEC nociva
Según Rodrigo Cornejo del OPECH, la JEC ha generado que “el establecimiento escolar adopte claramente un carácter carcelario”, donde la institucionalidad se preocupa de retener a los estudiantes sin ofrecer, realmente alternativas para su desarrollo.
Esta apreciación se refuerza con las manifestaciones de agobiamiento y agotamiento que manifiestan estudiantes y trabajadores de la educación. Es prácticamente una jornada laboral a la que los estudiantes son obligados a permanecer en una sala de clases con actividades, muchas veces inconducentes y monótonas. Por otra parte, son los trabajadores quienes tienen el deber de imponer estas condiciones, ejerciendo (o intentando ejercer) una autoridad sustentada en el absurdo. El clima de violencia y tensión al interior de los establecimientos es patente en las condiciones que se describen, sin embargo, no es el único producto de la JEC.
Rodrigo también se refiere a la “reducción del curriculum”, en tanto las horas, en teoría destinadas al desarrollo integral, se usan para reforzar temas y metodologías que ya están presentes en el curriculum inicial. Concretamente, se les repite lo visto en Lenguaje, Matemática, etc y se les entrena con pruebas de alternativas, “tipo SIMCE o PSU”.
Un estudio del propio Mineduc, las horas de “libre disposición” (extensión horaria) reconoce esta realidad:
Sólo un 17% de los establecimientos usa parte de ellas para actividades deportivas.
Sólo un 12% de los establecimientos usa parte de ellas para actividades artísticas.
Sólo un 5% de los establecimientos usa parte de ellas para actividades recreativas.
En medio de esto, sólo el año 2005, un 74% de los profesores declaró que el cansancio obstaculizaba el trabajo pedagógico.
Una mala ecuación
La JEC parte de la ecuación de “a mayor tiempo en el colegio, mayores aprendizajes”. Ante esto, la psicóloga Camila de la Fuente se pregunta ”¿cantidad es calidad?, hay que ver en qué se ocupa el tiempo”, lo cual es muy importante al reconocer el hecho de que, además de la extensa jornada escolar, los estudiantes deben acarrear trabajos a sus casas, quedándoles un mínimo de tiempo para un quehacer no enmarcado en esquemas institucionales, donde puedan ejercitar su propia autonomía.
También esta pregunta, tiene asidero al momento de que los informes de quienes impusieron esta medida dan cuenta de que el estado del saber de los nuevos estudiantes es prácticamente el mismo, o en casos inferior, al de antes. En comparación con otros países. Rodrigo afirma que los estudiantes chilenos tienen un 20% más de horas de clases que el promedio de los que pertenecen a países de la OCDE, no obstante, las diferencias han sido marcadas en numerosas ocasiones. Así es como el intento por homologar la educación chilena con la de países de la OCDE ha fracasado. Pero parece que esto no preocupa a quienes quieren un Chile exportador de materias primas y condenado a importar lo que consume, y por ello sin necesidad de personas capaces de desarrollar conocimientos.
Las movilizaciones de estudiantes secundarios volvieron a exigir la reformulación o sencillamente, el término de la JEC. El 2006 alcanzaron ciertas conquistas; miles de raciones alimenticias para los almuerzos insuficientes y dinero para ser gastado en construcción de casinos (que aún son deficientes en muchos establecimientos). Sin embargo, en la actualidad, la disconformidad vuelve a manifestarse ante esta imposición.
La clave está en la democratización. La capacidad de decidir sobre qué se hace en el establecimiento y quiénes son sus administradores, abre alternativas, pero esto no se pide, se conquista en la práctica cotidiana.
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