Arnaldo Perez Guerra / Punto Final
Chile es el país de América Latina con mayor consumo de alcohol per cápita, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Y uno de los cinco primeros en el mundo. En los últimos años se observa un aumento en la ingesta por niños y niñas. Aumentan los índices de alcoholismo precoz y del consumo en las mujeres. Según cifras del Servicio Nacional para la Prevención y Rehabilitación del Consumo de Drogas y Alcohol (Senda), el consumo de alcohol comienza mucho antes de los 18 años. El 50 por ciento de los jóvenes se embriaga a partir de los 17 años, y un cinco por ciento lo hace desde los 12 años o menos. El consumo de alcohol se ha convertido en un problema de salud pública.
Más de la mitad de los accidentes de tránsito, muertes accidentales, homicidios y suicidios en Chile se relacionan con el consumo de alcohol. Además, los problemas derivados de su abuso constituyen la principal causa de mortalidad y discapacidad en hombres menores de 45 años. La dependencia del alcohol es una de las diez principales causas de pérdida de años de vida saludables, y afecta a un cinco por ciento de la población mayor de 12 años. El abuso y dependencia es tres veces más frecuente entre los hombres y es la causa de enfermedades físicas y mentales, accidentes, violencia, deterioro de la calidad de vida, disminución de la productividad laboral, y un largo etcétera.
Aunque la ley 19.925 sobre expendio y consumo de bebidas alcohólicas prohíbe la venta a menores de edad -que no pueden ingresar a tabernas, bares y cabarets-, y una modificación a la ley 18.290 aumentó las sanciones por conducir vehículos en estado de ebriedad -conocida como “Tolerancia Cero”-, el consumo de alcohol está muy arraigado en nuestra sociedad. Según el informe “Impacto económico del uso del alcohol en Chile ” , de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la Universidad de Chile, cada año el país pierde unos tres mil millones de dólares por los problemas derivados del consumo de alcohol. El “Octavo Estudio Nacional de Drogas en Escolares” (2009), realizado por el Consejo Nacional para el Control de Estupefacientes (Conace) -organismo anterior al Senda-, advirtió que los adolescentes comienzan a embriagarse entre los once y doce años. Uno de cada tres “toma en exceso el fin de semana” y “no considera peligroso el consumo”. Unos 400 mil niños entre 9 y 15 años consumen alcohol.
Según el siquiatra Mario Quijada, del servicio de urgencia del Instituto Siquiátrico Dr. José Horwitz, “con la ingesta de personas cada vez más jóvenes y de sexo femenino, el fenómeno adictivo tiende a igualarse para ambos sexos. Desde hace años se dice que el alcoholismo es el principal problema de salud pública en Chile. La enfermedad alcohólica se relaciona con gran cantidad de problemas sociales, médicos, familiares, judiciales y muchos otros. Estudios de largos años demuestran una tasa de mortalidad por cirrosis hepática cercana a treinta por cien mil habitantes, cerca de cinco mil personas cada año. Existen otras condiciones sociales relacionadas con este problema: destrucción de bienes públicos, accidentes automovilísticos, abuso sexual, mayor riesgo de contagio de enfermedades de transmisión sexual, delitos diversos, abuso de drogas, etc. Y en las hijas de alcohólicos, mayor riesgo de embarazo precoz. Como socialmente el alcoholismo es mal visto en la mujer, ellas se ocultan para beber, lo ingieren a escondidas”, dice.
CIFRAS DEL ALCOHOLISMO
Los adolescentes beben más y a una edad cada vez más temprana. La actual proporción entre niños y niñas bebedores es de uno a uno. Antes era de cinco niños por una niña. Durante los últimos 25 años, entre los jóvenes se triplicó el consumo de alcohol. Uno de cada tres chilenos “tiene problemas con el alcohol”. La intoxicación alcohólica es uno los habituales motivos de consulta en postas de urgencia. Según el Ministerio de Salud, “bebedor problema” es cualquier forma de ingestión de alcohol que directa o indirectamente “provoque consecuencias negativas para el individuo o terceros, en las áreas de salud, familia, rendimiento laboral o escolar, seguridad personal, etc”.
Entre hijos e hijas de padres o madres adictos al alcohol u otras drogas suele haber un “elevado porcentaje de suicidios e intento de suicidios”. Asimismo muchos tienen “problemas de aprendizaje. Las niñas suelen desarrollar trastornos alimentarios (anorexia nerviosa o bulimia). En muchas ocasiones abandonan sus casas a temprana edad”, señala la revista Prevención , de la Pastoral Nacional de Alcoholismo y Drogadicción de la Iglesia Católica.
Para el doctor William Vargas, autor de “Alcohol y alcoholismo. Algunas consideraciones sobre la historia y magnitud del problema en Chile, y de las vías correctas para su solución ” -publicado en la Revista Medicina y Humanidades de la Universidad de Chile-, la consideración del alcoholismo como tema médico en nuestro país “comienza casi en la mitad del siglo pasado. Se organizan importantes eventos para el estudio, comprensión y manejo del alcoholismo. El profesor E. Jellineck, autoridad mundial de la época en el tema, es invitado en 1956 a estudiar el fenómeno y elaborar luego estrategias que permitieran, mediante el estudio de la patología, controlar el avance y las consecuencias derivadas de este problema de salud”. Según Vargas, de acuerdo a su población, en 1946 Chile “ocupaba el primer lugar mundial en número de alcohólicos con complicaciones físicas y/o mentales, de modo tal que la razón de alcohólicos con complicaciones en relación al número total de alcohólicos era de uno a uno, es decir, todos los alcohólicos sufrían dichas complicaciones, una altísima cifra si se comparaba, por ejemplo, con Estados Unidos, donde la relación era de uno a cuatro”. Agrega que en 1968, un estudio en 12 ciudades latinoamericanas situaba a Santiago en primer lugar respecto de la “mortalidad por cirrosis hepática, con una tasa de 143 por 100 mil. El doctor José Horwitz declaraba en 1960 que el alcoholismo era, seguramente, el más grave de los problemas médico-sociales que afectaban a la población, e informaba que la tasa de prevalencia alcanzaba el cinco por ciento de la población mayor de 15 años, mientras que para la población de la misma edad, la tasa de bebedores excesivos fluctuaba entre el diez y el 14 por ciento. Horwitz informaba que el 25 por ciento de los ingresos al Hospital Siquiátrico lo constituían enfermos alcohólicos, cifra muy superior a la de otros países”.
Es decir: en casi 60 años, la tasa de alcoholismo en nuestro país se ha mantenido en un cinco por ciento, mientras que la de bebedores excesivos o bebedores problema bordea el 15 por ciento. El problema es que hoy beben más niños, niñas, jóvenes y mujeres. Y a ese incremento en el abuso de alcohol en la población juvenil, se agrega el de otras drogas.
MILLONARIA PUBLICIDAD ESTIMULA EL CONSUMO DE ALCOHOL
Según registros del Servicio Médico Legal, aproximadamente en el 33,5 por ciento de los accidentes de tránsito y en el 50 por ciento de los homicidios es posible determinar una alcoholemia positiva. Una de cada diez muertes se relaciona con la ingesta excesiva de alcohol. Según “Alcohol y Seguridad de Tránsito. Campañas Preventivas”, de la Comisión Nacional de Seguridad de Tránsito, “el alcohol genera un 20% de los fallecidos en Chile (en peatón y conductor). Según datos del Ministerio de Salud, los accidentes de tránsito son la segunda causa de muerte en jóvenes de 15 a 29 años. Estos ocurren principalmente la madrugada de los sábados y domingos. Son la primera causa de muerte en el rango etario de 20 a 44 años”.
Según William Vargas “los prejuicios o costumbres erradas sirven de común justificativo al hábito de beber, de allí su importancia y la necesidad de derribarlos. Debe ser de público conocimiento, por ejemplo, que beber no es muestra de hombría; que el alcohol no aumenta la capacidad de trabajo físico ni intelectual; que no sirve para combatir el frío; que las calorías que proporciona no lo hacen una sustancia nutritiva, tónica ni reconstituyente; que las bebidas alcohólicas no estimulan la producción de leche materna; que no ayudan a la digestión ni aumentan la amistad. Ninguna medida educativa podrá ser efectiva si no existe un cuerpo legal que las respalde y refuerce. Se hace inconcebible, por tanto, que mientras se trata de educar a la población, existan millonarias campañas publicitarias que utilicen pretextos variados para inducir el consumo en la población y, particularmente, en la juventud. Probablemente, no avanzaremos hacia la solución del problema mientras se invite a la ingesta de alcohol de esta forma y se quiera reducir su consumo temprano y problemático en los adolescentes sin antes impedir, por ejemplo, que las bebidas alcohólicas sigan siendo el principal patrocinador de clubes deportivos, campañas solidarias y actividades estivales”.
Especialistas señalan que el alcoholismo tiene un origen biológico, sicológico y social. En nuestro país, una de las demencias más habituales es la alcohólica. Julio Palavicini, profesor de siquiatría de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, dice que “el alcoholismo es una enfermedad grave, tanto por los daños que provoca a los individuos como los que ocasiona en la sociedad”. Recuerda que un estudio de Vial y Fernández, “publicado en 1980, estimó el costo anual de la enfermedad alcohólica en 632 millones de dólares. Existe un porcentaje alto de enfermos que nunca reconocen ser adictos y, por ende, no aceptan tratarse. Otros que se sienten presionados por sus familiares o están en riesgo de ser despedidos de su ocupación, se tratan en forma momentánea, buscando solucionar el conflicto puntual que los agobia. La escasa o nula conciencia de enfermedad en algunos, la activa resistencia íntima a reconocerse alcohólicos en otros, o la actitud pasiva a la espera de que los médicos los mejoren, constituyen graves obstáculos para la recuperación”, dice.
DROGA PREDILECTA DE LOS JOVENES
Según la Organización Panamericana de la Salud, en Chile tres de cada diez personas admitidas en los centros de salud “por cualquier tipo de violencia habían bebido en las horas previas”. Su estudio “Alcohol y Salud Pública en las Américas. Un caso para la acción (2007)”, demostró un alto porcentaje de personas con niveles de alcohol en sangre implicadas en “casos de violencia callejera (39%), seguido por un 20% de personas que habían intentado suicidarse o que habían estado implicadas en violencia doméstica”. Dice que entre los jóvenes, el alcohol es la droga predilecta: “De hecho, los adolescentes utilizan el alcohol con mayor frecuencia e intensidad que todas las demás drogas ilícitas combinadas. Aunque la mayoría de los niños de entre 10 y 14 años aún no han comenzado a beber, la adolescencia temprana es un momento de especial riesgo para comenzar a experimentar con el alcohol. No sólo afecta la mente y el cuerpo, sino que además los adolescentes carecen de las habilidades de criterio y resistencia para manejar el alcohol con prudencia. Como resultado: los accidentes de tránsito relacionados con el alcohol son una importante causa de muerte y discapacidades entre los jóvenes. El uso de alcohol también está relacionado con muertes en la juventud por ahogamiento, incendio, suicidio y homicidio. Los jóvenes que beben tienen más probabilidades que los demás de ser víctimas de delitos violentos, incluyendo violación, asalto a mano armada y robo; problemas de asistencia a la escuela, con las tareas y el comportamiento escolar; cuatro veces más probabilidades de desarrollar dependencia del alcohol (…) Existe una fuerte relación entre el consumo de alcohol y el riesgo de una persona de ser perpetrador o víctima de violencia. La violencia o los maltratos relacionados con el alcohol incluyen violencia en la pareja, maltrato infantil, violencia juvenil, violencia sexual y maltrato y abuso de ancianos”.
Otro estudio que deja mal parado a Chile es el “Informe Anual 2010”, de la Oficina de Naciones Unidas contra las Drogas y el Delito. Somos el país en América Latina con mayor prevalencia de consumo de marihuana y alcohol. En el caso del alcohol, creció fuertemente desde 1994 hasta 2002 -punto más alto de la tendencia-, para estabilizarse posteriormente. La Encuesta Nacional de Salud (2009), cifra el consumo per cápita en 8,8 litros. La Estrategia Nacional de Drogas y Alcohol 2011-2014 reseña que si bien Chile tiene un consumo promedio calificado por estándares internacionales como medio: 8,2 litros de alcohol puro al año por habitante mayor de 15 años, “el patrón de consumo de una proporción significativa lo hace ubicarse entre las naciones con alto grado de riesgos y daños derivados”. Uno de los principales indicadores de riesgo es la experiencia de beber cinco o más tragos en una salida habitual, “la que está presente en el 12% de los escolares entre 8º Básico y 4º Medio, con una progresión muy rápida de 1º Medio (uno de cada trece alumnos) a 3º Medio (uno de cada seis). Considerando a aquellas personas que declaran beber alcohol el último mes, uno de cada ocho personas presenta probable abuso de alcohol, sin embargo, entre las personas de 19 a 35 años el porcentaje se eleva al doble (uno de cada cuatro). A la vez, en la población mayor de 15 años, uno de cada seis ha presentado alguna vez uno o más problemas en los ámbitos de salud, familiar o laboral derivados de su hábito de consumo”. Según el diagnóstico gubernamental 2011-2014, los problemas sanitarios derivados del consumo de drogas y alcohol son múltiples e “impactan no solo en términos del número de personas atendidas en el sistema de salud, sino también en el perfil epidemiológico de los países y en el sistema económico de éstos. En el caso específico del alcohol, existe evidencia que relaciona el consumo problemático con múltiples enfermedades, tales como algunos tipos de cáncer -hígado, esófago y boca-; enfermedad isquémica del corazón; accidentes vasculares hemorrágicos; problemas hepáticos y trastornos mentales; como también accidentes y eventos traumáticos”. Otra investigación, el Estudio de Carga de Enfermedad y Carga Atribuible (2007), mostró que “la dependencia de alcohol -por sí sola- es la cuarta causa de la pérdida de años de vida saludables, y responsable directa del 4% del total de muertes en el país. A su vez, el consumo de alcohol fue responsable de un 12% del total de la carga de enfermedad, doblando al factor de riesgo que lo sigue, la obesidad, con un 6%”. Según dicho estudio, el 32,4% de los delitos perpetrados por adolescentes puede atribuirse a drogas o alcohol, y en el caso de los adultos, esta conexión se eleva a 53,6%: “El alcohol juega un rol preponderante en los delitos violentos (homicidios, lesiones y agresión sexual). Si bien en Chile no se han realizado estudios específicos que relacionen el consumo de bebidas alcohólicas con la violencia intrafamiliar, la OMS ha estudiado la relación entre ambos fenómenos en el mundo y la evidencia encontrada señala que el alcohol incrementa la ocurrencia y la severidad de la violencia dentro de los hogares”
Publicado en “Punto Final”, edición Nº 829, 29 de mayo, 2015 Extraído de rebelion.org
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