La mano invisible

Por Joaquín Hernández Lo que antes era un tanto más velado, hoy es evidente: Adam Smith, siendo una mente brillante en algunos aspectos, resultó ser un idiota en lo más esencial, creer que los intereses individuales de los empresarios resultaban en el bien común. Literalmente, esto lo estamos aprendiendo a fuego, dado que esa “mano invisible” que pareciera sumar los intereses de los capitalistas en pos del desarrollo, está convirtiendo este planeta en una tierra baldía. Este viernes la comuna de Quilpué fue desolada por enormes incendios forestales, los cuales según la Conaf (y de cualquier persona que razone de manera lógica), fueron intencionales. Se trata, según la sabia sospecha popular, de los intereses de las inmobiliarias que buscan convertir dicha comuna del Gran Valparaíso en una ciudad dormitorio a un nivel aun mayor de lo que ya es, y lo peor, se valen de todos los medios imaginables para lograr sus objetivos. Es así, que han prendido fuego en distintos focos y en horarios que no permita el efectivo combate al fuego de este tipo de incendios forestales. Todo hace indicar que estamos frente a una operación deliberada, intencional, planificada cuyo único objetivo es generar ganancias, considerando vidas humanas y animales, destrucción del medio ambiente (y de paso contribuir a la crisis ecológica planetaria) como simples daños colaterales. Pero ojalá solamente se tratase de una excepción, pero la verdad es que las grandes corporaciones llevan décadas destruyendo de manera consciente el planeta sólo con el objetivo de reportar mayores ganancias. Sí, ese mismo planeta en que incluso viven esos magnates y sus familias. Nada parece importarles, la economía va primero incluso que su propio instinto de supervivencia (de la especie y de ellos). En 1981, cuando eran contadas las voces hablando del cambio climático o del calentamiento global, la multinacional petrolera Exxon había realizado estudios que señalaban que su acción era perjudicial no sólo para el medio ambiente, sino para la continuidad del planeta como lo conocemos. Pero en vez de socializar la investigación, la ocultaron y gastaron millones y millones de dólares durante los siguientes 27 años financiando estudios engañosos que refutaran el daño climático de los combustibles fósiles. Las ganancias fueron más importantes que el sentido más común: nuestra permanencia en la Tierra. Por otro lado, este último año ha revelado aún más que las vidas humanas tampoco parecen ser muy importantes frente a la sagrada economía y sus ganancias. Mientras nos aproximamos a una oleada de Covid-19 mucho mayor a la del año pasado, el Estado de Chile, dirigido por el gobierno en funciones de Sebastián Piñera, parece más que nada seguir las indicaciones de las cámaras de comercio, de turismo y de la construcción. No nos engañemos, el permiso de vacaciones no es para el descanso de las y los trabajadores, es para mantener el turismo a flote y sus intereses económicos. Nosotras y nosotros no importamos, importa el PIB, el IPC y, sobre todo, las utilidades de las grandes corporaciones que transan en este largo y angosto país, pues si se quisiese ayudar al micro y pequeño comercio que vive de esta actividad económica, podrían haberse utilizado otro tipo de medidas como una renta básica universal que permita su subsistencia. Pero lo de Quilpué y el incendio forestal impulsado por las inmobiliarias es la muestra más brutal, literal de este sistema que, citando a un infame violador de los Derechos Humanos, “no respeta a nada ni a nadie”. La economía parece ser lo único importante, lo único sagrado, lo único que le importa a esta mano invisible que no es otra que la de la avaricia de las grandes corporaciones y empresarios, capaces de hacer lobby para ocultar sus crímenes ambientales, para promover que el pueblo muera en las urgencias de los hospitales, y para mandar a personas a prender fuego en la nueva inversión estrella de una inmobiliaria, para venderlo en cuotas a familias que terminarán pagando su “casa propia” el 2050, en un planeta ya irreversiblemente arruinado por la “maravillosa” economía. Otro mundo es posible, sin duda, pero no con ellos dirigiendo y tomando las decisiones.   Imagen de Agencia UNO.
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