Por Edmundo Arlt, corresponsal en Berlín
En Alemania se viven momentos cada vez más tensos en relación con la guerra entre Ucrania y Rusia. La razón principal es la emergencia y progresivo fortalecimiento de un movimiento por la paz que aboga por un alto al fuego que desemboque en negociaciones entre las partes. Es también su fin, evitar una escalada que, en el mejor de los casos, signifique una larga guerra de desgaste; que en el peor involucre un ataque nuclear por parte de Rusia o una guerra abierta entre esta última y la OTAN. Sin embargo, existe otra razón importante para el aumento de la tensión: las encuestas señalan que la mayoría de la población alemana comienza a dudar de la línea oficial respecto a la guerra. A modo de ejemplo, la mayoría de los encuestados duda de la capacidad de Ucrania para ganar la guerra reconquistando todo su territorio. Así como también, de que enviarle armas a Ucrania no significa que Alemania sea parte en la guerra. Eso último se suma a encuestas de hace seis meses que señalaban que una mayoría de la población dudaba del efecto de las sanciones.
El movimiento por la paz comenzó en abril del año pasado mediante una carta abierta al canciller socialdemócrata Olaf Scholz durante la intensa discusión sobre si Alemania debía enviar armas. La misiva, firmada por distintas personalidades lideradas por la leyenda feminista Alice Schwarzer, lo catalogaba como una peligrosa escalada, abogando más bien por el intensificar las vías diplomáticas. Sin embargo, esta propuesta fue rápidamente descartada por el establishment político y mediático, sugiriendo incluso su coherencia con los objetivos propagandísticos de Vladimir Putin. Es decir, debilitar la posición del atlantismo mediante el miedo a una tercera guerra mundial. Después de semanas de vacilaciones, el gobierno alemán se alineó con los otros miembros de la OTAN y finalmente envió armas a Ucrania.
No obstante, el debate sobre el despacho de armas volvió a emerger en enero. La remisión de fusiles, municiones y pertrechos no era suficiente. Lo que requería Ucrania eran también tanques, incluso de ataque, no descartándose la futura necesidad de aviones de combate. El escenario de fuertes discusiones y vacilaciones por parte del gobierno volvía a repetirse. En este contexto, Schwarzer logró revivir su carta abierta sumando a distintas personalidades de la ciencia, el arte y la política. Entre los nuevos convocados se encontraban dos personajes que avivaron la polémica. La parlamentaria Sahra Wagenknecht, quien por décadas ha sido la cara más influyente de la izquierda más allá de la socialdemocracia, se incorporó a la campaña en calidad de co-líder por medio de una fuerte participación mediática. Empero, la convocatoria rompió un fuerte tabú al tolerar la inclusión de miembros del partido neofascista Alternativa para Alemania (AfD), en especial del co-presidente del partido Tino Chrupalla. Al día de hoy, la carta ha sido firmada por más de medio millón de personas.
Quienes apoyan un inicio de las negociaciones para terminar con la guerra no se reducen al movimiento mencionado. Otra leyenda alemana, el nonagenario filósofo Jürgen Habermas, publicó un polémico alegato apoyando el inicio de negociaciones. El decano de la Escuela Crítica frankfurtiana se hacía parte de los argumentos relacionados con la riesgosa escalada militar que significaba el envío de armamento cada vez más pesado. Pero, a diferencia de otros análisis, descomponía incisivamente las posiciones a favor de un apoyo incondicional a Ucrania entre quienes deseaban evitar una “derrota” y los que deseaban una “victoria”, posicionándose sutilmente en el lado de los primeros. Una vuelta a la situación previa a la invasión con una agenda de intereses realista sería para Habermas una salida deseable al conflicto.
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El pasado sábado 25 de febrero el movimiento liderado por Schwarzer y Wagenknecht convocó a una marcha por la paz en Berlín. Según la policía berlinesa asistieron 13 mil personas, mientras que la organización señalaba una asistencia de 50 mil. Pero la polémica no sólo se redujo al número de manifestantes. El gobierno de socialdemócratas (SPD), verdes (Bündnis 90/Die Grünen) y neoliberales (FDP) junto al establishment mediático criticaron fuertemente la convocatoria, apuntando a la presencia de grupos neonazis, neofascistas y antivacunas en la marcha, así como de partidarios del gobierno ruso. El Vicecanciller, el verde Robert Habeck, llegó a señalar: “Esto no es la paz, esto es una quimera que se está construyendo, esto es un engaño político a la población”. Fuentes consultadas por este medio señalaron que, si bien era cierto que dichos grupos participaron de la marcha, su presencia fue muy minoritaria.
Las tensiones han escalado a tal nivel que cualquier marco de discusión racional y democrático se ha vuelto sencillamente imposible. Incluso se han logrado estabilizar insultos para referirse a cada bando. Quien no siga la línea oficial es rápidamente tratado de “entendedor-de-Putin” (Putinversteher), mientras que quien se encuentre alineado con los objetivos del atlantismo es tratado de “belicista” (Kriegstreiber). Los primeros serían unos antiestadounidenses nostálgicos de la Unión Soviética, mientras los segundos serían una decrépita copia del belicismo alemán hecho famoso por Prusia e infame por los Nazis.
Pero esta lógica de ascendente intolerancia se ha visto exacerbada por un compromiso irrestricto de la prensa alemana con la línea oficial del atlantismo. Incluso llegando a criticar severamente al canciller Scholz por su pasivo rol en la guerra en comparación a los presidentes Biden y Macron. No obstante, las posiciones más drásticas han sido reservadas para quienes critican la línea oficial, en especial para el movimiento por la paz antes mencionado.
Antes de la marcha en Berlín, Sahra Wagenknecht fue invitada a la popular tertulia televisiva del presentador Markus Lanz. Violando la más sagrada de las reglas de un debate justo, una equitativa representación de las posiciones, la parlamentaria fue confrontada con tres seguidores de la línea oficial. La académica ucraniana Ljudmyla Melnyk, quien defendió la agresiva política por el envío de armas pesadas del entonces embajador de Ucrania en Alemania, Andrij Melnyk. Este último además de insultar directamente al canciller Scholz llamándolo “salchicha ofendida” fue retirado de la escena pública al negar los crímenes de lesa humanidad del héroe nacionalista Stephan Bandera durante la II Guerra Mundial. Hoy es el viceministro de relaciones exteriores de Ucrania. Así mismo, componía también el panel la periodista disidente rusa Marina Owsjannikowa, famosa por interrumpir en marzo de 2022 la transmisión del canal público donde trabajaba con una pancarta contra la hace poco iniciada invasión rusa. Esta acción le costó a Owsjannikowa ser despedida, arrestada y, si bien posteriormente liberada, ser constantemente seguida y amenazada de muerte. Hoy vive su exilio en Alemania. Cerraba el panel el secretario general del gobernante partido socialdemócrata Kevin Kühnert.
Apenas iniciada la conversación, Wagenknecht fue acusada por Melnyk de repetir la propaganda de Putin y por Owsjannikowa de ser pagada por él. Si esto no fuese suficiente, Lanz le cuestionó el nunca haber ido a Ucrania a “hacerse una idea del sufrimiento ucraniano en terreno”. Quien representaba un movimiento de medio millón de personas y que, probablemente, expresaba varias razones compartidas por la población alemana, como la baja probabilidad de una victoria militar ucraniana, fue tratada como una enemiga, una agente extranjera y digna de toda sospecha en un panel de cuatro personas contra una.
Posterior a la marcha, Wagenknecht asistió a otra famosa tertulia política llamada “Duro pero justo” (Hart aber fair). Aunque esta vez no era la única voz crítica con la línea oficial, nuevamente fue tratada de manera hostil. Presente en el panel se encontraba la representante más radical de la línea oficial, la presidenta de la comisión de seguridad del parlamento alemán y parlamentaria neoliberal, Marie-Agnes Strack-Zimmermann. Esta última, quien tiene vínculos con el lobby armamentístico no del todo aclarados, comenzó su intervención abriendo un papel donde habría escrito antiguas declaraciones de Wagenknecht relativas a su escepticismo de una invasión a Ucrania por parte de Rusia, antes del comienzo de las hostilidades. En ese preciso momento, fue interrumpida por el moderador Louis Klamroth, quien le señaló que el programa contaba con un video con una selección de estas declaraciones (min 8: HYPERLINK "https://www1.wdr.de/daserste/hartaberfair/videos/video-frieden-mit-putins-russland-eine-illusion-100.html"00).
Pero la estrategia coordinada de posicionar a Wagenknecht como enemigo y agente extranjera esta vez llegó aún más lejos. La parlamentaria por Die Linke ha señalado que diversas organizaciones internacionales, en especial Naciones Unidas (véase aquí, aquí, aquí y aquí), han señalado que tanto tropas rusas como ucranianas han cometido crímenes de guerra. La comisión de dichos horrendos crímenes, argumentó Wagenknecht, no debería ser un impedimento para iniciar negociaciones. Apenas terminada esta declaración, la discusión fue abruptamente interrumpida por el moderador Klamroth. Acercándose a la parlamentaria, le señaló que no podía permitir que se difundiesen falsedades sobre crímenes de guerra. Era falso, señaló, que ambos bandos hubiesen cometido crímenes de guerra, dando paso a la muestra de un video. En la grabación (min 59:00) una voz se hacía eco de las declaraciones de Pramila Patten, representante de la Secretaria General de Naciones Unidadas sobre violencia sexual en conflictos, en las que acusaba a tropas rusas de utilizar la violencia sexual como un arma de guerra. En la lógica del moderador, Wagenknecht distribuía información falsa pues no existía ninguna acusación equivalente contra el ejército ucraniano.
El Canal WDR hizo mención posteriormente de la discusión en su noticiario. El extracto de Youtube se titula "Sahra Wagenknecht: las declaraciones sobre las violaciones en la guerra de Ucrania provocan críticas". El video se estructura en tres partes. La primera muestra las reacciones y condenas de distintos personeros políticos, también del partido de Wagenknecht. La segunda, en vez de mostrar el argumento de la parlamentaria (“ambos lados cometen este tipo de crímenes”), se decanta por un relato de una voz en off que finaliza señalando “según Naciones Unidas sólo habría acusaciones de violaciones por parte de las tropas rusas”. Finalmente, recuerdan que hace más de veinte años en una discusión interna del partido Die Linke, Wagenknecht se habría negado a condenar la invasión soviética de Praga.
El problema no se reduce meramente a que los medios de comunicación concertadamente ataquen a las líderes de un movimiento que articula, hasta cierto punto, la opinión política de la mayoría de la población. Tampoco a que para ello acudan a torcer la lógica más elemental: es absolutamente probable que un ejército invasor ponga en práctica crímenes de guerra de carácter sexual, siendo absolutamente improbable que el ejército defensor los ponga en práctica contra su propia población. El problema, más bien, es cuando la prensa profesional alemana, financiada con un impuesto específico obligatorio, derechamente tuerce la verdad. Es falso que sólo las tropas rusas hayan sido acusadas de crímenes de guerra de carácter sexual. En reportes del año 2016 y 2017, el mismo Alto Comisionado para los Derechos Humanos de Naciones Unidas registraba distintos crímenes de guerra ocurridos en la guerra civil acaecida en las regiones orientales de Ucrania entre el gobierno ucraniano y separatistas apoyados por rusia. Estas acusaciones incluyen de crímenes de guerra de carácter sexual por parte de las tropas ucranianas. Baste también recordar la acusación de Amnesty International relativa al uso de la población civil como escudo humano por parte del ejército ucraniano. Hasta ahora ningún informe riguroso ha desmentido esta acusación. Por el contrario, a la prensa occidental le bastó con que el presidente ucraniano Zelensky tratara la acusación de "intento de amnistiar al Estado terrorista y de trasladar la culpa del agresor a la víctima de la agresión".
Pero la raíz del problema, como acertadamente ha señalado Stephen Kinzer, es el rol de la prensa en esta guerra. En ninguna guerra contemporánea que haya involucrado al atlantismo, fuese Vietnam, Afganistán, Irak o Siria, la prensa oficial había cumplido tan agresivamente un rol de relaciones públicas del poder. Siempre era posible encontrar voces críticas, aunque fueran muy minoritarias.
Mientras los gobiernos autoritarios, como el de Putin, silencian la disidencia mediante el derecho penal, en las democracias liberal-burguesas como la alemana, la prensa distorsiona, tergiversa, acosa y persigue a las posiciones críticas de la línea oficial, haciendo imposible el debate racional y democrático, incluso bajo los limitados marcos liberal-burgueses. Vivimos en un estado de cosas cercano a un descafeinado mccarthismo. Varias columnas serían necesarias para aclarar cada mentira, cada tergiversación, cada media verdad, cada atentado a la confrontación racional y democrática de ideas.
A quien quiera identificar aquí una simpatía por el régimen autoritario de ultraderecha de Putin, me basta con señalarle que el fin de esta columna es apuntar a un peligro cada vez más amenazante en el país teutón. Este peligro se relaciona con la progresiva pérdida de la función de la prensa de informar de manera compleja sobre todas las posiciones. De continuar este proceso es posible que un ya bajo nivel de confianza en la prensa (47%) se desplome en beneficio de medios cercanos al neofascismo. Es especialmente peligroso que la población recurra a estos medios en temas específicos ante el pluralismo limitado y la persecución de las líneas críticas realizada por la prensa oficial.
*Imagen captura de pantalla de video: https://www.zdf.de/nachrichten/heute-sendungen/videos/friedenskundgebung-wagenknecht-schwarzer-berlin-video-100.html
https://www.youtube.com/watch?v=xfrCZqceMu0&ab_channel=ResumenTV