La poesía es sólo una arista del despliegue creativo de Enrique Lihn. Ensayista, dramaturgo, dibujante, “humorista” y novelista. Tres son los textos narrativos del autor: “Batman en Chile” (1973), “La orquesta de Cristal” (1976) y “El arte de la palabra” (1978) las tres publicadas en el extranjero, las dos primeras en Argentina y la tercera en España. Dos han tenido re –ediciones. Material de difícil acceso, sin embargo, hemos encontrado “La orquesta de Cristal” que tiene su primera edición en Hueders, editorial chilena, en noviembre de 2013. Es un libro blanco del que emergen las letras del autor y el título destacados en un triangulo, igual blanco y alrededor un tejido plateado. El prólogo de Roberto Merino, poeta músico y crítico, enfatiza en la idea fantasma que rodea esta novela, mucho tiempo extraviada hasta que con aportes del Fondo del Libro, esta primera edición, al alcance del público, ve la luz de una vitrina. Merino relata que el poeta Rodrigo Lira estuvo a cargo de las correcciones en 1981: “reconceptualizado por la activa mente editorial de Lira”. “La orquesta de cristal” es una novela que se instala como un islote solitario en medio del mar narrativo chileno, señala Merino. Su lectura implica un ejercicio interesantísimo, aunque bien, el lector puede estrellarse estrepitosamente ante el cristal narrativo que con genial maestría Lihn desborda.
El discurso a veces enrevesado, fragmentado y estéticamente cristalizado de la novela, se compone, además, de 63 notas que acompañan al texto central y que constituyen la novela en conjunto y a la vez parcelada. Esto significa que las notas bien pueden leerse como un texto separado de la historia central. “La orquesta de cristal” se articula en base a la reconstitución de las escenas que animaron a la conformación de tan particular grupo de instrumentos “excentricidades del capital” llevadas a cabo por Mrs. Royce, el filántropo multimillonario que la financia. La entonación del primer acorde de la sinfonía del “Amor Absoluto” de Roland Glatigny, es en sí mismo un espectáculo estremecedor.
El narrador, reconoce la inutilidad de la orquesta, pero la anécdota puede más. Diversos temas y personajes se suman a las circunstancias narrativas, donde aparece incluso un pariente de Franz Kafka entre los músicos. Entre tanto, Roberto Albornoz, musicólogo chileno intenta hilar la historia de The Crystal Orchestra. Se cruzan la música, la poesía, la pintura, la filosofía y política, con el único objeto de desentrañar lo indesentrañable.
Lihn compone una novela cuyo trasfondo es una parodia irónica al discurso crítico literario: “La erudición no es más, las más veces, que el resultado de una información deficiente sobrecompensada por ese exceso de lectura inmediata que ofrecen los llamados breviarios o manuales de toda especie. El verdadero erudito, como los icebergs que sobresalen del agua aproximadamente en su séptima parte, deja de ver el mínimo o lo estrictamente necesario de su información, pero ella remite, de modo implícitamente coherente, a la enorme masa que no necesita explicitarse. Puede, pues, pasar incluso inadvertido como erudito” (168). Las notas que acompañan la novela revelan el fracaso de lo absurdo, la vacuidad del discurso que quiere imponer una interpretación. Hacia el final, la nota 61 anuncia “¡Basta!”. La orquesta de Cristal de Enrique Lihn es un texto que desborda al lector en tremendas ramificaciones de su argumento que se prolongan, se aceleran y desaceleran poniéndonos en conflicto. Aún así, la estructura de la novela radica en la novedad y originalidad con la que se exponen las vicisitudes de una orquesta cuya transparencia es una “poesía absoluta”.