El categórico resultado electoral del plebiscito no admite dudas ni confusiones. El 25 de octubre del 2019, una semana después del inicio del Estallido, se produjo la movilización y manifestación social más grande de la historia nacional; un año después de esa fecha se produce la demostración ciudadana más grande de los últimos 30 años. La masividad de la concurrencia al acto plebiscitario marca un porcentaje de participación electoral como no se registraba en ninguno de los procesos recientes. El contundente 78% de las preferencias que define el triunfo del Apruebo significa que el pueblo chileno da por muerta la constitución impuesta por la dictadura en 1980.
Un año más tarde del comienzo de la gran protesta social de octubre del año pasado, este plebiscito marca el inicio de un nuevo camino hacia la construcción de un país mejor. La cruenta represión lanzada por el Gobierno en contra de la población movilizada no bastó para acabar con la determinación y decisión ciudadana forjada en las luchas y manifestaciones en las calles del país; a los gobernantes y poderosos tampoco le rindieron los frutos que buscaban con las diversas maniobras distractoras y coercitivas que han intentado para montarse sobre las motivaciones de las masas sublevadas.
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Sin embargo, asumiendo que este plebiscito no hubiese sido posible sin el Estallido Social, este decisivo triunfo electoral del pueblo obliga a rendir tributo por su sacrificio a aquellas personas que fueron asesinadas por la represión gubernamental, a aquellos que han debido pagar un alto costo en sus vidas sufriendo mutilaciones y pérdidas oculares producto de la descontrolada acción policial y uniformada. Es también un saludo para aquellas personas partícipes de la protesta social que sufren aún la prisión y otros flagelos causados por la insalubre persecución policial y judicial de un sistema presto a proteger el poder y los privilegios de los opresores. Las decenas de personas presas por luchar es una más de las vergüenzas que debe cargar este gobierno y su sistema de oprobio.
Hace un año, declaró el deceso de la nefasta constitución impuesta por la dictadura y hoy dio un paso más en este camino. Ello conduce, inevitablemente, a rendir homenaje también a aquellos luchadores populares que ofrendaron su vida en la lucha de Resistencia contra el criminal régimen militar; las víctimas caídas, las personas detenidas desaparecidas, los familiares de todas ellas, los y las sobrevivientes, es mucho dolor y sufrimiento de víctimas de la dictadura que en alguna medida humana se ve mitigado por lo que significa y representa esta victoria electoral. Aquellas y aquellos que en los años ochenta se sublevaron en las calles para forzar el derrocamiento del régimen o lograr su término, y luego vieron como su esfuerzo era esquilmado por unos rateros de la política servil al poder, también ven hoy que se ha dado un paso en la dirección originaria.
Fue en las luchas y protestas contra la dictadura que surgió la necesidad y el clamor por una Asamblea Constituyente como camino de salida y solución democrática para derribar primero y suceder después al régimen dictatorial. Ese objetivo fue secuestrado por la clase política de entonces que sigue siendo la misma hasta ahora, con mínimos cambios de rostros pero con la misma esencia. Las luchas del Estallido volvieron a poner en primera línea esta exigencia popular y democrática; y de nuevo está siendo ignorada por aquellos que debieran estar al servicio de la voluntad democrática del pueblo pero demuestran estar sólo al servicio de los mandatos del gran empresariado y de sus propios mezquinos intereses.
Ante la ausencia en este acto plebiscitario de la opción Asamblea Constituyente, negada por esa clase política institucional, el triunfo de la opción Convención Constitucional significa que la ciudadanía opta por la elección de los delegados para que elaboren la nueva constitución, pero ello no significa que el pueblo haya renunciado a un proceso democrático, soberano, paritario, representativo de los pueblos originarios y participativo de toda la ciudadanía. El también contundente resultado por la opción Constitucional, con casi un 80% de las preferencias, en desmedro de la opción Mixta que daba un papel determinante al actual Congreso, es un voto de repudio a esa clase política corrupta y descompuesta.
Esto resultados son algo más que un dato. Es un reflejo de desprecio a un sistema de dominación y la demostración de una exigencia de participación política democrática, que se ve reforzada y fortalecida por este contundente resultado plebiscitario. El Ejecutivo, el Poder Legislativo, el gran empresariado, debiesen entender el mensaje inequívoco que representa esta expresión de voluntad del pueblo. Basta de abusos, atropellos, desigualdad, discriminación, segregación, represiones, maquinaciones, montajes. Basta de impunidad para los criminales, para los represores, para los pudientes ligados al poder político y económico. Basta de gatopardismo.
La juventud es la que ha sostenido el peso de la movilización social y ha expuesto su bienestar en pos de conseguir un futuro mejor para sus mayores y para el pueblo. Esos y esas jóvenes estudiantes, pobladores, cesantes, trabajadores, empleados, comerciantes, todos y todas aquellas que son parte esencial de nuestra realidad nacional y de nuestro futuro no pueden ser dejados al margen por una engreída y apática clase política que no se toma la molestia de mirar y de conocer el país real para el que se supone deben definir políticas y leyes. No sólo existe esa juventud para dictar leyes represivas, coercitivas y punitivas en su contra, no sólo existe para que se burlen de ellas y ellos, es la hora de abrir los ojos y hacerle sentido a la palabra democracia.
Los inmigrantes no son mano de obra barata y fuerza laboral esclava. Esas personas y sus familias son parte de nuestra realidad social y humana; es hora de abrir los ojos y hacer sentido a la palabra integración y humanismo. Así como los chilenos y chilenas que viven en el exterior, la mayor parte de ellos producto o herederos del extrañamiento generado por la dictadura y su régimen de exterminio, exigen ser parte activa de la realidad del Chile de hoy y del futuro.
Este triunfo plebiscitario del pueblo es solamente el comienzo de un proceso de luchas por lograr que el proceso constituyente se convierta efectivamente en uno democrático e integrador pero, además, por lograr que los contenidos y valores que la nueva constitución representen el sentir de las demandas y necesidades que ha formulado el pueblo chileno en las calles y en todos los espacios donde ha podido hacer su oír su voz. Este resultado electoral es una forma más de hacerse oír y hacerse ver.
El pueblo, la ciudadanía debiese ahora empoderarse de los contenidos e ideas que deben ser recogidas en una nueva Carta Magna. Ese camino es el que comienza y hay que hacerlo a partir de los senderos ya recorridos por la experiencia de lucha y aprendizaje. Por su parte, los dueños del poder deben entender que el país y sus ciudadanos ya están hartos de su modelo y su sistema despótico y anti democrático.
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