Han pasado cinco décadas desde que los principales medios chilenos se convirtieron en instrumentos clave para uno de los engaños más elaborados de la dictadura: la Operación Colombo. Detrás de esta farsa macabra -destinada a encubrir la desaparición de 119 opositores- existió una maquinaria de desinformación cuidadosamente orquestada por Álvaro Puga Cappa, jefe de Operaciones Psicológicas de la DINA, quien paradójicamente escribía columnas en La Segunda bajo el seudónimo «Alexis».
Por Cristián F.*
El modus operandi fue escalofriantemente metódico. Todo comenzó con el montaje del cuerpo del ingeniero David Silberman en Buenos Aires en abril de 1975, un «ensayo general» de lo que vendría. Para julio, cuando la ONU preparaba una visita para investigar violaciones a los DDHH, la DINA activó su maquinaria: aparecieron cuerpos calcinados en Argentina con leyendas falsas, revistas marginales publicaron listas de «extremistas eliminados», y la prensa chilena se apresuró a amplificar estas mentiras sin el más mínimo espíritu crítico.
El Mercurio, La Segunda y La Tercera compitieron en creatividad macabra: «Exterminados como ratones» (La Segunda, 24/7/75), «El MIR ha asesinado a 60 de sus hombres» (La Tercera, 23/7), «Sangrienta vendetta interna hay en el MIR» (Las Últimas Noticias, 16/7). La página editorial de El Mercurio del 23 de julio llegó al cinismo de afirmar que estos crímenes ficticios demostraban cómo «los violentos acaban por caer víctimas del terror que provocan».
Lo grave es que estos medios tenían cómo verificar la falsedad de estas informaciones. La propia revista Time y el New York Times desmintieron los supuestos enfrentamientos. Familiares viajaron a Argentina y comprobaron que los cuerpos no eran de sus seres queridos. Pero la prensa chilena optó por ser cómplice activa, transformándose en lo que el Colegio de Periodistas determinaría años después como un caso paradigmático de violación ética.
Hoy, cuando recordamos este oscuro capítulo, no basta con señalar la complicidad pasiva. Estos medios fueron parte activa del aparato represivo, recibiendo información directamente de la DINA y elaborando narrativas que buscaban no solo encubrir crímenes, sino dañar irreversiblemente la imagen de las víctimas.
A 50 años de la Operación Colombo, el desafío sigue siendo construir una prensa que no se preste a ser instrumento del poder, que cuestione las versiones oficiales y que, sobre todo, esté del lado de la verdad y la justicia. La memoria de los 119 nos lo exige.
Por un periodismo que denuncie, no encubra
*Director de Comunicaciones
Fundación Miguel Enríquez (FME)
Invierno de 2025