La primavera palestina

Durante todos estos meses de la llamada “primavera árabe”, la lucha del pueblo palestino parece haber estado condenada al ostracismo mediático, algo que tampoco es nuevo. Y estos días, cuando la primavera está nuevamente a las puertas, la actualidad nos muestra la imagen más cruda que soporta desde hace años Palestina. No han sido las huelgas de hambre de sus presos políticos, o el acuerdo alcanzado entre Hamas y la OLP para la celebración de elecciones, en esta ocasión nos hemos vuelto a encontrar con los ataques de Israel contra la población de Gaza.

En torno a esos acontecimientos se han sucedido diferentes interpretaciones, desde las que apuntan a que todo obedece a un plan minuciosamente preparado desde Tel Aviv, hasta los que apoyándose en ciertas teorías conspirativas apuestan por dejar entrever una supuesta mano del “enemigo número uno”, Irán. Lo cierto es que todo lo que acontece en Palestina no es fruto de la casualidad, y por regla general, la suma de una serie de factores o acontecimientos suele ser la explicación de los acontecimientos, tanto ahora como en el pasado.

La reciente visita de Benjamin Netanyahu a Washington, donde se ha reunido con Obama y con el poderoso Comité de Asuntos Público Estados Unidos- Israel (AIPAC) ha supuesto un fracaso relativo, tanto para las expectativas del propio dirigente israelí como para los sectores más conservadores de su país. La mayoría de análisis han coincidido en señalar que no ha logrado el apoyo solicitado para que EEUU se sume a un ataque militar contra Irán, lo que según algunas fuentes supone una derrota para Netanyahu.

El presidente de EEUU es consciente de que la actual campaña electoral es su prioridad absoluta, y no ve con buenos ojos una agresión militar abierta contra Irán, por ello su estrategia ha sido la de ganar tiempo. Y aquí podemos ver la otra cara de la moneda de esas reuniones, donde los dirigentes israelíes sí que han sabido sacar tajada de sus presiones. EEUU ha vuelto a llenar las arcas de Israel con generosas aportaciones económicas, al tiempo que les ha dotado de tecnología militar y de las armas necesarias para un hipotético ataque contra Irán, pero con la condición de que no se llevará a cabo ningún ataque antes del 2013, toda una paradoja y una muestra más del cinismo de esas relaciones. Como señala un analista local, “los llamados estados-clientes (caso de Israel con EEUU) cogen de sus benefactores todo menos los consejos”.

Tampoco parece que Obama ha salido bien parado de esos encuentros. El equipo de colaboradores, muchos de ellos alineados con los sectores neoconservadores y con los llamados halcones de la política exterior, no han dudado en lanzar serias críticas contra el mandatario norteamericano. También se han unido a esas críticas los sectores más reaccionarios de Israel, que de la noche a la mañana han olvidado que el propio Obama ha mantenido desde el comienzo de su mandato una estrecha colaboración con el AIPAC, que ha evitado cualquier resolución de Naciones Unidas contra Israel, utilizando el veto, y que ha seguido dotando a ese país de una gran ayuda militar.

Los bombardeos de estos días sobre Gaza tampoco ha seguido el guión que algunos nos presentan. Es más, lejos de ser una respuesta puntual a los ataques con cohetes de algunos grupos palestinos, podría obedecer a un plan diseñado hace meses. No es casualidad que desde febrero, importantes políticos israelíes anunciaban la posibilidad de un ataque masivo contra Israel, a través del lanzamiento de cohetes desde Gaza, Líbano o Irán, creando una opinión pública favorable a cualquier ataque “preventivo”, al tiempo que asustan o atemorizan a su propia población.

El primer ataque de Israel se ha dirigido contra el dirigente de los Comités de Resistencia Popular, Zuhair Qasis, que desde hace semanas había sido advertido por los servicios egipcios de la posibilidad de un ataque israelí contra él. Tel Aviv sabía que su muerte iba a provocar una respuesta de los propios Comités y de otros grupos como la Jihad Islámica.

Con este ataque Israel busca enfrentar a Hamas con las otras organizaciones palestinas, obligándole a actuar contre ellas sino quiere que los ataques se centren también contra sus militantes y alimentando nuevas contradicciones dentro del propio grupo palestino. Al mismo tiempo los militares sionistas deseaban probar la fiabilidad del sistema de baterías de defensa llamado “Cúpula de Hierro”, que ha logrado derribar la mayor parte de los cohetes antes de llegar a sus objetivos.

Tampoco podía faltar en este escenario el recurso a Irán. Desde hace tiempo son cada vez más las voces que denuncian que los dirigentes sionistas están utilizando el tema y la supuesta amenaza de Irán para ocultar los verdaderos problemas que afectan a la actual sociedad israelí. En ese sentido desde el principio de esta crisis desde el gobierno israelí se ha querido ver la mano de Teherán detrás de estos ataques. Para ello ha intentado aprovechar algunos movimientos de Hamas (el cambio de su sede de Damasco, o unas supuestas declaraciones de algunos de sus dirigentes anunciando su negativa a apoyar a Irán en caso de una agresión militar de Israel, algo que posteriormente ha sido negado), así como el supuesto apoyo que históricamente ha proporcionado Irán a organizaciones como la Jihad islámica.

Las supuestas amenazas externas sobre Israel tienen más que ver con las transformaciones de estos meses en los países vecinos, y con la configuración de una nueva realidad en la región. A ello se suma el decreciente interés de EEUU por la zona, más interesado por su nueva estrategia en torno al Pacífico y Asia (para contrarrestar el auge de China).

Pero como dicen algunos analistas, los verdaderos problemas los tiene el estado israelí dentro de sus propias fronteras. El cambio demográfico, con un aumento considerable de la población palestina; las desigualdades sociales y económicas entre la población judía; y sobre todo las denuncias cada vez más habituales sobre la vulneración de los Derechos Humanos de la población palestina de los territorios ocupados, de los ciudadanos árabes dentro de Israel (tratados como ciudadanos de segunda categoría).

A todo ello se une el creciente aumento de posturas fundamentalistas de grupos ultraortodoxos que atacan a chicas estudiantes por su forma de vestir, que solicitan que las mujeres sólo puedan ocupar las partes traseras de los autobuses públicos, y que no puedan participar en cargos institucionales (“porque el marido representa la opinión de la familia”), o declaraciones como “los soldados prefieren afrontar un pelotón de ejecución antes que estar en eventos con mujeres cantando” o alabanzas de elementos como Baruch Goldstein (que en 1994 mató a 29 palestinos en Hebrón) y al que un importante rabino ha calificado como “más santo que todos los mártires del Holocausto”.

Palestina sigue afrontando la dejadez de la mal llamada comunidad internacional, los ataques de Israel y las duras condiciones que esa coyuntura supone para su supervivencia como personas y como pueblo. Tampoco Israel está exento de contradicciones y tensiones, con fuertes discrepancias entre los sectores más reaccionarios y algunos posibilistas.

De todas formas en todo este entramado los dirigentes sionistas deberían ser conscientes de que iniciar un conflicto es sencillo, y que lo complicado es ponerle fin. O como ha recordado un militante libanés, “Israel puede comenzar otra guerra…pero no sabe las consecuencias de la misma, y sobre todo si podrá controlar las mismas”.

Txente Rekondo.- Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN)

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