Por Francisca Fernández Droguett, Integrante del Movimiento por el Agua y los Territorios - MAT
A dos años de la Revuelta la seguimos habitando, sin duda desde diversas y múltiples contradicciones, aciertos, logros, decepciones e ilusiones. La subversión del orden siempre ha gatillado complejas vivencias y es por lo mismo que es fundamental analizar las rutas transitadas.
Somos parte de diversos pueblos en resistencia permanente contra la cotidianidad neoliberal, entendiendo que “la normalidad era el problema”, esa normalidad que nos despoja cuerpos y territorios, que lo privatiza todo, y en que siempre la institucionalización de procesos de movilización social corre el riesgo de su neutralización al mismo tiempo que incide en cambios que, si bien no son estructurales, sí pueden llegar a ser relevantes.
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Nuestro horizonte ha sido y sigue siendo una asamblea constituyente plurinacional, feminista y socioambiental, concibiendo la plurinacionalidad desde los territorios y en diálogo con la autodeterminación de los pueblos, un feminismo popular, comunitario, campesino, en lucha contra toda forma de opresión y precarización de la vida, y por la defensa de las aguas y los territorios desde un crítica profunda al extractivismo.
Queremos cambiarlo todo, no a la medida de lo posible, como nos han impuesto en estas décadas de post-dictadura, sino a la medida de nuestros sueños y otros mundos posibles, y en eso estamos, intentando desde diversos ámbitos de acción.
Hoy no conmemoramos dos años de Revuelta, seguimos pulsando por la dignidad anhelada, por la libertad de las y los presos políticos, por justicia, reparación y no repetición, por dar fin a la violación de los derechos humanos y de la naturaleza, en un contexto de impunidad, violencia estatal, militarización de Wallmapu, criminalización de la protesta y de las y los migrantes, feminicidios y crímenes de odio.
Nuestra lucha es permanente y se sostiene desde la organización de asambleas territoriales, ollas comunes, redes de abastecimiento popular, pero también desde la consolidación de redes de cariño y apoyo mutuo, a partir de la complicidad de ternuras.
La Revuelta es plural, diversa, urbana y rural, y sin duda feminista, siendo producto tanto de la rabia contenida y el malestar como de diversos procesos de organización popular, donde un feminismo de los pueblos anclado en las memorias de nuestras ancestras, de lucha de niñas, mujeres y disidencias sexo-genéricas contra la dictadura cívico-militar, en post-dictadura, ha sido la forma en que organizadas o re-sueltas hemos reivindicado como nuestro feminismo “con los pies en la tierra”, en que la resistencia y construcción comunitaria es lo que nos sostiene.
Hace décadas que hitos como la conmemoración del día Internacional de la Mujer el 8 de marzo, el día de Acción Global por la Despenalización y Legalización del Aborto el 28 de septiembre y el día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer el 25 de noviembre, han constituido espacios masivos de movilización y transversalización del feminismo, así como también la articulación de colectividades desde diversos feminismos (autónomo, popular, lesbofeminismo, eco-feminismo, mapuche feminismo, entre otros).
Nuestras memorias habitan cada rincón de la Revuelta, siendo uno de los mayores desafíos sostener nuestra mirada crítica y rupturista del patriarcado, el colonialismo, el racismo y el capitalismo, y no perdernos en esa senda.
¡Arriba las, los y les que luchan!