La tormenta sistémica ya está aquí

Por Raúl Zibechi / jornada.unam.mx El Gran São Paulo tiene 22 millones de habitantes, distribuidos en 39 municipios. Es la mayor ciudad de América Latina y una de las más pobladas del mundo. El verano pasado los reservorios de agua que la abastecen cayeron a mínimos históricos de 5 por ciento de su capacidad. Hubo cortes de agua en algunas regiones y restricciones en otras. La región vive lo que los especialistas denominan un “ciclo de escasez de agua que puede durar 20 o 30 años”, algo bien diferente a una sequía puntual, como era habitual en otros periodos históricos en que no existía lo que conocemos como cambio climático (Opera Mundi, 6 de mayo de 2015). Lo que indican estos datos es que con casi total certeza en algún momento de los próximos años habrá un drástico corte de agua en una de las megaciudades del mundo, a pesar incluso de las obras que el gobierno estatal está realizando a las apuradas, antes que comience un nuevo verano. Ante una situación tan grave como esta, el Comando Militar del Sureste se viene movilizando, realiza debates y operaciones militares. No para proveer agua a la población, sino para prevenir el caos social ante un posible corte de agua, ya que consideran la sequía como un caso de seguridad pública. El 27 de mayo un comando de entre 70 y 100 militares armados con ametralladoras ocupó las dependencias de la compañía Sabesp (Saneamento Básico de São Paulo), previendo “una eventual necesidad de ocupación en caso de crisis”, según el comunicado del ejército (El País, 27 de mayo de 2015). Toda el área del complejo de la empresa “es considerada estratégica y la acción forma parte de las actividades militares preventivas para la preservación del orden público y protección de las personas y del patrimonio”, sigue el comunicado. Un mes antes, el 28 de abril, el Comando Militar organizó un debate destinado a un público de oficiales, soldados y “profesores universitarios simpatizantes de los militares”, en cuya mesa estaba el director de Sabesp, una delegada de la Federación de Industrias de São Paulo, un profesor de ingeniería y el jefe militar del sureste. El objetivo era trazar un panorama técnico, político y social sobre la crisis hídrica. La crónica señala que la posibilidad de un corte de agua “provoca escalofríos en la cervical del establishment del estado”, que los militares consideran que la población ideal de la ciudad debería ser de sólo 4 millones y que el conglomerado urbano puede quedarse sin agua a partir de julio de este año. El director de Sabesp, Paulo Massato, fue muy claro al considerar las consecuencias sociales: “Será el terror. No habrá alimentación ni energía eléctrica. Será un escenario de fin del mundo. Son millones de personas y estallará el caos social. No será sólo un problema de desabastecimiento de agua. Será mucho más serio que eso” (Opera Mundi, 6 de mayo de 2015). Pero el que dio el campanazo fue el general João Camilo Pires de Campos, el comandante militar del sureste, quien citó al ex presidente de la dictadura militar Ernesto Geisel (1974-1979): “En época de vacas flacas es necesario atar el ternero”. Para ellos, el ternero somos los sectores populares, como vemos. Las revistas militares abordaron también el tema. Una de las más importantes destaca que en noviembre pasado la tensión era tan grande que “la policía militar está llevando los camiones pipa con escolta hacia algunos puntos de la ciudad, sobre todo en la periferia, porque sectores populares apoyados por milicias están atacando los camiones de abastecimiento para saquear el agua” (Defesanet, 30 de noviembre de 2014). Citando a cientistas sociales, Defesanet asegura que “grandes cambios fueron precedidos por alteraciones climáticas como la historia nos muestra en la Revolución Francesa”, a la vez que asegura que São Paulo “muestra que las convulsiones sociales son una constante en las grandes ciudades”. Pero uno de los hechos más sintomáticos que revela la publicación es que desde octubre del año pasado, cuando la sequía hacía temer cortes de agua, el gobierno estaba enviando militares para cursos con la SWAT (Special Weapons and Tactics), policía militar especializada en manifestaciones en Estados Unidos. Y agrega que existe la posibilidad “de grandes flujos migratorios hacia regiones donde aún existe agua (…) lo que llevaría al agotamiento de los recursos naturales, con gravísimos conflictos sobre el agua y la tierra, incluyendo la propiedad privada” (Defesanet, 27 de mayo de 2015). Finalmente, la revista alerta que la crisis hídrica puede provocar insurrecciones, “levantamientos sociales graves” y hasta revoluciones armadas que podrían extenderse a todo el estado de São Paulo y a estados vecinos como Río de Janeiro y Minas Gerais, donde viven 100 millones de personas. Hasta ahí el relato periodístico sobre el pensamiento de los militares y de la burocracia estatal. Sólo cabe agregar que en plena crisis, Sabesp difundió una lista de 537 clientes privilegiados que pagan menos cuanto más agua consumen (industrias, shoppings, redes como Mc Donald’s), que en su conjunto consumen 3 por ciento del agua de la ciudad y tienen descuentos de 75 por ciento. Ellos consumen “el equivalente al agua utilizada por 115 mil familias y fueron los mayores responsables por el aumento de 5.4 por ciento del consumo anual de agua” (El País, 10 de marzo de 2015). Lo anterior muestra dos cuestiones. Una, que “ellos” están preparados para una situación muy grave, que tienen previstas acciones militares y políticas para salir adelante en medio de un caos tremendo como sería la falta de agua. Dos, que el acceso al agua es insultantemente desigual: desde 2005 el agua disponible para “grandes clientes” aumentó 92 veces en São Paulo. ¿Qué vamos a hacer? Es la pregunta que nos formuló el subcomandante insurgente Moisés durante el semillero El pensamiento crítico frente a la hidra capitalista. Es necesario que los movimientos tomen en serio este tipo de debates, en vez de plegarse a las agendas electorales, ya que es ahora cuando podemos hacer algo para cambiar el mundo.
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