En un recorrido por el Wallmapu se ve y se siente el cansancio, la angustia y la rabia de la gente que está siendo víctima de la violencia estructural del Estado que de múltiples formas se materializa contra las familias y comunidades mapuche. Lamentablemente, de esta violencia no hablan los medios de comunicación tradicionales, que más bien se empeñan de catalogar a los mapuche de violentos, mientras tanto, el gobierno, la policía, el APRA, los mamvl weñefe (ladrones de madera) y los dueños de los grandes Medios de Comunicación se benefician de la violencia, llenando sus bolsillos con la explotación de la naturaleza y consiguiendo sus objetivos políticos a partir del conflicto porque la quema y los incendios les aporta beneficios económicos y políticos.
Por Elisa Loncon (*) / resumen.cl
El gobierno en el Wallmapu persigue a los mapuche, los encarcela y les califica de terroristas sin respetar la presunción de inocencia, hay personas que han pasado años encarceladas sin pruebas y sin haber cometido los delitos de que se les acusa. Por otro lado, rara vez los medios informan sobre los verdaderos actores de la violencia, cuánta presión social costó para que se hablara del montaje de la muerte del Lamgen Camilo Catrillanca. El APRA, el Comando Trizano a menudo amenazan a los mapuche y vociferan estar armados pero no se les investiga; tampoco se ha desbaratado ni se investigan las bandas del comercio ilegal de la madera. Los carabineros por ejercer en la zona reciben bono adicional a sus sueldos, por cuanto le es rentable mantener el conflicto más que solucionarlo, mientras mantienen la zona militarizada. Los ciudadanos poco sabemos del costo que tiene la militarización en armas, gases, vigilancia y demás, cuántas otras empresas se benefician del conflicto.
Pero la violencia estatal es todavía más profunda contra los mapuche si consideramos la pobreza, la imposición lingüística cultural de la cultura y lengua dominante y si a esta le sumamos la violencia contra el ecosistema que afecta la vida y la medicina de los mapuche.
Hemos escuchado a comunidades a orilla del río Cautín en Labranza que han sido acorraladas por las inmobiliarias y particulares para construir villas; la familias han sido presionadas por arriendos de sus tierra por 99 años, quedando sus espacios comunitarios el medio de la zona urbanas; y como si fuera poco, su cultura ha sido denostada por los pobladores urbanos que ni siquiera han permitido la construcción una ruka pedagógica en la escuela por considerarla primitiva.
En la península de Likanray se presionan a las comunidades mapuche para convertir la península en el lugar para los desechos del pueblo inundando sus espacios sagrados; aunque no lo han conseguido persiste el interés institucional estatal de llevar a cabo el proyecto y la gente se mantiene alerta para impedirlo; sienten que no hay protección de sus derechos y están a la expensa se las avaricias de las empresas y los políticos. La península es parte de su entorno cultural y turístico del cual viven y alimentan a sus familias.
Por otro lado, en Malleco, Arauco y demás el monocultivo de pino y eucaliptus ha dañado profundamente los ecosistemas de las comunidades matando la biodiversidad, las tierras quedan secas, improductivas por la falta de agua y la acidificación; imposible practicar allí la economías de subsistencia con la que el pueblo mapuche ha sobrevivido; cuando no estaban las forestales la gente podía sembrar sus chacras, tener sus huertas, o recoger frutos silvestres en la montaña, avellanas, lleuque, coulle; murta, maqui. En la época de los hongos, recoger gargales, changle, legor y otros, importantes recursos alimenticios que aportan minerales y proteínas, pero hoy son cada vez más escasos. Las empresas madereras junto con dañar el ecosistema esta matando la fuente de sobrevivencia de los mapuche y esto forma parte de la violencia estructural que afecta a las comunidades.
El sistema educativo tampoco brinda opciones para atender la situación de los niños y jóvenes en los territorios. En Kurarewe un profesor sostenía que el sistema ha abandonado a los niños porque no les brinda programas pertinentes a sus necesidades y contextos, por ejemplo, no hay programas deportivos u otros destinados a cultivar una visión integral de si mismos, esta desatención conduce a que los jóvenes a temprana edad consuman alcohol perjudicando sus expectativas de vida. La escuela y su sistema curricular urbano no forma a los niños para valorar su entorno, no les enseña oficios necesarios para probar alternativas productivas como el turismo, el tallado de maderas con materiales reciclados del bosque, gastronomía local y otros.
Otro foco de violencia presente en el sistema y que afecta profundamente a los mapuche es el SENAME, los niños a quienes custodia la institución también son niños mapuche, ellos entre otra razones ingresan cuando su hogar no les ofrece las condiciones sanitarias urbanas como tener un baño dentro de la casa, u otras exigencias vinculada a formas de vida no pertinente con la vida mapuche, como estar al cuidado de los abuelos cuando la madre debe salir a trabajar para la crianza de sus propios hijos. Así los niños mapuche son dado en adopción.
Estas violencias no son investigadas informadas, no se conocen y siguen desarraigando a niños, familias, de su mundo cultural territorial o siguen desplazando los gen de la naturaleza, la fuerza y seres espirituales que conforman la biodiversidad.
Mientras caminamos por las montañas de Kurarewe o nos desplazamos a orillas del lago Kvyelwe o el río Xafkura es posible encontrar brisa suave, olor a tierra y río, la tranquilidad de la naturaleza que nos une al paisaje y a un estado infinito de belleza y gratitud por la vida y la tierra. Las familias mapuche se aferran a este espacio y tiempo y otras vuelven de la waria para recuperar las tierras, porque sin tierra y sin tierra sana no hay futuro para los mapuche.
*Elisa Loncon Antileo
Lingüista Mapuche, Académica Universidad de Santiago.
Coordinadora de la Red de Derechos Educativos y Lingüísticos de los Pueblos Indígenas de Chile en la Red Americana por los Derechos Lingüísticos.