Como es costumbre, a la hora de los balances anuales, se destacan las cifras positivas de la economía chilena: la baja inflación, el crecimiento de la economía o la generación de nuevos empleos. Se nos comunica que vamos en buena dirección, pero que todavía queda camino por recorrer para llegar al tan ansiado desarrollo (¿cómo definimos desarrollo y quién lo está definiendo?).
Sin embargo, esto podría tener cierto grado de racionalidad para un país con una composición social relativamente homogénea y una democracia fuerte (derechos sociales garantizados y canales efectivos de participación popular y sindical), pero no para Chile, el paraíso del Neoliberalismo y récord en Desigualdad. Veamos algunos datos del 2013 y proyectemos el debate para el 2014:
A comienzos del año, se publicó un estudio de tres académicos de la Universidad de Chile (López, Figueroa y Gutiérrez), llamado “La Parte del León”: Nuevas estimaciones de la participación de los súper ricos en el ingreso de Chile. Aquí por primera vez se consigue medir los ingresos de los hogares más ricos en Chile e incluir sus ganancias de capital. Las cifras son vergonzosas y decidoras. El 1% más rico concentra el 31% de los ingresos, 45% más de lo que concentra este segmento en Estados Unidos, 152% más que en Alemania y 235% más que en Suecia. Nuestro país presenta los mayores niveles de concentración y acumulación para el listado de países en que es posible realizar este tipo de mediciones.
Si realizamos un zoom a este grupo y vemos qué sucede con el 0,1% más rico, los niveles de concentración son aún más sorprendentes, ¿de cuánto estamos hablando?, ¿30 veces más de lo que representa su tamaño en la población total, vale decir, 3% de los ingresos?, ¿50 veces más?, ¿100 veces más, o sea, 10%? Ninguna de las anteriores: concentra el 18% (en Suecia es un 3,4%, para que se haga una idea). Esto significa que el ingreso mensual por persona disponible para este grupo, supera los $80 millones.
Como era de esperar, estos datos no fueron difundidos por los medios de comunicación y su gravedad radica, en que en el mismo país donde un pequeño grupo acumula a dicho nivel, el 75% de los hogares chilenos vive con menos de $800.000 y altamente endeudado. No se trata de ver siempre el vaso medio vacío ni nivelar para abajo, sino que de hacer el vínculo que tanto nos cuesta hacer: la riqueza de algunos se multiplica (a niveles mayores que Suiza o Luxemburgo) gracias a la precariedad de muchos. Precisamente, al observar la evolución de la desigualdad entre 1990 y 2011, se constata que la brecha de ingresos autónomos por persona entre el 5% de los hogares más pobres y el 5% más rico, aumentó 100%, llegando a 257 veces.
Los recientes resultados de la Prueba de Selección Universitaria (PSU) son un fiel reflejo de las cifras anteriores. El 80% de los 15 mejores colegios según puntaje promedio alcanzado por sus alumnos, pertenecen a Las Condes, Vitacura, La Reina, Lo Barnechea, Providencia, Ñuñoa y Viña del Mar, todos son particulares pagados, la mitad pertenece a Holding Educacionales y la mensualidad promedio es de $300.000 y la cuota de incorporación bordea los $2.000.0000.
En contraste, las escuelas municipales se han transformado en aquellos lugares donde se educan los alumnos con más dificultades económicas y de aprendizaje, que nos son admitidos o que son expulsados de otras escuelas, y reciben un financiamiento arbitrario e insuficiente, que a lo sumo llegará a los $100.000 por alumno.
De esta forma, el puntaje de la PSU principalmente mide cuánto dinero tienen los padres de los estudiantes.
Por tanto, cuando este año el Banco Mundial nos informó que Chile había alcanzado un PIB per cápita ajustado por paridad de poder de compra de US$22.362, uno debería preguntarse, en términos generales, ¿quién crece cuando Chile crece? ¿A qué ciudadano/a podríamos reconocer como representativo de este PIB? ¿Cuánto ganan los chilenos?
Las cifras de los cotizantes de las AFP (los más formales de los formales) indican que el ingreso imponible promedio de los trabajadores chilenos bordea los $600.000 y la última Encuesta CASEN nos dice que se sitúa en torno a los $440.000. ¿Es esa la realidad salarial en nuestro país?
Como nos enseñarían en cualquier clase introductoria de estadística, en un país altamente desigual como Chile, es más preciso reportar la mediana de la distribución de datos que el promedio, para hacernos una mejor idea de la situación general. En este sentido, estas fueron las cifras invisibilizadas el 2013, salvo una editorial del 11 de Julio del diario El Mercurio, en la cual se reconocen los bajos salarios:
Este año, el Gobierno continuó con su desenfrenada carrera por alcanzar la meta de crear 1 millón de empleos de “calidad”. Como ha sucedido en los últimos años y quizás por falta de experiencia con el análisis de encuestas de empleo y desvinculación con la discusión que se está dando a nivel mundial, cada mes se nos informaba acerca del número de empleos creados y la tasa de desempleo, indicadores clásicos, pero que en ninguna parte se toman como el “único” termómetro para medir la situación del empleo en un país. El mayor atrevimiento del Gobierno de turno fue llegar a decir que la mayoría de los nuevos empleos son de Calidad porque tienen contrato.
Sin embargo, varias cifras e indicadores complementarios (a pesar de contar con toda la información para calcularlos) fueron exiliados de la discusión, salvo un documento de la SEGPRES que reconoció el aumento de los empleos tercerizados.
En particular no se dijo que:
· Chile, no está al borde ni “en” Pleno Empleo, ya que a pesar de mostrar una tasa de desempleo bajo el 6%, presenta más de 660.000 Subempleados (personas que trabajan menos de 30 horas a la semana, quieren y están dispuestos a trabajar más horas, pero la economía no les brinda este tipo de empleo). Los subempleados chilenos trabajan en promedio 3,5 horas diarias y el 50% gana menos de $85.000 al mes.
Dado que desde el año 2010 y debido al cambio en el cuestionario de la encuesta de empleo (cualquier persona que al menos haya trabajado remuneradamente más de 1 hora a la semana queda registrado como ocupado), tenemos que ser más cuidadosos con el análisis. ¿O acaso usted cree que la tasa de desempleo de 5,2% en México o 1,8% en Vietnam significa que esos países están en Pleno Empleo?
Además, un gran contingente de personas en edad de trabajar (principalmente mujeres) no se ha incorporado a la Fuerza de Trabajo.
· Desde el 2010 a la fecha, los trabajadores subcontratados y suministrados aumentaron de 11,5% a 17% del empleo asalariado. De hecho, del total de empleos asalariados creados desde 2010 (momento desde el cual es posible realizar este tipo de análisis), el 60% corresponde a empleos tercerizados.
· De los 905 mil nuevos empleos registrados entre comienzos de 2010 y el trimestre septiembre-noviembre 2013, el 72,4% es tercerizado (subcontrato y suministro), cuenta propia de muy baja calificación o no remunerado.
Como era de esperar, estos datos no fueron difundidos por los medios de comunicación y su gravedad radica, en que en el mismo país donde un pequeño grupo acumula a dicho nivel, el 75% de los hogares chilenos vive con menos de $800.000 y altamente endeudado. No se trata de ver siempre el vaso medio vacío ni nivelar para abajo, sino que de hacer el vínculo que tanto nos cuesta hacer: la riqueza de algunos se multiplica (a niveles mayores que Suiza o Luxemburgo) gracias a la precariedad de muchos.
En relación a la conflictividad, el 2013 partió con un paro en el sector portuario (denominado por el establishment como “ilegal”), movilización cuyo objetivo era lograr que los trabajadores cuenten con media hora para colación. Así se fue multiplicando una serie de conflictos en Supermercados Montserrat, Correos de Chile, los trabajadores recolectores de basura, ASMAR, Hotel Sheraton y Hyatt, Starbucks, Unimarc, las tiendas de ropa Zara y H&M, las Bodegas de Sodimac y tantos otros invisibilizados por los medios de comunicación y que tuvieron que recurrir a huelgas de hambre, noches de pernoctar en las riberas del río Mapocho y otros tantos actos extremos para tratar de hacer ver a Chile:
1) Que el trabajador chileno lo está pasando mal y que seguimos discutiendo elementos básicos de una relación laboral.
2) Que la legislación chilena que data de 1979 y que no permite la negociación más allá de la empresa (un sindicato interempresas sólo puede negociar si el empleador está de acuerdo) y posibilita el reemplazo desde el día 1 de los huelguistas, es prehistórica, autoritaria y no pasa el test de libertad sindical. En resumen, las huelgas son impotentes y los trabajadores prácticamente no tienen ningún poder para presionar al empresario si los primeros consideran que sus salarios deben ser mayores o las utilidades deben ser compartidas.
Por último, se puede observar que, en los procesos reglados, la Dirección del Trabajo –este año 2013– registró más de 15 huelgas cuya duración fue superior a 34 días, llegando a 84 días (casi 3 meses) en el caso de la empresa Delta Airlines.
Finalmente, este año se conocieron algunos datos que removieron los fundamentos del sistema de AFP. En primer lugar, el consejero del Banco Central, Joaquín Vial, señaló que el 60% de los primeros aportantes jubilará con una pensión promedio de $150.000. Posteriormente, el informe de la OECD, Pensions at a Glance 2013, reveló que la tasa de reemplazo bruta para un hombre chileno que cotiza desde los 20 años hasta los 65 años sin lagunas, será de 41,9%, vale decir, si su ingreso imponible era de $600.000, tendrá una pensión de $251.400. En el caso de una mujer chilena, si cotiza desde los 20 hasta los 60 años, sin lagunas, considerando el mismo ingreso imponible, su pensión será de $198.000 (tasa de reemplazo bruta de 33%).
Los datos que entrega permanentemente la Superintendencia de Pensiones tampoco son muy auspiciosos. El 85% de las pensiones por vejez, bajo la modalidad de retiro programado, que actualmente pagan las AFP (incluyen los subsidios del Estado) son menores a $140.000.
Adicionalmente, la Pensión Básica Solidaria, que cubre a 400 mil adultos mayores, es de $82.000 y está lejos de satisfacer las necesidades más básicas en un país como Chile.
Lo cierto es que cuesta encontrar en el mundo un Sistema Previsional donde el eje central o el esqueleto del sistema sea la capitalización individual privada. En la mayoría de los países existen sistemas de reparto y sistemas mixtos, con sus respectivas variantes de Cuentas Nocionales o Fondos de Inversión (realidad de varios países asiáticos).
El sistema de AFP chileno, incluso considerando el salvavidas del Pilar Solidario, no pasa el test de los principios básicos que todo Sistema de Seguridad Social debe cumplir (universalidad, igualdad en el trato y el acceso, solidaridad y redistribución, suficiencia, sostenibilidad financiera, responsabilidad del Estado y participación de los trabajadores) y por ello sólo corresponde a un Seguro Privado o un Sistema de Ahorro Forzoso, no a un Sistema de Pensiones.
Si las pensiones son malas y las AFP no cumplen con los objetivos que debe brindar todo Sistema de Seguridad Social, su real atractivo parece estar situado en dos dimensiones:
1) En la magnitud de los recursos que se acumulan (US$160.000 millones) y que son prestados (invertidos) en condiciones inigualables a los grandes grupos económicos (10 empresas y 10 bancos reciben más de US$45.000 millones)
2) En la atractiva oferta de trabajo que representa para quienes deseen ser parte del directorio de una AFP, a cuya lista recientemente se ha incorporado Pablo Longueira y en la cual compartirá con ex ministros, ex subsecretarios, ex superintendentes y ex jefes del Servicio de la Democracia Cristiana, PPD y el Partido Socialista.